MADRID / Lo que el ojo no ve y el oído apenas acierta a escuchar

Madrid. Teatro Monumental. 27-V-2022. Ciclo de Jóvenes Músicos. David Martín, violonchelo. Luis Alejandro García, guitarra. Orquesta Sinfónica RTVE. Director: Luis Miguel Méndez. Obras de Dvorák, Sierra y Borodin.
Concluyó en el Teatro Monumental de Madrid el XXII Ciclo de Jóvenes Músicos de la Orquesta Sinfónica y Coro de Radio Televisión Española (ORTVE) con un concierto de galardonados en el Concurso Juventudes Musicales de 2018. En realidad este concierto debería haberse celebrado en 2020, pero la pandemia dio al traste con aquella programación. Así, dos años más tarde y cuatro desde que el guitarrista canario Luis Alejandro García y el violonchelista leonés David Martín ganasen aquel reñido concurso, por fin, el concierto pudo celebrarse. La velada comenzó con unas palabras de Miquel Cuenca, presidente de Juventudes Musicales, quien recordó que la institución ya tiene setenta años de historia y que por ella han pasado artistas como Cristóbal Halffter y Luis de Pablo, ambos fallecidos en 2021. Cuatro años de espera que reflejan que en la música, desde que uno comienza a estudiar un instrumento hasta que sale al escenario, las cosas se cuecen a fuego lento… Esas cosas que el ojo no ve y el oído apenas acierta a escuchar.
El programa del cuarto y último concierto de Jóvenes Músicos de esta temporada lo conformaban tres obras de tres compositores bien distintos: en la primera parte, el muy conocido Concierto para violonchelo y orquesta en Si menor op. 104, de Antonín Dvorák (1841-1904); en la segunda, las también muy conocidas Folías para guitarra y orquesta del puertorriqueño Roberto Sierra (1953) —que en su día grabó el guitarrista cubano Manuel Barrueco, dedicatario de esta obra— y la Sinfonía nº 2 en Si menor de Alexander Borodin (1833-1887). El director invitado para la ocasión fue el pontevedrés Luis Miguel Méndez.
Decíamos antes que hay cosas que el ojo no ve y que el oído apenas escucha. Ventilarse con un par de renglones la interpretación de dos jóvenes artistas —que seguro que merecen más atención— como David Martín y Luis Alejandro García puede resultar injusto, pero a uno, en este caso, le mueve más la emoción que la justicia. Ambos hicieron buenas interpretaciones de sus respectivas obras; muy aplaudidos por el público. Sin embargo, lo mejor fueron las dos breves propinas: David Martín se mostró mucho más potente musicalmente con Flamenco de Rogelio Huget y Tagell (1881-1956); Luis Alejandro García mostró una hermosa musicalidad con el breve Preludio nº 5 de Francisco Tárrega (1852-1909). Las carreras musicales se cuecen lentamente, veremos.
El protagonismo del concierto se lo llevó la sinfonía de Borodin, no ya sólo por la obra en sí, sino por la interpretación de la ORTVE que Luis Miguel Méndez, clarinetista de formación, dirigió de memoria y con acierto. Por cierto, el hermano de Luis Miguel Méndez, Esteban Mendez, es un trombonista brutal que desarrolla su carrera en la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia, en Roma. Borodin compuso su Segunda sinfonía entre 1869 y 1876. Aunque actualmente al compositor petersburgués lo conocemos más por su carrera musical, lo cierto es que Borodin se ganaba la vida como médico y químico, profesión en la que se granjeó mucho éxito. La vida de Borodin es muy interesante. Para empezar, su verdadero apellido debiera haber sido el de un príncipe georgiano: Gedevanishvili. El príncipe Luka Stepanovitch Gedevanishvili fue realmente el padre de Borodin, pero en aquella época se acostumbraba a dar el nombre de los sirvientes a los hijos ilegítimos de los nobles. Uno de los sirvientes del príncipe georgiano era Porfiri Borodin, a quien se le adjudicó la paternidad del hijo bastardo. Fue gracias a su padre biológico como Alexander Borodin recibió una formación académica privilegiada, lo cual le llevó a destacar como médico y químico que hablaba varios idiomas y que, en sus ratos libres, componía música genial.
En 1869, Borodin comienza a componer la Segunda sinfonía inmediatamente después del exitoso estreno de la primera bajo la batuta de su maestro, Mili Balakirev (1837-1910). Entre 1869 y 1876 ocurren muchas cosas en la vida de Borodin —entre otras, fundó la primera Escuela de Medicina para Mujeres en San Petersburgo— y, amén de sus trabajos científicos, escribe la ópera El príncipe Ígor y la opera-ballet Mliada. Por esta razón, en la Sinfonía nº 2 en Si menor uno encuentra evocaciones a estas dos obras. La sinfonía se divide en cuatro movimientos: I. Allegro moderato, II. Scherzo molto vivo, III. Andante y IV. Finale. Allegro. Tiene un tema principal que desarrollan los vientos metales. La interpretación de la ORTVE fue muy buena. Luis Miguel Méndez mantuvo la coherencia durante toda la sinfonía y logró grandes contrastes y dinamismo. Geniales y precisas estuvieron las trompas en el Scherzo; bello el diálogo entre arpa y clarinete y sublimes los trémolos en pianissimi de las cuerdas en el Andante que desembocó sin solución de continuidad en un brillante y potente Finale.
¿Qué ocurrió con las obras de Dvorák y Sierra? Sí, allí sonaron para gusto del público, pero quien suscribe estas palabras quizás solo viera lo que el ojo no ve ni el oído escucha en la obra del hijo bastardo de un príncipe georgiano.
Michael Thallium