MADRID / OCRTVE: Un pianista brillante y una directora llena de entusiasmo y energía
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Madrid. Teatro Monumental. 19-IV-2024. Orquesta Sinfónica RTVE. Iván Martín, piano; Chloé van Soeterstède, directora. Obras de Beethoven y Dvořák.
En las dos últimas semanas hemos podido ver y escuchar en el Teatro Monumental a dos directoras de orquesta al frente de la Orquesta Sinfónica RTVE (ORTVE). El jueves 11 de abril la estadounidense Karen Kamensek hizo una lectura espectacular de Fuentes de Roma y Pinos de Roma —interpretadas sin solución de continuidad— de Ottorino Respighi. El crescendo final de los Pinos fue tan natural y orgánico como épico. El viernes pasado, pudimos ver a otra directora en acción, la francesa Chloé van Soeterstède, con una energía distinta a la anterior: eléctrica y muy entusiasta. A juzgar por el resultado de las interpretaciones de las dos obras en el programa —el Emperador de Beethoven y la Quinta de Dvořák—, uno podría afirmar que Chloé van Soeterstède triunfó y se hizo querer entre los maestros de la orquesta.
Ayudó también la estupenda interpretación que el pianista palmense Iván Martín hizo del Emperador. Quizás en el primer movimiento hubo algunos desajustes entre orquesta y solista, e igualmente, algunas escalas pianísticas sonaron un poco sucias, quizás con demasiado pedal. Salvados esos momentos iniciales, la interpretación fue yendo de menos a más y tanto la orquesta como el pianista lograron momentos memorables. Muy buenos los arpegios del piano. En el segundo movimiento, Adagio un poco mosso, Iván Martín tocó con muchísima sensibilidad con muchos matices y delicadeza sonora. El tercer y último movimiento, Rondó. Allegro ma non troppo, tuvo una factura impecable que gustó mucho al público. Iván Martín correspondió al aplauso del público con una propina de carácter barroco, quizás una pieza de Scarlatti que quien suscribe no llegó e identificar.
En la segunda parte del recital, pudimos disfrutar de una obra que no suele interpretarse mucho, la Sinfonía nº 5 en fa mayor op.76 de Antonín Dvořák. Compuesta en el verano de 1875 y estructurada en cuatro movimientos, esta sinfonía marca el comienzo de la madurez compositiva de Dvořák, quien a la sazón tenía 34 años. Parece ser que para la publicación de la sinfonía, el compositor hizo muy pocas modificaciones y añadió una dedicatoria para el director de orquesta Hans von Bülow. La obra viene a durar unos cuarenta minutos y, como toda sinfonía de cierta envergadura y duración, si no se guarda una coherencia, puede indigestarse. Chloé van Soeterstède transmitió energía y entusiasmo que inmediatamente se reflejaron en la respuesta de los maestros de la orquesta. Con batuta y gesto “eléctrico”, la directora francesa consiguió que la sinfonía se pasase en un santiamén, no por los tempi, sino por la buena factura dinámica y rítmica así como la sonoridad de una orquesta que va terminando la temporada en excelente forma. El público aplaudió calurosamente la interpretación de la orquesta.
Fue un recital con un brillante pianista en la primera parte y una directora llena de entusiasmo y contagiosa energía.
Michael Thallium