MADRID / La Ritirata honra a Alessandro Scarlatti
Madrid. Auditorio Nacional. 29-IV-2021. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Alicia Amo, soprano. Giuseppina Bridelli, mezzosoprano. La Ritirata. Director y violonchelo: Josetxu Obregón. Obras de Alessandro Scarlatti.
Alessandro Scarlatti fue un compositor prolífico: más de cien óperas, treinta y ocho oratorios, cerca de ochocientas cantatas, numerosas serenatas, un centenar de motetes, madrigales, doce misas, una pasión e infinidad de música instrumental (concerti grossi, sinfonías, sonatas…) y de composiciones para teclado (clave y órgano). Tan asombrosa cantidad va en consonancia con la calidad de su música, que viene a ser una especie de crisol en el que se funden el Barroco temprano y el Barroco tardío. Pues bien, a pesar de ello, Scarlatti padre sigue siendo un gran desconocido. Lo prueba el hecho de que este concierto —íntegramente profano— ofrecido por La Ritirata en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música haya sido el primero (al menos, hasta donde mi memoria alcanza) que se le dedica de manera monográfica en Madrid. Y no digo que también en España, ya que el grupo de Josetxu Obregón había ofrecido el programa el día anterior en León.
Con ligeras variaciones (se interpretaban por primera vez en tiempos modernos la cantata de cámara para soprano y bajo continuo Fra liete danze y el aria para soprano con flautín, cuerda y bajo continuo Sconsolato rusignolo), se trataba del programa que conformaba el CD que La Ritirata publicó en el sello Glossa hace dos años. Con las mismas cantantes (la soprano Alicia Amo y la mezzosoprano Giuseppina Bridelli), pero sin el contratenor Filippo Mineccia, que tuvo que unirse de prisa y corriendo a aquel proyecto discográfico por una súbita afección vocal sufrida por Bridelli. Y, en la parte instrumental, con los ya habituales integrantes de esta formación: junto al violonchelo de Obregón, las flautas dulces de Tamar Lalo, los violines de Hiro Kurosaki y Pablo Prieto, y el órgano y el clave de Daniel Oyarzabal.
Amo y Bridelli estuvieron magníficas (la soprano, en avanzado estado de buena esperanza, pues espera la llegada de su primer hijo para dentro de dos semanas), como magnífico estuvo Obregón, acompañado por Oyarzabal, en la preciosa Sonata para violonchelo nº 1 en Re menor. Pudo escucharse en todo su esplendor la opulencia de la música de Scarlatti, si bien lo mejor llegó con el concierto oficialmente ya concluido, es decir, con los encores (que no bises, ya que bis se refiere a la interpretación repetida de una pieza para corresponder a los aplausos del público), que fueron dos deslumbrantes duetti. El primero, del oratorio San Casimiro, re di Polonia (Al serto le rose) y el segundo —debido no de Scarlatti, sino a Haendel, con quien coincidió en Roma en 1707— de la ópera Rodelinda (Io t’abbraccio). Broche de oro a una velada soberbia.
Eduardo Torrico
(Foto: Elvira Megías)