MADRID / ‘Mas los cuentos vida son’ de David del Puerto: un viaje existencial
Madrid. Auditorio de la Sociedad General de Autores. 31-5-2024. David del Puerto: Mas los cuentos vida son, sobre poemas de José García Vázquez. Un viaje en seis escenas. Enrique Sánchez, barítono. Mario Prisuelos, piano.
Buena y resumida descripción, directamente explicativa de lo que es este ciclo de canciones para voz y piano de casi una hora de duración. Sobre la poesía de rasgos simbolistas de José García Vázquez, rica en evocaciones, en sentires, en descripciones de una existencia plagada de contradicciones, en la que los conceptos y las alusiones, los epítetos y las vivencias se solapan de una manera natural y sorprendente, David del Puerto ha desgranado una música variada y colorista, cambiante en lo rítmico, delicada y sutil, pegada al texto de manera muy natural, evocadora de atmósferas interiores y exteriores.
Una música a su modo descriptiva, de raíz tonal, pero libérrima en sus planteamientos y resoluciones. El compositor ha sabido subrayar desde un piano caleidoscópico, de inusitados contrastes, rico, enjundioso, grave en ocasiones, melodioso, alegre, airoso y retrechero en otras. El mensaje poético, metafórico y a ratos simbolista, nos hizo recordar a veces, salvando las distancias el empleado a finales del siglo XIX por el belga Albert Giraud (seudónimo de Émile Albert Kayenberg) en su Pierrot lunaire: Rondels bergamasques, ciclo de poemas basado en el personaje de la commedia dell’arte Pierrot y que luego sirvió a Schoenberg para alumbrar su rompedor Pierrot lunaire ilustrando la traducción al alemán de Otto Erich Hartleben.
Pero las palabras de García Vázquez van por muy distintos caminos, más ligeros, aunque no más superficiales; más bienhumorados y cercanos a la vida que nos rodea, de la que disfrutamos y en la que penamos. Descripciones del día a día, del sentir común, siempre enmascarado en un lirismo de muy buena ley. Así reza, por ejemplo, un fragmento del segundo poema, La mañana: Y es que la primavera no basta: “Ardua cuesta de enero cotidiana que un sol costoso busca, esquivo que no llega, penando de peña en peña, por la senda del duro trasegar de algún ente con promesa; absorto pulula en mercadillo de techo inalcanzable de suelo quebradizo en un mundo en exceso interpretado…”
Esta secuencia de La noche, nº 5, es también muy expresiva: “Con el huso de zombi adormecida, la luna lunera cascabelera, que todo lo sabe y todo lo ve, teje en su rueca por abrumadas hojas esparcidas en busca, entre cenizas, del sentido con sus dudas y honores invisibles… ¡qué desatino!…” La luna, tan presente en Pierrot lunaire…
Es de admirar el tino, la imaginación, el entendimiento con los que el compositor ha vestido y revestido los versos libres, dando a cada poema, a cada fragmento lo necesario para resaltar ideas y descripciones exteriores e interiores. Hay en el juego musical mucha riqueza y un continuo fluir de efectos pianísticos y vocales de la mejor ley. La atención queda prendida nada más empezar, Non troppo lento, in tempo giusto (negra=70) con ese aparentemente simple juego pianístico una corda, con la indicación “trémolos: lo más rápido posible, iguales, mecánicos”. Luego, después de la entrada de la voz, el ritmo se empieza a alterar con un permanente cambio de compases (4/4, 2/4, 3/4), algo usual en la escritura del compositor.
La música fluye amena en continuo servicio al texto en medio de muy detalladas indicaciones expresivas. Y ritmos de contagiosa animación; algo perceptible, por ejemplo, en ese repetido 12/8 que vertebra el tercer poema, Cruzando el valle del mal y del bien. En el nº 4, Sainete vespertino, detectamos un tempo di vals y una referencia directa a Così fan tutte de Mozart: “El amor es mucho y poco, Fiordiligi bien lo sabe”, con notas extraídas de la ópera. Que conectan poco más adelante con las derivadas de dos títulos de Strauss, Arabella y Ariadna en Naxos: “a un dudoso carpe diem invitan Zerbinetta y Arabella…”
Hay, pues, mucha riqueza y variedad en estas canciones, tan contrastadas, tan vivaces, tan reflexivas a veces; y tan bien esculpidas por la mano de Del Puerto. La riqueza de las indicaciones facilita sin duda la labor de los intérpretes; a la vez que la complica. La música proviene, según al compositor, de “manantiales sonoros muy diversos, tal como me pedía la variedad y riqueza del texto, pero confluyen todos ellos, claro está, en un caudal unificado por mi manera de expresar”.
Para decir, expresar, tocar todo ello es necesario contar con dos protagonistas muy avezados, serios y rigurosos. Como los que han participado en este estreno: el pianista Mario Prisuelos y el barítono Enrique Sánchez, protagonistas de tantas nuevas experiencias. Aquel, demuestra dominio, seguridad y musicalidad sin tacha a lo largo de una escritura plagada de exigencias del más variado tipo, que sabe traducir sin esfuerzo y siempre con naturalidad y eficacia. Este se pliega a lo exigido sin problemas. La suya es una voz muy lírica, de espectro no especialmente rico, pero extensa, de tinte muy agradable, emitida por derecho, de forma muy natural y libre. Se le pide ascender al Mi y al Fa agudos y cantar episódicamente en falsete, cosas que hace sin problemas. Ha de cantar y de hablar, lo que le dio oportunidad para demostrar sus facultades de sobrio y convincente actor.
Buen triunfo final ante una audiencia que poblaba la salita de la SGAE y que estaba constituida en parte por una buena representación de los que han subvencionado la excitante aventura.
Arturo Reverter