MADRID / Magnífico Grieg de Andsnes con Gardner y la Filarmónica de Londres
Madrid. Auditorio Nacional (Sala sinfónica). Ibermúsica 22/23. 1-III-2023. Leif Ove Andsnes, piano. Orquesta Filarmónica de Londres. Director: Edward Gardner. Obras de Benjamin, Grieg y Rachmaninov.
Segundo concierto de la Filarmónica de Londres en la temporada de Ibermúsica 22/23. La orquesta que fundara el inefable Thomas Beecham en 1932 ha estado en estos dos conciertos madrileños bajo la batuta de su actual titular (lo es desde 2021), el también británico Edward Gardner (Gloucester, 1974), que debutaba con estos conciertos en el ciclo madrileño. La coincidencia con el magnífico recital de Kavakos y Pace ayer nos impidió presenciar el primero, que presentaba un programa atractivo (Séptima de Dvorák y Variaciones Enigma de Elgar).
Este segundo programa contaba con una obra relativamente reciente (concebida a principios de los ochenta pero completada en los primeros años noventa) del también británico George Benjamin (Londres, 1960): Sudden time. Nos dice Juan Manuel Viana, en sus muy informativas y bien documentadas notas, que Benjamin recuerda su inspiración para esta partitura, de aproximadamente un cuarto de hora de duración: “Un sueño que tuve una vez en el que el sonido de un trueno parecía extenderse hasta durar al menos un minuto antes de circular en mi cabeza, como una espiral. Al despertar, me di cuenta de que lo que había experimentado era el primer segundo de un trueno real”. Es difícil, al menos para el firmante, conectar esa evocación en la escucha de la obra que, en todo caso, está plagada, como señala Viana, de pulsaciones fugaces y contradictorias y, pese a un masivo contingente orquestal, que incluye media docena de percusionistas con múltiples tareas e instrumentos, tiene una impactante transparencia camerística (a menudo se emplean solo los primeros atriles de la cuerda, y el solo de viola final es todo un testimonio de que la plantilla en pleno apenas llega a utilizarse de manera simultánea) y un indudable interés en sus combinaciones tímbricas.
La primera parte se completaba con la obra que, pese a ser bien conocida, era probablemente la de mayor interés del programa: el Concierto para piano y orquesta de Grieg. Lo era porque el solista era uno de sus mejores intérpretes actuales: el noruego Leif Ove Andsnes, y también porque Gardner mantiene una afinidad palpable con Noruega. Es titular de la Filarmónica de Bergen desde 2013, y lo será hasta final de la temporada 23/24, momento en que asumirá otra titularidad, también noruega: la dirección de la Ópera Nacional de ese país en su capital, Oslo.
La segunda parte se centraba en las tres Danzas sinfónicas de Rachmaninov, una creación postrera en la producción del músico, que discurre con más fluidez que sus sinfonías, y que encuentra, para quien esto firma, su mejor expresión en la segunda, un vals en el que, como señala Viana, hay resonancias (en cuanto al carácter), del Vals triste de Sibelius y La valse de Ravel, en una mezcla de singular belleza.
La Filarmónica de Londres es una formación compacta, con una sección excelente de madera, una cuerda notable, aunque no excepcional en presencia, unos metales compactos, aunque con alguna aspereza puntual, y una percusión excelente. Gardner, por su parte, es director de sólida formación y oficio, gesto claro y elegante, atento y sensible, constructor siempre de un discurso fluido y bien elaborado. Conoce bien la partitura de Benjamin, que dirigió con notable implicación, exquisita claridad, excelente sentido del ritmo y cuidadísimo matiz, incluido el evanescente final. El lenguaje de la obra no es el más inmediatamente asequible del mundo, y quizá ello explique la fría (como la temperatura del día) acogida que le dispensó el público.
Acogida que cambió radicalmente tras la conclusión del Concierto de Grieg. Andsnes confirmó lo ya apreciado otras veces: es un pianista de técnica magnífica, poseedor de una sonoridad bella, redonda y de ancha dinámica, preciso y ágil en el mecanismo, y criterio musical que ha ganado con los años en hondura y sensibilidad, ahora traducidos en un discurso de gran belleza y de solidez incuestionable. Tuvo impactante energía su brillante comienzo, decidido impulso el primer motivo y envidiable aliento lírico el segundo, inicialmente cantado de forma excelente por los chelos (probablemente lo mejor de la cuerda británica).
Manejando con acierto la agógica, el noruego despachó con insultante perfección y facilidad la nada fácil demanda de virtuosismo del primer tiempo, culminada en una cadencia precisa, poderosa (tremendas e impecables, fulgurantes octavas) pero dibujada también con una elegancia sobresaliente, y coronada en una coda final de apabullante poderío. Presentó Andsnes un discurso fluido, lleno de poesía, en el hermoso Adagio central, bien secundado por un Gardner que se siente indudablemente muy cercano al idioma de Grieg. Tuvo envidiable alegría y vitalidad rítmica el tercer tiempo, de incuestionable sabor de danza popular, cerrado de manera brillante (con tan solo algún ataque no perfectamente conjuntado entre solista y orquesta). Pianismo de primerísima clase, sin la menor duda. Así lo reconoció el público que, esta vez sí, ovacionó con calor a los intérpretes. Andsnes regaló una de las joyas que ocupan su último disco (que, dicho sea de paso, es magnífico): el Furiant, séptimo número de los Poetic Tone Pictures de Dvorák, colección que acaba de grabar completa.
Gardner ofreció después una muy notable lectura de las Danzas de Rachmaninoff, con especial mención para el indudable sabor ruso de la primera, pero sobre todo para la nostálgica elegancia y posterior impulso de la segunda. La sólida, sensible y atenta batuta de Gardner supo extraer el mejor partido a esta partitura crepuscular del ruso, y la orquesta lució excelentes maneras, con mención especial para los solistas de trompa, clarinete, oboe, flauta y saxo, además del notable solo del concertino en la segunda danza. Mención especial el inteligente manejo del rubato en el vals, y el envidiable vigor rítmico de la danza final.
Éxito notable, no excepcional, ante el que Gardner volvió nuevamente los ojos a Noruega, para regalar una hermosa lectura del Nocturno de la Suite lírica de Grieg. Un buen concierto, pero sobre todo una magnífica interpretación del Concierto de Grieg por su compatriota Andsnes.
Rafael Ortega Basagoiti