MADRID / ORTVE: María Dueñas, dueña y señora del Teatro Monumental
Madrid. Teatro Monumental. 14-IV-2023. María Dueñas, violín; Orquesta Sinfónica RTVE; Joshua Wellerstein, director. Obras de Ligeti, Brahms y Mendelssohn.
Por la mañana, en el ensayo general, el Teatro Monumental estuvo abarrotado. La presencia de la violinista granadina María Dueñas, artista residente de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE, había suscitado muchísima expectación. Al concierto de la tarde, sin embargo, no acudió tanto público. En el programa había tres obras de compositores bien distintos: en la primera parte, el Concierto rumano de György Ligeti y el Concierto para violín op. 77 de Johannes Brahms; en la segunda, la Sinfonía nº 3 “Escocesa” de Felix Mendelssohn. Dirigía el estadounidense Joshua Wellerstein, quien había hecho una buena labor por la mañana durante el ensayo general. Hasta aquí las premisas. Vayamos a lo que aconteció anoche durante el recital.
Aunque el concierto tuvo dos partes, a efectos prácticos solo tuvo una: la primera. El recital bien podría haber concluido con el Concierto para violín de Brahms, porque todo lo que vino después de la extraordinaria interpretación de María Dueñas quedó francamente eclipsado. Y hemos de apuntar que la lectura que Joshua Wellerstein hizo de la Escocesa no estuvo a la altura de la calidad que la ORTVE ha venido mostrando en los últimos tiempos. Los tempi muy rápidos —nada que objetar si se guarda la coherencia— y una expresividad plana o, dicho de otro modo, interpretación “correcta” y poco más.
En cambio, la primera parte fue brillante. El Concierto rumano de Ligeti, que viene a durar cerca de quince minutos, es agradable de escuchar. En esta obra se mezclan elementos del folclore rumano —danzas principalmente— con otros típicos del lenguaje de Ligeti. Orquesta muy conjuntada, con fantásticas atmósferas en pianissimo y estupendo dinamismo: ritmo, precisión y expresividad. Cabe destacar las interpretaciones del concertino Miguel Borrego y de Ana María Ruiz al corno inglés y, aunque para muchas personas haya pasado inadvertido, la de Roberto Terrón al contrabajo.
Después de Ligeti, llegó el momento estelar de la noche: María Dueñas y Brahms. Interpretación magnífica, delicada, musical, expresiva, sonoramente potente, técnicamente impecable. ¿Una interpretación así es normal? No, no lo es; es, sencillamente, extraordinaria. Uno se declara verbalmente impotente ante tan asombrosa sublimidad. La coda del primer movimiento fue de tal belleza expresiva y de tanta delicadeza musical que en el silencio de la sala podía escucharse la emoción del público. De hecho, al terminar el primer movimiento, el público prorrumpió en un aplauso. El movimiento lento fue de una increíble delicadeza y gran lirismo. Y el último movimiento, rítmico y dinámico, fue el culmen del virtuosismo al que María Dueñas acompañó de un generoso vibrato. El público lo agradeció con una ovación a la que la violinista, acompañada por la sección de cuerdas de la ORTVE, correspondió con una exquisita propina que fue el clímax y el colofón a una noche que debiera haber concluido en ese momento: Après un rêve de Fauré.
Ocurre a veces que las obras que se interpretan en la primera parte de los conciertos quedan deslucidas por las que suelen programarse en la segunda parte. Anoche, sucedió lo contrario y María Dueñas se convirtió en dueña y señora del Teatro Monumental.
Michael Thallium