MADRID / ORTVE: El talento de Alena Baeva y el esplendor de Strauss
Madrid. Teatro Monumental. 14-III-2024. Orquesta Sinfónica RTVE; Alena Baeva, violín; Christoph König, director. Obras de Holst, Stravinsky y Strauss.
“El lugar guardaba perfecta correspondencia con la naturaleza humana: ni terrible, ni odioso, ni feo; ni común, ni carente de sentido, ni domesticado; pero, como el hombre, lastimado y perseverante; y además, singularmente colosal y misterioso en su parda monotonía”, así describía Thomas Hardy en El regreso del nativo ese lugar ficticio llamado Egdon Heath que años más tarde inspiraría el breve poema sinfónico que Gustav Holst compuso en 1927 en honor del escritor inglés. Thomas Hardy murió a comienzos de 1928 y la obra de Holst se estrenó en Estados Unidos tres semanas más tarde, el 12 de febrero, en el Mecca Temple con la Orquesta Sinfónica Nueva York. Al día siguiente, la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham la estrenó en Inglaterra bajo la batuta del propio Gustav Holst, quien entonces tenía cincuentaicuatro años de edad. Tres años y medio más tarde, el 23 de octubre de 1931, un Igor Stravinsky de cuarentainueve años dirigió el estreno de su Concierto para violín en re, en Berlín, con la Orquesta Sinfónica de Radio Berlín. Por aquel entonces, Richard Strauss tenía ya sesentaisiete años y hacía más de tres décadas que había compuesto y estrenado el poema sinfónico Una vida de héroe. Tres compositores con lenguajes muy distintos.
Estas tres obras, y en ese orden, fueron las que anoche le escuchamos en el Teatro Monumental a la Orquesta Sinfónica RTVE dirigida por su titular Christoph König con la participación de la violinista ruso-luxemburguesa Alena Baeva. El recital comenzó con Egdon Heath de Holst, una obra etérea que dura entre diez y quince minutos, dividida en siete movimientos sin solución de continuidad. Comienza con una melodía en los contrabajos rematada con un toque final de las flautas a las que sigue una breve intervención de las cuerdas para volver a la melodía de los contrabajos y, a partir de ahí, se desarrolla el breve poema sinfónico en el que intervienen los metales. Anoche fueron nueve los contrabajos que interpretaron esa melodía, en algún momento con apuros de afinación. Muy bien estuvieron las violas, con un sonido meloso, al igual que los trombones y la tuba. La obra se apagó en un agudo pianissimo en los violines. Visto y no visto.
Tras la colocación de la nueva disposición de la orquesta para la siguiente obra, comenzó el Concierto para violín en re de Stravinsky. Alena Baeva demostró ser una violinista talentosa, con una enorme preparación técnica y muchísima expresividad. No obstante, pareció faltarle más cuerpo de sonido, más volumen, sobre todo en el primer movimiento. La interpretación fue de menos a más, tanto para la solista como para la orquesta, que poco a poco fueron conjuntándose. Muy buena el Aria II, en la que Alena Baeva logró que su violín cantara con lirismo y pasión, con un sonido potente en las registros medios. El Capriccio fue el movimiento más lucido, con unos staccati y golpes de arco precisos, muy bien articulados, a gran velocidad. Muy bueno fue el breve diálogo entre el violín solista y el fagot. El concierto terminó con orquesta y solista conjuntados y el público lo agradeció con un gran aplauso al que la violinista correspondió con una propina impecablemente interpretada, el Capricho polaco de la compositora Grażyna Bacewicz. Si la interpretación del Concierto para violín de Stravinsky había sido buena, la interpretación de la propina fue de sobresaliente cum laude, suscitando una pequeña ovación del público.
Después del descanso, llegó el poema sinfónico Una vida de héroe de Richard Strauss. Antes de comenzar la interpretación, Christoph König explicó seis de los temas (el Héroe, los adversarios, la mujer de Strauss…) que aparecen en el poema sinfónico, interpretándolos con la orquesta. El maestro König incluso llegó a cantar, quizás recordando sus días de cantor en el Dresdner Kreuzchor —¡quien tuvo, retuvo!—, una de las citas que hace referencia a una canción muy querida para él. Explicada la música, se reanudó el concierto.
Si en la primera parte del concierto la orquesta quizás anduvo musicalmente remolona, con Una vida de héroe desplegó todas sus fuerzas y virtudes ofreciendo una interpretación verdaderamente sobresaliente. Fue en esta obra donde se vio a un König a sus anchas, como pez en el agua, sacando una variada paleta de dinámicas y sonoridades a lo largo de los seis movimientos de que consta el poema sinfónico. La orquesta brilló con esplendor. Muy bueno el concertino Miguel Borrego en su interpretación de Pauline, la sección de trompas espectacular, la oboísta Ana Ruiz, las trompetas, los trombones, las tubas, la percusión… Todos hicieron un fantástico trabajo y lograron una interpretación ejemplar de esta difícil obra. Los diálogos confrontados entre los violines segundos y primeros se escuchaban a la perfección; precioso y evocador el sonido de las arpas. Sonido controlado, muy expresivo, estirando el tiempo y acortándolo al capricho de una apasionada musicalidad que mantuvo en vilo al público que, finalmente, prorrumpió en una ovación cuando concluyó ese viaje por la vida de un héroe, la de Strauss.
Michael Thallium