MADRID / ‘Marina’: Buen comienzo de la nueva temporada del Teatro de la Zarzuela
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 9-X-2024. Sabina Puértolas. Ismael Jordi. Juan Jesús Rodríguez. Rubén Amoretti. Ángel Rodríguez. Graciela Moncloa. Juan Sousa. Román Fernández-Cañadas. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Rondalla Lírica de Madrid “Manuel Gil”. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: Bárbara Lluch. Emilio Arrieta / Francisco Camprodón, Miguel Ramos Carrión: Marina.
Si la temporada 2016/17 del Teatro de la Zarzuela concluyó con un título como Marina, ópera siempre bien recibida por el público, ahora, siete años después, vuelve en una nueva producción para inaugurar la temporada 2024/25. De hecho, Marina es uno de los títulos de mayor presencia en este escenario, como corresponde a un autor tan vinculado al teatro de la calle Jovellanos como lo fue Emilio Arrieta. Símbolo de fracaso y triunfo, Marina posee todos los ingredientes para que se haya mantenido viva no solo en el repertorio teatral, sino en el ideario colectivo de un pueblo, merced a su sabia combinación de costumbrismo, romanticismo, amores ocultos y malentendidos. Estrenada como zarzuela en dos actos el 21 de septiembre de 1855, evolucionó a ópera dieciséis años después en una muestra de la aspiración por conseguir una ópera verdaderamente nacional para nuestro teatro lírico.
Arrieta es uno de los protagonistas de aquella generación de músicos que inicia “la edad de oro” de la zarzuela. Nace, casualmente, el mismo año que Barbieri muere y, también casualmente, el mismo año que su amigo Barbieri. Por cierto, en los últimos años de su vida, Arrieta se vio envuelto en una curiosa polémica epistolar con su colega de tanto tiempo, Barbieri, quien le “riñó” por la óptica italianista que le había impreso al Conservatorio de Madrid. Extractos de esta tan acre como interesante correspondencia fueron publicados por don Julio Gómez en noviembre de 1940, en la revista Ritmo (núm. 140). Fue casi a la fuerza autor de zarzuela, ya que jamás olvidó su época de Milán ‒llegó a estrenar allí una ópera suya: Ildegonda (1845)‒ y realizó su sueño de ser autor de ópera en España, convirtiendo en ópera su zarzuela Marina. Por si fuera poco, la herencia que dejó con su producción musical colaboró a la continuidad del género, protegiendo a un músico que comenzaba, Ruperto Chapí.
Se puso con entusiasmo Arrieta a la tarea inspirándose en un libro que le recordaba sus días de mar en el “Vigilante”, cuando quince años atrás se embarcaba en Barcelona para Génova. Este libreto de costumbres marineras, con acción en la Costa Brava catalana, era original de Francisco Camprodón, que al fin llevaba al teatro un ambiente que conocía y unos personajes entre los que había vivido. Gentes sencillas de mar, trama simple e ingenua y versificación fácil es lo que ofrecía Marina, nada despreciable, si repasamos los libretos europeos, la mayor parte de las óperas excelsas adolecen de los mismos convencionalismos dramáticos, o lo que es peor, resultan más melodramáticas y menos verosímiles que Marina. Según el cronista local Fábregas i Barri, parece ser que el argumento de la obra está basado en una dramática historia marinera que tuvo lugar en el mismo Lloret de Mar.
En lo tocante a influencias formales, siempre se ha señalado la excesiva dependencia operística de Marina en la que sus personajes cantarán bajo la influencia, harto considerable, del melodismo italiano. Supo aprovechar el compositor todas las escenas de la obra y comunicarles un lirismo que a veces no tenían. No les dio a sus marineros y pescadores catalanes el verdadero lenguaje musical que les correspondía. Aunque Camprodón hubiera situado a estos pescadores en la costa gallega igualmente cantarían al estilo italiano, ya que Arrieta no podía desprenderse de una carga que llevaba con tanto gusto. Pero hay que reconocer en sus melodías una sustancia jugosa y fresca, mezcla de humor y suave romanticismo, que las vitaliza y las hace perdurables.
Por otro lado, esta pieza que marcaba un aparente cambio de rumbo en su producción como zarzuela en dos actos, estrenada en la temporada de otoño de 1855 en el Teatro Circo, no gozó del aprecio popular que disfruta en la actualidad, sino que su éxito quedó reducido a seis representaciones y las giras por provincias. El comienzo de su éxito duradero lo lograría años después, a partir de su escucha por primera vez el viernes 23 de marzo de 1860 en el Teatro de la Zarzuela y más tarde, desde 1871, cuando alcanza su formato definitivo en su arreglo como ópera en tres actos. La transformación la llevó a cabo Miguel Ramos Carrión, una labor bastante respetuosa con el original de Camprodón, fallecido un año antes. Hay que tener en cuenta que, en la adaptación de Marina como ópera, el argumento de la zarzuela fue muy resumido por Ramos Carrión, dejando sobreentendidos elementos de la trama que en el texto original estaban explicados en la parte hablada.
El estreno de la versión operística de Marina tuvo lugar en el Teatro Real el 16 de marzo del año señalado, cantada por Enrico Tamberlick, Angiolina Ortolani, Gottardo Aldighieri y Luigi Gassier. Es la primera obra que se cantó en castellano en la historia del Real. Don Luis Carmena y Millán en su Crónica de la Ópera italiana en Madrid, afirma que tuvo éxito y los cantantes fueron muy aplaudidos, destacándose que habían cantado, con relativa perfección en su pronunciación, en un idioma que no era el suyo.
La producción que presenta estos días el Teatro de la Zarzuela en diez funciones es nueva. En esta ocasión con la dirección escénica de Bárbara Lluch, ya conocida en este teatro por sus montajes de La casa de Bernarda Alba (2018) y El rey que rabió (2021) y la dirección musical de un buen conocedor de la obra de Arrieta, José Miguel Pérez Sierra, director titular del teatro desde 2022, y que ha dirigido en el mismo más de cien funciones, siendo las últimas: El barberillo de Lavapiés (2019, 2022), Benamor (2021) y La verbena de la Paloma (2024). La versión de Marina que ahora se presenta restituye la ópera en su integridad (veintitrés números), tal y como se estrenó en 1871. Para ello ha sido fundamental el trabajo de investigación y edición de María Encina Cortizo y Ramón Sobrino (2005). Versión que ya integró las anteriores producciones de 2013 y 2017.
Marina, en su formato operístico su acción se concentra más en los protagonistas, por eso es obra del cuarteto vocal con facultades, compuesta para tenor lírico, barítono cómico, un bajo cantante y una gran tiple, soprano lírico-ligera, pues Arrieta puso en su particella mucho lucimiento, pero también mucha dificultad, desde la primera y bellísima aria hasta su Rondó final. Páginas musicales en las que la presencia del mar está latente. Por ello se han elegido cuidadosamente los dos repartos del elenco vocal.
Sabina Puértolas (Marina). Joven huérfana, enamorada de Jorge, indecisa en la afinación en un principio, se adueñó a lo largo de la representación de su complejo personaje con su personalidad actoral y lució su belcantismo en el tercer acto. Ismael Jordi (Jorge), capitán de barco enamorado de Marina, mostró sus facultades con elegante canto, posee bonito timbre y firmeza en los agudos. Juan Jesús Rodríguez, de contundente voz baritonal, dotó al simpático Roque, contramaestre del barco de Jorge, expresividad y clara vocalización, mientras que Rubén Amoretti en Pascual, rudo trabajador, enamorado de Marina, desarrolló su papel con estable emisión de voz. Apoyó la representación con buen nivel el Coro titular, así como el resto del reparto. El segundo reparto también lo conforman cantantes de prestigio: Marina Monzó, Celso Albelo, el barítono italiano Pietro Spagnoli y el bajo Javier Castañeda.
No es fácil escenificar una obra como Marina, aunque la intriga es bobalicona y sin sentido, el público está dispuesto a perdonarlo. Discutible la propuesta escénica de Bárbara Lluch, destacable en algunos detalles y en momentos incomprensibles, pero nada novedosa, al igual que el vestuario de Clara Peluffo. La escenografía de Daniel Bianco contiene belleza, pero es verdad que recuerda a alguna otra producción en este mismo escenario. Acertada la iluminación de Albert Faura que recrea la luminosidad mediterránea. Todo ello acompañado desde el foso por la Orquesta de la Comunidad de Madrid en algunos momentos desajustada al mando de Pérez-Sierra que expuso la partitura con cierta tosquedad y falta de necesarios matices, corregidos en gran parte en el último acto.
Es evidente que Marina goza de gran popularidad. La sala se vio abarrotada de público, como se espera en las próximas funciones, que la premió a su término con acalorados aplausos.
Manuel García Franco
(fotos: Javier y Elena del Real)