MADRID / OCNE: La normalización japonesa
Madrid. Auditorio Nacional. 19-IV-2024. Orquesta Nacional de España. Sara Ferrández, viola. Director: Kazuki Yamada. Obras de Takemitsu, Walton y Franck.
Sin necesidad de olvidar su propia tradición sonora, Japón es un país que hace tiempo se incorporó al cultivo de la música culta occidental y es muy normal la presencia de figuras importantes de la interpretación o la composición en los programas. Buena prueba es este concierto de abono de la Orquesta Nacional donde se daban cita doblemente un director y un compositor nipón.
Directores de orquesta japoneses de alta categoría los ha habido como muestran nombres universales de la magnitud de Seiji Ozawa o Kent Nagano con muchos otros que son notables. En esta ocasión se recibía a Kazuki Yamada, un director en el principio de su madurez que ya tiene un amplio currículo internacional y se muestra como alguien poseedor a fondo de su oficio con un sentido atractivo del gesto técnico y una buena sensibilidad para conseguir adentrarse en la verdadera esencia de las obras, cosa que hizo durante todo el programa muy bien asistido por una Orquesta Nacional que sigue en forma. Terminó su actuación con una muy bien planificada versión de la Sinfonía en re, la única que escribiera César Franck, una pieza siempre respetada por su equilibro en la forma tripartita y por el diseño personal de esa estructura cíclica que el autor preconizaba para la construcción de las obras en los finales de la armonía romántica.
Hubo una obra con solista, el Concierto para viola y orquesta, compuesto en 1929 por William Walton y que tanto por sus ideas como por sus desarrollos está entre lo mejor de quien fue la gran esperanza de la música británica, y un excelente compositor, hasta que fue soslayado por el fulgor posterior del fenómeno Britten. Se hizo la versión de 1962 en la que, entre otras cosas, Walton redujo la orquesta. Esto la hace más práctica sin necesidad de que sea mejor o peor que la primera. Y el lenguaje que un día pareció moderno se quedó en un lateral de la línea principal de la modernidad por lo que está un poco en tierra de nadie. La obra es virtuosa y expresiva y necesita de un solista de primera categoría. Lo tuvo en la joven madrileña Sara Ferrández, una gran violista formada en la Escuela Reina Sofía y también con Tabea Zimmermann y Nobuko Imai. Ferrández posee un sonido tan hondo como bonito, una afinación perfecta y un sentido muy profundo y personal de la expresión. Esto se tradujo en una gran versión que hizo lucir todos los valores de la obra y que encontró un adecuado acompañamiento en el maestro Yamada. Le espera una gran carrera.
Pero al igual que había director japonés también hubo un compositor de ese país. Los hay bastantes conocidos, como los Matsudaira (Yorisune y Yoriaki, que eran padre e hijo), Mayuzumi, Fukushima, Ishi etc., pero sin duda el más admirado, y uno de los más grandes a nivel universal de la segunda mitad del siglo XX, es Toru Takemitsu (1930-1996) que supo lograr una fusión entre la música occidental, con sutiles referencias a Debussy y Webern, el fondo tradicional japonés y una personalidad propia e inconfundible.
De él se tocó una de sus obras más conocidas: A Flock descends into the pentagonal Garden (Una bandada desciende sobre el jardín pentagonal) que desde 1977 se ha asentado en los repertorios internacionales. La obra trabaja sobre una escala tan oriental como es la pentatónica, pero la trasciende con un sutil juego tímbrico que es sin duda debussyano pero también muy japonés y que relaciona perfectamente los efectos de masa en una forma clara y expresiva. Evoca los jardines japoneses y también su relación numérica, en base al número cinco, que se manifiesta en la estructura. Pieza muy bien escrita y sensible, es una muestra muy acabada de cómo pueden convivir pensamientos musicales para no resultar tan opuestos como pudieran parecer. Yamada la dirigió con amplio conocimiento y la supo transmitir con una elegancia que se transmitió al resto de un concierto muy bien tocado y de éxito completo en el que la Orquesta Nacional demostró otra vez su categoría.
Tomás Marco