MADRID / Noelia Rodiles y el Cuarteto Cosmos. Velada con Schubert
Madrid. Círculo de Bellas Artes. Sala Fernando de Rojas. Círculo de cámara 2023/2024. Cosmos Quartet. Noelia Rodiles, piano. Joaquín Arrabal, contrabajo. Obras de Franz Schubert.
Alguien dijo que no somos una isla. Pero el Círculo de cámara de ayer, domingo 2, parecía celebrarse en una ínsula a la que unos cuantos chalaos, como este servidor de ustedes, acudieron balanceados por las agitadas olas de una trascendente y multitudinaria celebración exterior.
Mereció la pena afrontar el riesgo. Primero, el Cuarteto Cosmos, un cuarteto de cuerda compuesto por músicos jóvenes, exigentes, que a juzgar por su lectura del Cuarteto ‘Rosamunda’ de Schubert están en el camino de la excelencia, que acaso no tarde en llegar. El Cosmos cumple ahora diez años, y tiene a sus espaldas ya un amplio repertorio, con distintos periodos desde el Clasicismo, y una sólida formación exterior que sigue siendo imprescindible para cualquier solista o grupo que haya empezado sus estudios en nuestro país. En su versión del ‘Rosamunda’ se resienten más los momentos dramáticos de los Allegros extremos y adquieren especial vuelo tanto el Andante, por el marcado lirismo de la traducción sonora del Cosmos, como el minueto, en su contraste de temperamentos.
Segundo, Noelia Rodiles, pero acaso primero por un par de razones. Por una parte, ella comenzaba esta cita con Schubert, a solas ante el piano, pero con la sombra (benéfica, claro) de Liszt en sus transcripciones de Serenata y Margarita ante la rueca. Estas dos piezas, tocadas con un ánimo y un virtuosismo que iban a mejorar en la segunda parte (ahora lo vemos), marcaban ya el carácter del concierto: la base iba a ser el cantábile de Schubert, sus Lieder, porque si el Andante del ‘Rosamunda’ parte de una música incidental, el compositor se permite citas, apuntes de otros Lieder suyos, como el propio Margarita; y el Quinteto ‘La trucha’ invoca uno de los cantos más conocidos de Schubert, ‘Die Forelle’.
Si toda obra camerística implica que al menos uno de los instrumentistas la lidera, o “tira de ella”, en el caso del Quinteto ‘la trucha’ es el piano el que arrastra a la acción al singular cuarteto de cuerda formado por violín, viola, violonchelo y contrabajo (éste, en lugar del violín segundo), una heterodoxia que vino dada por las circunstancias. Lo cierto es que Noelia Rodiles ha crecido mucho en esta última década, y que su vocación schubertiana la está llevando lejos. Allá atrás, en el estrecho espacio del escenario en la sala Fernando de Rojas, la pianista invitaba y acaso capitaneaba (no pretendo minimizar a nadie) a un cuarteto que por momentos lo precisaba. El resultado, en cualquier caso, fue una hermosa interpretación de los cinco movimientos de este quinteto, hermano muy diferenciado del Quinteto de cuerda en do, D 956. Ya desde la alternancia de solistas alrededor del tema principal del Allegro pudo verse que estábamos ante un arranque animoso, prometedor. Y la promesa se cumplió casi siempre. El recital fue un gozo, y un éxito para el Cosmos y para Noelia Rodiles, para una formación en espléndido progreso y una solista en su primera madurez artística. No hay que olvidar que Joaquín Arrabal asumió la parte del contrabajo en el quinteto, y da la impresión de que se integró muy bien en el conjunto, tanto en sus partes de apoyo como en las plenamente cantábiles que le encomendaba la secuencia.
Salimos contentos del concierto, y el plural no es mayestático. Ahí fuera, creo que cada cual consiguió pasar inadvertido.
Santiago Martín Bermúdez