MADRID / ORTVE, XLI Premio Reina Sofía: un eco de pájaros
Madrid. Teatro Monumental. 11.X, 2024. Joan Masiá, violín, Orquesta Sinfónica y Coro de la RTVE. Director: Christoph König. Obras de Taneyev, Santcovsky y Beethoven
La XLI edición del Premio Reina Sofía de la Fundación Ferrer Salat lleva todos esos años apoyando la nueva composición sinfónica y colaborando en su estreno con la Orquesta Sinfónica de RTVE. El premio fue entregado por S.M. la Reina Doña Sofía inmediatamente después del estreno en el Monumental madrileño al ganador de este año, el barcelonés Fabiá Santcovsky (1989).
La obra de nueva creación se titula Concierto de los elementos I y II y el autor indica un deseo de extenderla en el futuro, aunque tal vez fuera mejor hacer una obra independiente, ya que lo escuchado es una totalidad en sí misma y muy bien conseguida. Él mismo apunta a Las cuatro estaciones vivaldianas, pero eso es una analogía, no una inspiración directa, que además alude a elementos y no a estaciones. La primera parte se titula La última repetición del mirlo y es evidente que parte de cantos de pájaros, pero de manera distinta a la de Messiaen. El violín se mueve en regiones agudas con cambios tímbricos constantes, armónicos y sul ponticello abundante y adelanta un material que prolifera en la orquesta hasta que estalla en oleadas que nacen con naturalidad de lo expuesto. La segunda se titula Resonancia sin nombre y no renuncia a modular el material anterior en un interesante juego de planos. La obra está formalmente muy trabajada, algo que se agradece en un momento donde ese es el principal problema compositivo. Las cadencias del violín, muy difíciles, tienen lógica y se insertan en el plano arquitectónico. Una obra, pues, que denota oficio e imaginación y que sobresale entre muchas que han obtenido este premio. Y además no se va a quedar aquí, ya que va a ser difundida en el futuro próximo por la JONDE.
El violín solista fue asumido con toda capacidad técnica y musical por un Joan Espina que hizo un buen servicio a la obra, como también lo hizo el titular Christoph König con una versión cuidada y muy bien secundada por la orquesta. El público recibió muy favorablemente la obra, que merece la pena, y su plasmación sonora por solista, orquesta y director.
Previamente, con participación del coro, se interpretó la Cantata de San Juan Damasceno, compuesta en 1884 por el discípulo y amigo de Chaikovski Serguéii Taneyev, compositor con frecuencia citado y casi nunca interpretado. La obra, que debe mucho a la liturgia ortodoxa, es un buen trabajo profesional sin especial relieve.
La segunda parte del concierto la ocupaba una absoluta obra maestra como es la Sinfonía n.7 en la mayor, opus 92 de Beethoven. No sé si es la mejor de su autor, pero sí la estructuralmente más perfecta. Wagner la denominó “Apoteosis de la danza” y en ese sentido Christoph König hizo una versión de tempos vivos, pero muy exactamente delineados, que dejaban ver con claridad la forma y la expresión. Lejos de las versiones que lo consideran nostálgico y lo tocan lento, el Allegretto tuvo ese carácter que quería Beethoven y que se integra mejor en la enorme vitalidad del resto de la sinfonía. König consiguió esa vitalidad y la Orquesta Sinfónica de RVE lució plenamente consiguiendo un notable éxito.
Tomás Marco