MADRID / ‘Las horas vacías’: soledad cibernética
Madrid. Teatros del Canal (Sala Verde). 12-XI-2021. Ricardo Llorca, Las horas vacías. Sonia de Munck, cantante. Mabel del Pozo, actriz. Coro y orquesta del Teatro Real. Director musical: Alexis Soriano. Director de escena: José Luis Arellano.
Aunque circula por el mundo en versión de concierto desde 2007, Las horas vacías ha recibido su estreno escénico en la programación externa del Teatro Real, en este caso en la Sala Verde de los Teatros del Canal. Su autor es Ricardo Llorca, un español residente desde hace mucho en Estados Unidos, de quien no hace tanto se representó en el Teatro de la Zarzuela otra ópera posterior, Tres sombreros de copa. Aquella seguía muy estrictamente el texto de Mihura, mientras que esta, con texto del propio Llorca y Paco Gámez, es un ejercicio más libre que argumentalmente se acerca a la soledad femenina al modo de La voz humana, sea en la versión hablada de Cocteau o en la musical de Poulenc. Aquí la soledad no se resuelve tan trágicamente, pero es incluso más aguda porque la única relación de la protagonista es un ordenador y la fantasmagórica figura de un amor por internet de cuya realidad caben toda clase de dudas.
Es un gran acierto el haber desdoblado el único personaje en una cantante y una actriz, y además haber escogido dos tipos femeninos muy dispares que acaban englobando al personaje en una especie de arquetipo. Desde el punto de vista musical, Llorca pertenece al ámbito americano y se fija mucho, aunque con su personalidad propia, en el minimalismo de Glass o Adams, aunque lo entronca con la polifonía española en una simbiosis muy lograda. Los desarrollos son además muy personales, con escenas que se estructuran unitariamente a partir de una célula del piano que va proliferando en la cuerda. Vocalmente es exigente y virtuosa pero perfectamente factible y de impacto inmediato. Toda la música resulta eficaz y coherente.
Gran parte de la altura del espectáculo y del notable éxito obtenido la tiene la inteligente puesta en escena de José Luis Arellano, que da una cumplida visión de la obra y se apoya en un hermoso y práctico espacio escénico diseñado por Silvia de Marta, un vestuario adecuadísimo de Miguel Ángel Millán, atractivos vídeos de Miquel Ángel Raió y una iluminación acertadísima, como pocas veces se ve en el teatro de hoy día, de Juan Gómez Cornejo. Como espectáculo, lo que se ofrece es de gran altura y absolutamente irreprochable.
Pero también la calidad interpretativa es óptima. Sonia de Munck como cantante y Mabel del Pozo como actriz, están impecables en sus cometidos. El Coro Intermezzo, el del Real, está minuciosamente preparado por Andrés Máspero y los solistas de la Orquesta Sinfónica de Madrid muestran su valía. Y como director de todo eso, un brillante Alexis Soriano, un músico de primera categoría y un director excelente que ha ido situándose con mucho esfuerzo y trabajo, porque es alguien a quien no se han regalado las oportunidades. Aquí concertó irreprochablemente e imprimió a toda la música un sello de calidad interpretativa que se agradece mucho. La totalidad del espectáculo merece la pena.
Tomás Marco