MADRID / La vigencia del sueño romántico en el ballet
Leganés (Madrid). Teatro-Auditorio Universidad Carlos III. 29-IV-2024. Remanso: N. Duato / E. Granados; Swoosh: J. De Luz / Stardust, Dizzy Gillespie y otros; Napoli Divertissement: A. Bournonville / E. Helsted y H. S. Paulli. Piano: Marcos Madrigal. Compañía Nacional de Danza. Director artístico: Joaquín de Luz.
En estos días en que la Compañía Nacional de Danza [CND] vive su cisma particular, a la vez mantiene una frenética actividad de actuaciones y estrenos sucesivos que revelan, paradójicamente, el buen momento artístico de la agrupación titular española. Entre las actuaciones de los Teatros del Canal y la función extraordinaria en el Teatro-Auditorio de la Universidad Carlos III de su campus de Leganés, se fragua un cuadro exponencial de un sostenido nivel de baile alto y una entrega manifiesta por parte de toda la plantilla. Es como si los bailarines, los artistas, dieran una lección a los burócratas y gestores de todo pelaje. Con la sutileza de la danza y a través de su entrega, parece que los artistas le dijeran al político aquel verso visionario de Bertolt Brecht: “Dirigente, permite a los dirigidos dudar”.
Y es que, viendo estas actuaciones a teatro lleno y con un público en pie aplaudiendo, surgen muchas dudas en muy diversos campos; es ponerse la mano a la altura del corazón y decirse: ¿qué estamos haciendo? La primera consideración es defensiva: hay público, y mucho, para el ballet, y a esa masa espectadora que busca su solaz en el ballet -ya sea en los modos más convencionales del repertorio romántico y académico o en las vertientes de la corriente moderno-contemporánea-, no se la puede despreciar, arrinconar e ignorar. Cultura es cultivo y sostenimiento del pasado, en el presente, para buscar un futuro.
El Día de la Danza tuvo su principal celebración en la región madrileña en ese espléndido teatro-auditorio de la Universidad Carlos III, escenario generoso que permite desplegar la planimetría que exige la danza, abrirla a su expansión mayor. No olvidemos que esta universidad tiene su orquesta y que ya, alguna vez, ha acompañado sesiones de danza; un potencial de conjunto muy valioso y a tener en cuenta. Con un programa “triple-bill”, De Luz acierta de nuevo en la variedad modular de las obras y su ordenamiento.
La poca o casi nula repercusión en los medios generalistas a esta celebración mundial, dedicando muy pocas líneas al Día Internacional de la Danza, pone las cosas en claro. ¿Sitio para lamentos? Resulta ocioso hasta lo esperpéntico. Esta incidencia, que podía pasar por anecdótica, toma el pulso a la situación general de la especialidad y al ballet en particular. En el auditorio de Leganés, la atmósfera era otra y primó la calidad con la seriedad que conlleva un estreno absoluto para la CND.
Remanso forma, junto a Cor perdut y Chansons Madecasses, un trío de coreografías superiores del creador valenciano y de ellas, la primera resalta por su transcurrir, muy licuado, desde lo musical a la comunicación sutil de ciertos mensajes subliminales, repartidos con elegancia y sensibilidad. La luminosidad es interior; no hay ese tenebrismo literal que luego abanderó Duato como un flagelo (contra sí mismo y contra su público) sino un amable discurso evocativo y poético. Los tres bailarines, Juan José Carazo, Anthony Pina y especialmente las maneras y tono de un lírico Álvaro Madrigal, ofertaron una ejecución cuidada y musical enmarcada por el altísimo nivel del piano de Marcos Madrigal, que no sólo cuida a los bailarines, sino que entra solventemente en el difícil estilo pianístico de Granados y abre unas ventanas de respiración donde los bailarines se sienten cómodos y capaces. Lo que hace Madrigal con el teclado es ejemplar y representa una ayuda inestimable a los artistas en acentos y tempos.
En el centro del tríptico, la coreografía de De Luz elevó el voltaje de los focos y a golpe de jazz propuso un diálogo a tres que es en realidad a seis, con los instrumentos musicales en que se seccionan los perfiles sonoros y coréuticos. Shani Peretz, Mario Galindo y Erez Ilan se vieron jaleados por la propia función y el entusiasmo colectivo, enfundados en sus playeras de baile (no son unas zapatillas deportivas estándares al uso, sino un calzado de baile específico, algo así como lo que es el llamado ‘piano preparado’ a ciertas partituras contemporáneas) deslumbrantemente blancas a propósito -los pies protagonizan muchos de los efectos- y mostrando cómo se pone el vocabulario ortodoxo al servicio de la heterodoxia estilística.
Cerró la función Napoli Divertissement, el espléndido trabajo de puesta en escena que ha hecho la maestra Arantxa Argüelles con doce bailarines de la CND; sería muy largo aquí nombrarlos, sólo tengo elogios para todos. El término Divertissement viene usándose desde fines del siglo XIX para designar una suite de un ballet mayor o un fragmento literal determinado donde intervienen solistas y cuerpo de baile. Como recurso, es de gran utilidad siendo como es la fragmentación del repertorio una necesidad práctica más que un caprice du maître. El propio Bournonville lo puso en práctica sobre sí mismo.
August Bournonville estrenó su ballet Napoli (Nápoles o El pescador y su prometida) en Copenhague en 1842, menos de un año después del estreno de Giselle en París. Es un ballet romántico de pro, en toda regla, tiene su acto realista y su segundo acto del sueño (esta vez en el la gruta azul de Capri) y un tercero fiestero que culmina con la boda, de donde se extrae este divertimento con tarantela incluida que hemos visto en Leganés bailado con entusiasmo, detallismo y buscando el pulimento.
Coreografía es detalle hasta el punto de que el trazo grueso del movimiento desaparece absorbido en el estilo; ese revestido es el terminado del baile, su inflexivo para pasar de simple dinámica corporal a arte. Argüelles consiguió esto ejemplarmente con la plantilla de doce bailarines dando, de paso, otro acierto: la sensación de unidad del ensemble, esa ilusión visual destinada al espectador de que estamos ante un todo armónico y rítmico, algo así como el tutti orquestal. En Bournonville, el catálogo de pasos es estrecho -más o menos diversificado en el fraseo- pero riguroso (como en el caso de la estilización de las tarantelas, lo que también experimentó con bailes españoles), sus combinaciones aparecen una y otra vez secuenciadas en órdenes y tempos diversos hasta darnos una visión prismática de sutiles facetas. Bailar eso con calidad y en metro, es bien difícil; los bailarines de la CND lo han hecho. Volveremos a ver a la CND en Madrid en breve dentro de la programación de los Veranos de La Villa.
El numeroso y variado público que prácticamente llenaba el auditorio demostró su entusiasmo al final de la función, lo que obligó a los artistas a saludar una y otra vez. Un entusiasmo que estaba quizás en parte inspirado por la máxima que transmitía el alma del programa mixto en sus tres obras: el sueño romántico en el ballet atraviesa el tiempo, va de la melancolía a la alegría, pero siempre buscando su propia redención.
Roger Salas