MADRID / ORTVE: del purgatorio, al órgano seglar
Madrid. Teatro Monumental. 25-XI-2021. Julian Rachlin, violín, Juan de la Rubia, órgano. Orquesta Sinfónica RTVE. Director: Pablo González. Obras de Shostakovich y Saint-Saëns.
André Lischké considera, con razón, el Concierto nº 1 para violín de Shostakovich una de sus obras más ambiciosas. Escrito con lentitud, en un momento de zozobra íntima, el músico sabía que Stalin seguía sus zigzagueos estéticos muy de cerca, con cálculo y doble faz. El propio autor mantuvo posturas ambiguas. Aceptó cargos y honores, pero la tristeza aflora de forma clara en los tiempos impares de la obra citada. Julian Rachlin es el violinista ideal para sus cambios de entorno, como gran virtuoso, imaginativo, de sustento siempre musicalísimo. Es evidente en su precisión y lirismo congénito, la pureza de líneas, el colorido y el fraseo. Pablo González y los atriles de la ORTVE lo rodearon de un círculo hipnótico en el Nocturno. Más tarde, el satanismo del que hablaba Oistrakh, su primer ejecutor, en el Scherzo, sonó algo forzado, pero la delicadeza tornasolada de Rachlin invadió la Pasaccaglia de trazos sufrientes, emotivos e intensos. El Finale es más banal aunque, recuerda Paul Conway, de pronto reaparece como un fugaz espectro el tema de la Pasaccaglia.
Saint-Saëns admiraba a Wagner, pero no lo imitaba, pues postuló el retorno a la línea clara del viejo arte galo. En él las brumas son la excepción, y la polifonía la norma, unida al gusto por una orquestación ceñida, como muestra la Sinfonía nº 3. Su construcción recuerda mucho más a Liszt, quien expandió su Sonata para piano en un solo movimiento y, en el fondo, también los peliagudos conciertos. Análogamente, el francés agrupa sus cuatro tiempos en 2 parejas. El descanso trajo menos nueces. Tras una buena transición inicial, la cuerda se mostró bastante alicorta en la melodía sublime del Poco adagio. El órgano la acompañó con acordes espaciados, pero, al afluir luego el torrente polifónico, Juan de la Rubia ‘rompió a hablar’ de veras, añadiendo profundidad y magnificencia a una música pensada a lo grande por quien fuera también un óptimo escritor.
Joaquín Martín de Sagarmínaga