MADRID / ONE y VibrArt: la personalidad de un joven trío
Madrid. Auditorio Nacional. 1-6-2024. Trío VibrArt. Orquesta Nacional. Directora: Kristiina Poska. Obras de Tally, Martinu y Beethoven.
Un programa interesante que nos daba la oportunidad de escuchar una obra nueva para nosotros y revisar una composición no muy frecuente de un músico al que no se le hace mucho caso por estos andurriales, con el remate de una sinfonía beethoveniana no especialmente frecuentada. Interés reforzado por la presencia del joven y ya extrañamente maduro Trío VibrArt. También por la posibilidad de seguir el comportamiento en el podio de una de las jóvenes directoras más en boga.
La estoniana Kristiina Poska (1978) maneja la batuta –ese adminículo que tantos directores rechazan hoy en día– con la mano izquierda. Es ágil, movediza y animada y controla dinámicas y aconteceres con una derecha muy activa; parece contagiar entusiasmo. Su versión de la Octava beethoveniana se nos antojó poco refinada, un tanto gruesa de texturas, agreste de colorido, bien movida en lo rítmico, aunque de forma un tanto pedestre. Interpretación decidida, por derecho, con planos nada claros y con la línea de los violines casi siempre sepultada en beneficio de los graves de la cuerda y de los metales. Aunque hubiera momentos de distensión lírica bien enfocados, como el de la exposición del segundo tema del primer movimiento.
Magnífica intervención de los dos trompas en el trío del Menuetto y excesiva aparatosidad en el Allegro vivace de cierre, con sforzandi un tanto exagerados. Las baquetas finas dieron incisividad al tejido polifónico. Interpretación por tanto poco matizada y nada elaborada. Se utilizaron dos trompetas de época, lo cual tiene relativo sentido considerando que todos los demás instrumentos eran modernos.
Mejor y de manera más sutil se aplicó la batuta en la recreación del excitante Concertino para trío con piano y orquesta de Bohuslav Martinu, de rítmica tan contagiosa, de parentescos tan stravinskianos y bartokianos, como apunta en sus clarificadoras notas al programa García del Busto. La versión fue de altura, con un trío de instrumentistas bien acoplados y decididos (Miguel Colom, violín, concertino de la ONE, Fernando Arias, chelo, y Juan Floristán, piano) perfectamente conjuntados, bien acoplados y resolutivos. Hay que aplaudir, por ejemplo, el dibujo fino y airoso de los tres instrumentistas en el segundo movimiento, Moderato, sobre todo en el despliegue del tema con imitaciones. Cierre exquisito.
El Adagio nos ofreció meditativas y encantadoras frases de los tres solistas, bien rodadas a lo largo de una suerte de fugato orquestal, con una cadencia de aire fúnebre. Hubo un contraste entre lo apasionado y lo laxo. La agitación presidió el Allegro final, donde los solistas enuncian una danza de tipo popular. Perfecta ejecución de los tres instrumentistas, entregados, musicales y cautelosos. Regalaron la canción de Ginastera El árbol del olvido, instrumentada con enorme delicadeza por Floristán.
La sesión había comenzado con Lament de la también estonia Mirjam Tally, una cuidadosa elucubración sobre el reconocible tema que inicia el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven y que es enunciado paulatinamente, tras un trabajo muy cuidado y sugerente del tutti, por el chelo, la viola y el violín. Se suceden acordes luctuosos, variaciones cautelosas. El refinamiento de la paleta de Tally es evidente y nos acomodamos a sus fantasiosas texturas y a un discurso de atractivos giros tímbricos. Nada novedoso, pero sí agradable. Una de las nueve obras encargadas en 2013 a otros tantos compositores por la Orquesta Sinfónica de Norrlandasoperan en el proyecto ‘Beethoven and Beyond’.
Arturo Reverter