MADRID / Michieletto y el corazón de Butterfly
Madrid. Teatro Real. 30-VI-2024. Saioa Hernández, Matthew Polenzani, Lucas Meachem, Silvia Beltrami, Mikeldi Atxalandabaso, Tomeu Bibiloni, Fernando Radó, Marata Fontanals-Simmons. Dirección musical: Nicola Luisotti. Dirección de escena: Damiano Michieletto. Puccini, Madama Butterfly.
Michieletto acierta de pleno al sumergirse(nos) en el núcleo real de esta “tragedia japonesa”. Se sabe desprender de lo accesorio y de lo contingente, de las referencias tópicas a kimonos, casitas de papel, cerezos y demás iconografía inventada por la mirada occidental sobre Japón. No. Se retrotrae a la novela seminal de Pierre Loti, descarnada, sórdida, sin concesiones a la sensiblería, esa misma sensiblería que Belasco y luego Giacosa e Illica le superpusieron para mover la sensibilidad de los públicos teatrales. El regista se centra en lo esencial: la explotación sexual y la dominación político-cultural. De los barrios de prostitutas de Nagasaki de 1900 nos traslada al distrito de comercio sexual de cualquier gran ciudad japonesa de la actualidad, con sus neones, pantallas, puestos de comida callejera, jóvenes casi niñas que venden sus cuerpos con los atuendos clásicos de los mangas, proxenetas y traficantes de drogas. Todo muy actual, como ven. Y todo mediatizado por el poder del dinero, ese dinero que Goro, Yamadori, Sharpless, Pinkerton o la propia Kate quieren una y otra vez obligar a tomar a Cio-Cio-San, sin que ésta entienda que el dinero pueda hacer desaparecer su amor por Pinkerton y por su hijo.
La dirección de actores está medida al milímetro, es puro teatro, suplementada por una magnífica iluminación y un vestuario brillante y lleno de referencias a lo que cada día se puede ver en las redes sociales y en las noticias. Michieletto subraya también con sentido dramático el sentido de superioridad con el que se guía Pinkerton en referencia a Japón, superponiendo imágenes de operaciones militares americanas en Oriente mientras el tenor enuncia el famoso “America for ever”. Hubo también poesía en medio de tanta sordidez canalla, como la escena de figuras en las sombras durante el coro “a bocca chiusa” el momento en que Butterfly y Suzuki decoran con flores la casa para recibir a Pinkerton.
Nicola Luisotti realiza una lectura magistral de la partitura, desde un preludio llevado con energía y tensión. Es la suya una respiración naturalmente teatral, sabe subrayar las tensiones internas que emanan de la orquesta, haciendo que manen oleadas de pasión sonora del foso en los pasajes más dramáticos. Pero también consiguió momentos de una bellísima delicadeza con un sonido orquestal mórbido durante el gran duetto del primer acto, o con un muy matizado pizzicato durante el ya mencionado coro a boca cerrada. Los golpes de timbal que presagian el trágico final pocas veces han sonado de forma más acuciante.
A Saioa Hernández no acaba de encajarle el primer acto, pues a una voz de su empaque, color oscuro y squillo le cuesta muchísimo amoldarse a la ingenua niña de quince años, dada sus limitaciones para apianar y regular en un canto íntimo. Incluso en “Un bel dì vedremo” se notó la falta de seguridad en los ataques de la primera frase a media voz. Sin embargo, desde el momento en que le muestra al cónsul a su hijo, cuando Butterfly es consciente de su destino, la soprano se envuelve en esos acentos dramáticos que tanto la caracterizan, firmando una interpretación emocionante y con voz poderosa y dramática.
Matthew Polenzani mostró sentirse también más cómodo cuando tenía que cantar en forte, cuando su voz corre con metal penetrante por toda la sala, aupado todo ello por un fraseo vehemente y dramático. Otra cosa fue en los momentos más líricos. Allí la voz fluctúa, no se emite con nitidez y se aprecian cambios de color por debajo del mezzo-forte, como se evidenció en su arranque de “Addio, fiorito asil”. Quien estuvo soberbio de arriba abajo fue el Sharpless de Lucas Meachem: voz poderosa, de sólidos graves y agudos firmes al servicio de un fraseo meticuloso en todos los registros dramáticos. Su manera de frasear las advertencias y reproches a Pinkerton en la escena final fue de auténtico impacto, como magistral fue su parlato lleno de acentos y matices en la lectura de la carta. Empezó con la voz bamboleante Silvia Beltrami, para luego irla afianzando en el segundo y tercer actos, sobre todo en este último donde pudo poner en valor su sentido del color y de la expresión dramática. Impecable vocal y teatralmente el Goro de Atxalandabaso en una versión canalla y despreciable de su personaje que es uno de los rasgos más logrados del diseño escénico de Michieletto. Y al mismo nivel los demás personajes, salvo la muy engolada Kate de Marta Fornals-Simmons. En sus breves intervenciones el coro mostró el alto nivel en el que está instalado.
Andrés Moreno Mengíbar
(fotos: Javier del Real)