MADRID / Nereydas se adentra en los aposentos de Bárbara de Braganza
Madrid. Fundación BBVA (Palacio del Marqués de Salamanca). 10-V-2024. Núria Rial, soprano. Nereydas. Ulises Illán, dirección. El libro secreto de Bárbara de Braganza. Obras de Hasse, Conforto, Jommelli, Cafaro, Duni et al.
La asociación de Bárbara de Braganza con la música es un caso excepcional dentro de la realeza española. Dejando de lado el caso de otra reina, Isabel de Farnesio, no es fácil encontrar una figura monárquica que sintiera un interés similar por el arte musical. Bárbara de Braganza cantaba y componía de manera competente y era una excelente clavecinista; no en vano su maestro fue Domenico Scarlatti, que llegó a la corte española precisamente desde Portugal acompañando a la entonces princesa de Asturias tras el enlace con el futuro Fernando VI en 1729. Los testimonios de la época nos hablan de una mujer no muy agraciada pero de porte majestuoso y que atesoraba numerosas cualidades: era culta, políglota, inteligente, amable y poseía grandes virtudes morales.
Convertida en reina consorte en 1746 tras la muerte de Felipe V, reunió una gran biblioteca, y dentro de ella la música ocupó un lugar de privilegio. Entre ese legado, la musicóloga y clavecinista Sara Erro descubrió hace unos años un doble volumen con música privada destinada a interpretarse en la Real Cámara dentro de un ámbito privado. Tal y como señaló el director de Nereydas, Ulises Illán, durante una de sus alocuciones en el concierto, esta música supone una suerte de álbum de familia pues muchas de las obras contenidas en él fueron originalmente concebidas para interpretarse con ocasión de natalicios, esponsales, cumpleaños o aniversarios, con lo que tendrían un gran valor sentimental para la reina, que decidió compilarlas. Hay que imaginarse a la propia Bárbara de Braganza en esas veladas nocturnas interpretando estas piezas junto a otros músicos, acompañando al clave o incluso cantando dúos con el mismísimo Farinelli.
Los autores representados en este álbum corresponden plenamente al gusto y las modas de la época: Hasse, Galuppi, Jommelli, Latilla y otros compositores napolitanos que en la Europa de mediados del siglo XVIII encarnaban el estilo imperante, con sus atractivas melodías y texturas simplificadas, aligeradas de contrapunto y con disonancias pulidas de sus aristas más vivas. Estos son los autores que se programaban en las temporadas de los teatros del Buen Retiro y de Aranjuez bajo la dirección de Farinelli, el factótum de la vida musical de la corte protegido por la reina. Alguno de ellos incluso recaló en la corte española, como Nicola Conforto.
En el concierto que nos ocupa se alternaron sinfonías de óperas de estos compositores –algunas no contenidas en el Libro– con arias para soprano que corrieron a cargo de Núria Rial. En el disco, que aparecerá próximamente en el sello DHM, con los mismos intérpretes y parecido programa, se incluirán algunos dúos con la presencia adicional de las también sopranos Jone Martínez y Lucía Caihuela.
Nereydas decidió empezar el concierto con música de Hasse, compositor del que nos ofrecieron hace unos meses en la Fundación March una estupenda muestra de su faceta bufa con el intermezzo Grilletta e Porsugnacco. Tocaba el turno ahora a la ópera seria, al dramma per musica que tantos éxitos le granjeó en vida al compositor sajón, con Demofoonte, de la que se interpretó su atractiva sinfonía y el aria “Se tutti i mali miei”, sobre un texto de Metastasio que también fue puesto en música por compositores como Caldara, Gluck o el mismísimo Mozart en una de sus primeras arias de concierto.
Siguieron otras arias sobre textos del poeta romano: la impetuosa Voi che le mie vicende de Semiramide riconosciuta de Jommelli, “Rendimi più sereno” de Ipermestra de Pasquale Cafaro y “Fra l’amante e la nemica” de Arsace de Nicola Sabatino. El único ejemplo al margen del cuasi monopolio de libretos metastasianos fue la patética –entiéndase, todo lo patética que puede ser un aria napolitana del siglo XVIII– “Deh, se pietà pur senti” de Mario in Numidia de Rinaldo di Capua, cuyo libretista fue Giovanni Pietro Tagliazzuchi. Jommelli y los menos conocidos Cafaro, Sabatino y di Capua son todos exponentes de esa factoría napolitana de compositores que suministraba música, músicos y modelos a seguir a toda Europa.
Al tratarse de composiciones a mayor gloria del virtuosismo de los cantantes, Nùria Rial corría con la parte más comprometida. La soprano catalana sigue deleitando a sus admiradores con su voz clara, nítida y esa forma tan personal y embelesadora de cantar. Encandiló al público –como siempre en este espacio, muy respetuoso– a medida que transcurría el concierto hasta llegar a ser ovacionada en la última aria de Sabatino. Sus intervenciones no se caracterizaron por un gran despliegue vocal sino que dio a sus lecturas un tono más intimista, acorde con el contexto privado que se quería recrear en el concierto. Como propina ofreció el aria de Barbarina de Las bodas de Figaro, “L’ho perduta”, la misma aria que canta en la para algunos –entre ellos el propio Ulises Illán, tal y como confesó– mítica versión de René Jacobs (Harmonia Mundi, 2004). Y la cantó con el mismo encanto y sencillez que en la versión discográfica, veinte años después, lo cual habla de la frescura de su voz.
Entre aria y aria se interpretaron fragmentos de oberturas de Conforto, Cafaro y Egidio Romualdo Duni, un curioso compositor que, tal y como comentábamos a raíz de un disco de reciente publicación –y como señalan las amplias e informadas notas del concierto de Alberto González Lapuente–, contribuyó al nacimiento de la opéra-comique. Todas ellas sonaron con empaque, a pesar del escaso orgánico con tan solo dos violines, dentro de ese enfoque camerístico que tuvo toda la interpretación. Los músicos de Nereydas, liderados en esta ocasión por la violinista Paula Pérez, ofrecieron una prestación sensacional, poniendo de relieve el trabajo reciente para la grabación y el más lejano para un concierto que tuvo lugar en 2021 en la Capilla del Palacio Real, en tiempos todavía marcados por los efectos de la pandemia, y que supuso el estreno de este programa.
Ulises Illán, por su parte, demostró la enorme afinidad que tiene con este repertorio, atento en todo momento a las inflexiones de la música y los recursos retóricos para enfatizar el texto. Y, sobre todo, dejó claro una vez más su envidiable capacidad para impulsar y llevar a buen puerto proyectos musicales de enorme interés histórico, musical y patrimonial.
Imanol Temprano Lecuona
(fotos: Fundación BBVA)