MADRID / Enrike Solinís: lágrimas y mucho más
Madrid. Fundación BBVA. 24-XI-2023. Enrike Solinís, archilaúdes, tiorba y guitarra barroca. Ars lachrymae: Suites de Buxtehude, Froberger, Visée y Bach.
Mucho agradeció Enrike Solinís la invitación de la Fundación BBVA para protagonizar un concierto dedicado al laúd, algo que, por desgracia, se estila muy poco. El carácter recogido, íntimo del instrumento y su repertorio y, en particular, su limitado volumen así lo han propiciado. En este caso, sin embargo, las inconveniencias acústicas de la magnífica sala dispuesta al efecto se solventaron con eficacia recurriendo a la amplificación, algo que disgustará a algunos, pero que, dadas las circunstancias, resultó inevitable.
Quiso el músico vizcaíno aprovechar el evento para hacer un poco de pedagogía musical y presentó nada menos que cuatro instrumentos, al tiempo que, en las diversas pausas iba explicando las características básicas de cada uno. Encomiable esto de educar al tiempo que se entretiene.
Empezó el recital con sendas transcripciones al laúd de dos suites originalmente concebidas para el clave de Dietrich Buxtehude y Johann Jacob Froberger. Las notas lo justifican: dado que el estilo laudístico permeó a lo largo del siglo XVII la técnica clavecinística (el llamado style luthé o brisé), es justo emprender ahora un viaje de vuelta. Las transcripciones, desde luego, están hechas de maravilla y la música se presta a ello sin forzamiento alguno. Ambas son suites canónicas (alemanda, corrente, zarabanda y giga) y fueron interpretadas por Solinís sin solución de continuidad –su brevedad lo permitía–, una magnífica decisión. El laudista hizo gala no solo de su soberbia técnica, sino, en especial, de su sensibilidad a la hora de abordar un repertorio que, bien hecho, contiene una enorme carga emocional, un poso melancólico (ambas suites en tonalidad menor) que resaltó de forma gozosa.
A continuación llegó Francia con su florón más destacado, Robert de Visée, músico favorito de Luis XIV, él mismo guitarrista. Tocó cambio de instrumento, una tiorba, con su sonoridad oscura y profunda. Una gozada en la que, como era propio de los laudistas de su época, toma música de otros y la hace propia integrándola en una suite, presente en el Manuscrito Vaudry de Saizenay. Así, la alemanda es nada menos que la famosísima Les Bergeries del Sexto Orden del Segundo Libro de sus piezas para clave, en su momento incorporado al Notenbüchlein de Anna Magdalena Bach y la corrente es también couperiniana, en este caso de los Concerts Royals. Una música deliciosa, donde las tonalidades mayores acentuaron lo dulce y nostálgico frente a lo lacrimoso. De nuevo Solinís fue un prodigio de sensibilidad, acentuando de forma exquisita las cualidades de la música.
Por último, llegó Bach y, aquí, Solinís cayó rendido haciendo al archilaúd una espléndida Suite en do menor, BWV 997. La conducción de las voces y la fluidez en la fuga fueron excelentes, como su virtuosismo en la complejísima double de la giga final.
Como propina, tras una deliciosa introducción, los celebérrimos Canarios de Gaspar Sanz, tocados con un desparpajo y sandunga y una naturalidad improvisatoria sensacionales. Y en nuevo instrumento: una guitarra barroca ideal para el repertorio.
Un éxito total que pide más conciertos para cuerda pulsada histórica, un repertorio precioso y muy agradecido si, como aquí, se toca con gran nivel artístico.
Javier Sarría Pueyo