MADRID / Nereydas y María Espada revelan el más querido tesoro musical de Bárbara de Braganza

Madrid. Capilla del Palacio Real. 22-IX-2021. María Espada, soprano. Nereydas. Director: Javier Ulises Illán. El libro secreto de la reina (obras de Hasse, Jommelli, Sabatino, Conforto, Di Capua, Cafaro y Duni).
Decir que María Barbara de Braganza ha sido la reina más culta y amante de las artes que ha tenido España quizá no sea, a priori, decir demasiado, dado el bajo nivel general que han mostrado en este país soberanas y soberanas consortes a lo largo de los siglos. Pero en verdad lo era: la hija de Juan V de Portugal heredó de su padre la pasión por la cultura y las bellas artes, tuvo tutores excepcionales, era capaz de hablar a la perfección seis idiomas y con solo ocho años empezó a recibir lecciones musicales de Domenico Scarlatti, con quien mantuvo una entrañable relación de amistad durante décadas. Apartada de todo lo que tuviera que ver con la vida oficial de la corte por decisión de su medio suegra, Isabel de Farnesio (que no tampoco andaba mal de talla cultural), la entonces princesa española y su esposo, el futuro Fernando VI, se refugiaron en la música para sobrellevar aquel triste ostracismo al que se vieron condenados. Cuentan que la Farnesio les tenía prohibido el acceso a las cotidianas veladas nocturnas en las que Farinelli cantaba (siempre las mismas arias) para curar la melancolía de Felipe V, pero que la joven pareja principesca se las apañaba, de una u otra forma, para escuchar a hurtadillas la maravillosa voz del castrato italiano.
Ya en el trono, aquel amor por la música de María Bárbara y Fernando no hizo sino acrecentarse. No solo escuchaban a todas horas lo que componían quienes estaban bajo su manto protector, sino que también intervenían activamente como talentosos intérpretes. Sin ir más lejos, junto a Farinelli, quien profesaba verdadera devoción por la pareja regia. A la corte española (sobre todo, al Palacio Real de Aranjuez, residencia favorita de María Bárbara y Fernando) llegaban las partituras de las óperas que se estrenaban en toda Europa. Especialmente, las de Nápoles, que era territorio español y que tenía como virrey al medio hermano de Fernando, el futuro Carlos III.
De aquellas partituras que arribaban a Aranjuez y que servían para amenizar cualquier tipo de celebración en la corte (principalmente, cumpleaños y onomásticas), María Bárbara fue confeccionando su propio hit parade. O, más bien, su cuaderno secreto, en el cual incluía las arias que eran más de su agrado. Como tantas otras cosas, aquel cuaderno secreto de la reina cayó en el olvido cuando esta murió, víctima de ‘las fiebres’ (todo hace indicar que la verdadera causa fueron los repetidos cólicos biliares que sufría, consecuencia en parte de su incurable glotonería), el 27 de agosto de 1758. Y en algún perdido legajo de los archivos de Patrimonio Nacional ha permanecido hasta que, hace no mucho, diera con él la clavecinista Sara Erro. Un buen día, Erro pronunciaba una conferencia en el Palacio Nacional de Ajuda (Lisboa) sobre la melomanía de María Bárbara. Asistía a ella, como oyente, Javier Ulises Illán, quien al escuchar lo del descubrimiento del cuaderno secreto no dudó ni un instante en proponer a Erro devolver a la vida esas arias tan queridas por la reina española.
El resultado de esta impagable labor de recuperación se hizo realidad anoche, en la Capilla del Palacio Real de Madrid, cuando la soprano María Espada y el grupo Nereydas (con Illán a la batuta y con Erro al clave) ofrecieron estas grandiosas gemas musicales. ¡Qué buen gusto tenía doña Bárbara! Cada nueva aria dejaba empequeñecida a la anterior. Había que pellizcarse ante tanta venustidad para comprobar no se trataba de un sueño. Todas las obras suponían primera interpretación en tiempos modernos, salvo Rendimi più sereno de la ópera Ipermestra de Pascuale Cafaro (1716-1786), aria recuperada hace unos años por el contratenor Franco Fagioli, quien la incluyó en un monográfico dedicado al castrato Caffarelli que publicó el sello Naïve. Pero tan hermosa o más que esta Rendimi più sereno lo son Deh, se pietà pur senti (de Mario in Numidia, ópera de Rinaldo di Capua, 1705-1780) o Se non ti moro allato (de Adriano in Siria, aria de Nicola Conforto, 1718-1793). Conforto es un compositor que está pidiendo a gritos una urgente recuperación, y no solo porque la mayor parte de su vida transcurriera aquí y porque aquí muriera (en Aranjuez, concretamente), sino por la increíble calidad de su música. Por suerte, Illán y Nereydas (con un reparto vocal de lujo en el que están, entre otras, la mencionada María Espada, Núria Rial y Anna Quintans) exhumarán en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música la ópera de Conforto La Nitteti, el próximo 7 de mayo.
Llegados a este punto, hay que hacer obligada referencia a Espada, quien tuvo que preparar el programa del concierto de anoche en apenas tres días, por la súbita cancelación, por motivos sanitarios, de Núria Rial. Este mismo programa se grabará próximamente —con Núria Rial, eso sí— y será editado por el sello Sony, ya que forma parte de las Becas Leonardo de Investigación que concede el BBVA y del plan de trabajo del Instituto Complutense de Ciencias Musicales que encabeza Judith Ortega.
La interpretación de Espada (a la que le da igual enfrentarse a un victorino, que a un miura o a un guardiola, porque a cualquier morlaco musical, por muy peligroso que sea, le corta siempre orejas y rabo) fue sublime, magníficamente acompañada por el lustroso sonido de Nereydas, que se mueve en este terreno como pez en el agua. O más que en este terreno, habría que decir que en estos terrenos, pues las primeras obras del programa (Hasse, Jommelli y Sabatino) entraban de lleno en el Estilo galante, mientras que las de Conforto, Di Capua, Cafaro y Duni se negaban a abandonar ese Barroco que ya estaba a punto de fenecer gloriosamente. Y todo ello, a pesar de que todos estos compositores nacieron en un lapso de apenas quince años.
Como propinas, para endulzar aún más la velada, las arias Verso già l’alma col sangue, de la serenata haendeliana Aci, Galatea e Polifemo, y Llegar ninguno intente, de zarzuela Iphigenia en Tracia de José de Nebra.
Eduardo Torrico
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