MADRID / La viola da gamba y su mejor maestro
Madrid. Círculo de Bellas Artes. 1-III-2020. Círculo de cámara. Jordi Savall, viola da gamba. Obras de Abel, Bach, Schenck, Sainte-Colombe, Demachy, Marais, Hume, selección del Manchester Gamba Book.
No es posible entender hoy la viola da gamba sin asociar su impulso, difusión y extraordinaria vitalidad actual a la decisiva influencia de la carrera de Jordi Savall. Hace medio siglo, la viola da gamba era una gran desconocida, apenas cultivada por unos cuantos interesados en la música anterior al XVII, disciplina en sí misma igualmente minoritaria en el momento. Si hablar de lo históricamente informado es imposible sin mencionar a los ya desaparecidos Harnoncourt, Leonhardt o Brüggen, pensar en la viola da gamba y todo lo que va asociado a esa familia instrumental es pensar en Jordi Savall, que no solo lleva décadas demostrando un absoluto dominio de todos los recursos expresivos y tímbricos de estos instrumentos (y hablo en plural porque son bastantes), sino también acercándonos y descubriéndonos apasionantes novedades en su repertorio.
Después de muchas veladas en los ciclos del Liceo de Cámara, Centro Nacional de Difusión Musical y tantos otros, bien estaba concederle esa “carta blanca” programadora que le dio Antonio Moral en este concierto del círculo de Cámara. Era fácil adivinar que, aunque habría repeticiones con lo escuchado otras veces (inevitables cuando sus presencias han sido tantas), Savall iba a aprovechar la oportunidad para proporcionarnos otro recorrido fascinante por el mundo de este hermoso instrumento. Y así fue. A lo largo de casi hora y media, sin pausa, el músico catalán, evidenciando una energía envidiable en quien está a poco de ser octogenario, recorrió, con ayuda de dos preciosos instrumentos (viola da gamba de 7 cuerdas debida a Barak Norman, Londres, 1697, la más frecuente en sus grabaciones, y viola da gamba de 6 cuerdas, Pellegrino Zanetti, Venecia, 1550, con afinación en scordatura, para la realización de los pasajes en los que la viola había de “imitar” el bordón de la gaita escocesa), el repertorio alemán (Abel, Bach, Schenck), el francés (Sainte-Colombe, Marais, Demachy), el inglés (Hume) y el celta.
Como es habitual, salpicó su actuación con interesantes parlamentos, enumerando las obras que iba a tocar y destacando algunos aspectos de las mismas, pero también (algo que nunca está de más), explicando el origen y características de los instrumentos empleados, aunque su suave voz no siempre llegó con nitidez a todas las localidades del salón de columnas del círculo de bellas artes madrileño, especialmente cuando algún pertinaz tosedor (esperemos que no portador del virus de moda) se empeñaba en hacer el continuo al discurso de Savall, lo que dio como resultado que no todas las explicaciones ni las obras y autores mencionadas resultaran plenamente inteligibles. Han pasado sus buenos cuarenta años desde que escuché por primera vez a Savall.
Nunca ha dejado de sorprenderme la belleza, variedad e intensa emotividad que consigue en este instrumento que, en efecto, tanto se acerca en muchos momentos y obras a la calidez de la voz humana. Ayer, una vez más, desde el arpegiado Preludio de Karl Friedrich Abel hasta las espeluznantes páginas de Sainte-Colombe, las deliciosas de Marais, los preciosos arreglos bachianos (la Allemande de la Quinta suite para violonchelo o la Bourrée de la Cuarta, realizada en un exquisito pizzicato), los atrevidos golpes de arco de Harke, Harke de Tobias Hume, pasando por la deliciosa rusticidad y vitalidad rítmica de Lancashire pipes, lo que pudimos escuchar fue exactamente eso, un precioso retrato de lo que este instrumento, sin aditivo alguno, es capaz de transmitir, cuando se maneja con el dominio que ejerce Savall, por mucho que la agilidad, incluso evidenciando una envidiable condición, no sea ya la de hace veinte años. Hermosa también la improvisación-variaciones sobre la canción de cuna bretona regalada al final. En fin, lo que expresa el titular de esta reseña: una hermosa lección de viola, de su música y de la multitud de cosas que expresa, dictada por su mejor maestro. Un auténtico placer para el oído y para el espíritu.
Rafael Ortega Basagoiti
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