MADRID / La excelencia del relevo
Madrid. Auditorio Nacional. 28-I-2021. XXI Liceo de Cámara (CNDM). Cuarteto Casals (Vera Martínez Mehner y Abel Tomás, violines; Jonathan Brown, viola; Arnau Tomás, violonchelo). Juan Pérez Floristán, piano. Obras de Beethoven y Schumann.
En estos tiempos de zozobra, en que cuando no es el virus es Filomena (a nuestro pesar), y cuando no, Hortensia, y si no, como está a punto de pasar, Justine, los gestores musicales viven con la cafinitrina en una mano y el lexatín en la otra, porque el fantasma de las cancelaciones de último momento tiene mil caras. Esta vez, la rápida maniobra de Paco Lorenzo y su equipo ha evitado que la cancelación de Benjamin Grosvenor y el Cuarteto Doric, debida a las nuevas restricciones anti-Covid impuestas por el gobierno de Boris Johnson terminaran en la suspensión del concierto. Si hace unos días la formidable violinista María Dueñas salía al auxilio para remediar la obligada ausencia de la británica Nicola Benedetti, esta vez eran el joven sevillano Juan Pérez Floristán y el Cuarteto Casals quienes brindaron el relevo. Y qué relevo. Aunque las limitaciones de duración, el adelanto del toque de queda y demás medidas (necesarias por demás, dado que el virus está por completo desmadrado), obligaron a prescindir de las previstas Papillons op. 2 de Schumann, que personalmente me hubiera encantado escuchar a ese estupendo pianista que es Floristán, el resto del programa demostró que el esfuerzo del CNDM mereció, y mucho, la pena.
España vive una época de lujo en lo que se refiere a cuartetos de cuerda. El que suscribe, que ya tiene algunos años, echaba hoy la vista 30 o 35 años atrás… y no recuerda nada parecido a este esplendor de los Casals, Quiroga, Cosmos y compañía, formaciones todas ellas de altísimo nivel que se codean perfectamente con las mejores del panorama internacional. El Casals ya ha demostrado, en vivo y en disco, que su acercamiento a Beethoven se distancia de los más clásicos, llámense Amadeus, Italiano, Alban Berg, Tokyo y similares. No dudaron en sacar las aristas y crudas tensiones que a menudo anidan en el segundo (en realidad en los tres) de los Cuartetos op. 59, “Razumovsky”. La serie fue compuesta durante un periodo de febril actividad productiva de Beethoven, cada vez más, lógicamente, preocupado por su creciente sordera, lo que no impidió que, en el mismo periodo de unos cinco años en el que vieran la luz estos cuartetos, se generaran el Cuarto concierto para piano, el Concierto para violín, la Appassionata, Fidelio o las Sinfonías nº 4-6… entre otras obras, a menudo con provocadoras innovaciones. El Casals mostró una vez más su sólida cohesión, liderado con brillantez por Vera Martínez-Mehner, espléndida de sonido, energía y expresión. Interpretación vibrante, expresiva, contrastada, sin concesiones, contenido el vibrato (incluso en muchas notas largas, que, en el caso de acordes a menudo disonantes, adquirían de aquella forma toda su cruda tensión), generalmente vivos los tempi (fulgurante el Presto final), y dotada de una energía y un nervio de contagioso magnetismo. Un Beethoven, en fin, con toda la tensión, contrastes e intensidad expresiva que uno puede esperar, y expuesto, si se me permite la expresión, a tumba abierta, en tanto que el Casals no esconde ni guarda nada, se acerca a Beethoven con la arriesgada determinación que demanda la tensión que esta música, nacida en tiempos que para el compositor no fueron fáciles, contiene.
Pérez Floristán es, pese a su juventud, uno de nuestros valores pianísticos más seguros y establecidos. Al que suscribe nunca hasta ahora le ha decepcionado, y la de ayer no fue excepción. Cuidado el sonido, sobresaliente la técnica, perfectamente integrado con el Casals (con el que actuó en el Círculo de Bellas Artes hace poco más de un mes), contribuyó con el magnífico nivel a que nos tiene acostumbrados a una sobresaliente interpretación de la que, en mi opinión, es la obra camerística más conseguida del catálogo de Schumann: el Quinteto op. 44. Hubo en ella todo lo que puede esperarse en una partitura como esta: grandeza, exaltación romántica, exquisito lirismo (el bellísimo segundo tiempo, por ejemplo), vibrante alegría en el exultante final. El éxito fue, previsiblemente, grandísimo, y correspondió a Pérez Floristán el anuncio de que la propina sería breve pero intensa: el scherzo del Quinteto op. 34 de Brahms, que interpretaron en diciembre de 2020 en el Círculo de Bellas Artes. Interpretación, en efecto, intensa, trepidante, de contagiosa energía, que cerró un estupendo concierto. Bravo por el cuarteto y por el pianista. Y bravo por los gestores del CNDM. Difícilmente podían haber remediado mejor la cancelación británica.
Rafael Ortega Basagoiti