MADRID / Moviendo afectos
Madrid. Fundación Juan March. 27-II-2021. María Espada, soprano. Nereydas. Director: Javier Ulises Illán. Obras de Pergolesi, Nebra, Avison y Haendel.
Hay algo que une a Giovanni Battista Pergolesi, José de Nebra y Charles Avison: los tres nacieron comenzado ya el siglo XVIII, aunque los tres se mantuvieron musicalmente dentro de los cánones barrocos, sin la más mínima claudicación ante las veleidades del Estilo galante. Eso sí, siempre nos quedará la duda de hacía dónde habría derrotado el primero de no haber fallecido tan prematuramente (solo vivió 36 años). Como en el caso de Nebra, el de Iesi le dio tanto a la música escénica como la sacra, con algún que otro concierto de por medio (buena parte de ellos, según se ha encargado de ir demostrando el tiempo, de autoría espuria, porque fue tal su fama que, a su muerte, no dudaron en atribuirle obras que no había escrito, para que las partituras se vendieran mejor). Nebra no fue de escribir música orquestal, pero, al contrario que Pergolesi, su producción organística fue notable.
Comparado con ellos dos, Avison es un caso atípico, pues se concentró en la música orquestal. En concreto, en la de la tradición italiana del concerto grosso que había llevado a Inglaterra Francesco Geminiani. Sin embargo, sus conciertos más conocidos (Concertos in seven parts done from the lessons of Domenico Scarlatti) no son ‘suyos’, sino del referido Scarlatti, pues tomó sonatas para teclado del napolitano y construyó con ellas (eso sí, de forma admirable) varios concerti grossi. A Avison le dio la ventolera (sabe Dios qué mosca le habría picado) de zaherir públicamente, en su Essay on Musical Expression, ni más ni menos que a Haendel, es decir, al compositor más respetado, admirado y venerado por sus coetáneos (porque el respeto, la admiración y la veneración hacia Bach es cosa del siglo XX, no lo olvidemos).
Ignoro si, a la hora de confeccionar del programa celebrado ayer en la Fundación Juan March, Javier Ulises Illán, director de Nereydas, tuvo en cuenta estas consideraciones para incluir en él a estos cuatro compositores. El título de ciclo (Música, tentaciones y pecados) tiene más que ver con esas pasiones (afectos, por utilizar la terminología barroca) que tan magistralmente supieron plasmar aquellos barrocos. En un caso o en otro, da igual, porque si la finalidad de la música es despertar sensaciones y emociones en quien la escucha, el objetivo se cumplió con creces. La primera parte estuvo dedicada a los tres nacidos en la primera década del XVIII y la segunda, al venerable Haendel.
Contar con una soprano como María Espada es una bendición del cielo para cualquier ensemble u orquesta. Este concierto comenzó con la bellísima Salve Regina en Do menor, obra injustamente opacada, dentro de la producción de Pergolesi, por su omnipresente Stabat Mater, que de tanto programarse en salas de conciertos y de incluirse en grabaciones discográficas acaba repitiendo como el ajo en cualquier estómago. Tras tan contundente entrada (nada de una obrilla menor para ir calentando motores), fue el turno del gran genio español de la centuria, Nebra, el único que pudo rivalizar con las luminarias italianas que llegaron a nuestro país de la mano de los reyes de la nueva dinastía borbónica. De su zarzuela Iphigenia en Tracia (al libretista Nicolas González Martínez se le debió de ir la olla cuando no situó a Ifigenia en Áulide ni en Táuride, sino en la lejana Tracia), Espada y Nereydas abordaron la primorosa aria de Orestes Llegar ninguno intente, que también sirvió para el bis de despedida. Y de Avison tuvimos una deliciosa dosis de sus lessons scarlattinas, con dos movimientos (Largo y Allegro) del Concierto nº 5 en Re menor.
Pero la parte del león se la llevó, como no podía ser de otra manera, Haendel, con fragmentos varios de Ariodante (la obertura y el aria de Ginebra Volate amori), Aci, Galatea e Polifemo (la conturbadora aria de la muerte de Acis, Verso giá l’alma col sangue) y Giulio Cesare (las arias de Cleopatra Piangerò, la sorte mia y Da tempeste). Fue aquí cuando cantante y ensemble (seis violines, viola, violonchelo, contrabajo y clave) sacaron a relucir lo mejor de sí mismos. La música de Haendel siempre es buena, pero, cuanto mejor se interpreta, más se disfruta de ella. Y el disfrute fue grande, porque el grupo de Illán estuvo realmente espléndido.
Concluyo con una consideración que no debería caer en saco roto: no era práctica habitual entonces, y mucho menos ahora, que un grupo de cámara, cuyo formato es siempre reducido, cuente con un director que se dedica solo a dirigir y no a tocar también un instrumento; es un plus añadido en la búsqueda de la excelencia. Se nos hace extraño, porque estamos acostumbrados a otra cosa, pero que alguien indique a cada momento lo que pretende de cada intérprete no tendría que tomarse por algo baladí.
Eduardo Torrico
Durante 30 días el audio del concierto estará disponible en el Canal March de la Fundación Juan March.
Programa:
Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736)
Salve Regina en Do menor
José Nebra (1702-1768)
Iphigenia en Tracia (selección)
Charles Avison (1709-1770)
Concierto nº 5 en Re menor, “from the Lessons of Domenico Scarlatti” (selección)
Georg Friedrich Händel (1685-1759)
Ariodante HWV 33 (selección)
Aria “Verso già l’alma col sangue” (Aci), de Aci, Galatea e Polifemo HWV 72
Giulio Cesare in Egitto HWV 17 (selección)