MADRID / Las gracias de Pedro Botero
Madrid. Ateneo. 8-X-2022. Rubén Amoretti, bajo. Esther Roma, actriz. Director musical y piano: Miquel Ortega. Director de escena: Emiliano Suárez. Arias mefistofélicas de La Damnation de Faust de Berlioz, Mefistofele de Boito, Faust de Gounod y Les contes d’Hoffman de Offenbach.
Hemos podido ver y oír en la ilustre e histórica sala del Ateneo de Madrid un curioso y mefistofélico espectáculo protagonizado vocalmente por el bajo cantante Rubén Amoretti, que ha representado a Lucifer con todas las consecuencias: elegante traje negro sin camisa, pies descalzos, abundante pelambrera y, ojo al dato, unos colosales cuernos bien plantados en su frente. Un texto reflexivo en torno a la condición humana, a las influencias diabólicas, adornado con alguna que otra sentencia, de cuyo autor nada se dice, expuesto con mesura y elegancia por Esther Roma desde lo alto de una escalera, nos fue guiando por la procelosa y sobrenatural andadura del Diablo.
Con el acompañamiento, pulcro, expresivo y sensible, del prolífico Miquel Ortega, que inició, vestido también de demonio, el acto con unos compases de la maravillosa aria de Margarita L’altra notte in fonfo al mare, del Mefistofele de Boito, Amoretti fue desgranando con autoridad una serie de arias mefistofélicas en las que lució su generoso caudal. Es sin duda un bajo, se diría que cantante dada su extensión por arriba. El timbre es oscuro, la densidad y anchura son importantes, el espectro es granítico, pétreo, de notable solidez y firmeza, rocoso y percutivo. Puede que a falta de una mayor riqueza de armónicos y de una mayor blandura sonora. Por arriba alcanza sin especiales problemas el Sol 3, en donde, como es lógico, el timbre se hace menos penumbroso. El apoyo es bueno y la técnica de respiración y sostén del aire muy firme.
Con todo ello Amoretti nos ofreció unas cuantas arias, casi todas conocidas, dándole a cada una lo suyo. Es cierto que la afinación no fue siempre perfecta y algunas frases quedaron un tanto borrosas y la agilidad no fue en todo instante del todo justa, como en la Canción de la pulga de La Condenación de Fausto de Berlioz o en el fragmento de Los cuentos de Hoffmann, pero el tono general tuvo gran nivel, tanto por la expresión cuanto por la resolución. Magnífica resultó, por ejemplo, la interpretación de las tres páginas de Mefistofele de Boito: Ave Signor, Son lo spirito che nega y Ecco il mondo, donde el cantante silbó con los dedos en la boca de manera penetrante. Sobrado en El becerro de oro y elegante en la Serenata de Faust. No estaría de más que el Teatro Real contara con él para alguna de sus producciones. Los bajos de verdad no abundan hoy en día.
En todos los casos la actuación escénica, movida por Emiliano Suárez, fue expresiva y ajustada al texto y a la acción que de él se desprende. En ocasiones el artista circuló por entre el público buscando la complicidad y se movió con holgura, de aquí para allá sin problemas. Como lo había hecho meses atrás en el Garaje Lola, en donde esta excursión mefistofélica se representó hace unos meses. Ortega colaboró desde el teclado pegado a la acción escénica y a los giros vocales. El público se lo pasó muy bien y al final todos quedamos embaucados por las gracias de Pedro Botero, que nos dejó su semilla bien plantada. Buena iluminación.
Arturo Reverter