MADRID / La banda sonora del Siglo de Oro español
Madrid. Centro Cultural Fernán Gómez. 27-IV-2022. Opera Omnia (Manon Chauvin, soprano; Sara Águeda, arpa de dos órdenes; Calia Álvarez, viola da gamba; Daniel Garay, percusión). Tonos humanos de Hidalgo, Durón y Egüés.
El tono humano surgió, en buena medida, para dar un respiro al público que asistía las funciones teatrales en el siglo XVII español. Aquellas veladas eran bien extensas y el espectador perdía con facilidad la concentración o, directamente, se aburría. La palabra daba paso por un momento a la música (que no estaba exenta de palabra, ya que los autores de las letras de aquellos tonos solían ser también autores teatrales) y el público volvía a meterse de lleno en situación. Pero fue tal el éxito de aquellos tonos que, sin llegar a perder su vínculo con el teatro, pronto se emanciparon y se convirtieron en sí mismos en un nuevo género. Podríamos afirmar, sin caer en la exageración, que el tono humano fue la banda sonora del Siglo de Oro español. Y hasta traspasó fronteras, aunque con otro nombre y otro apellido. En Francia se mimetizó con el air de cour, sin duda por influencia política: Luis XIII estaba casado con una infanta española, Ana María de Austria, y el hijo de estos, Luis XIV, se esposó con otra infanta española, María Teresa de Austria. De esta manera, el tono humano conquistó París, casi siempre acompañado por la guitarra, pues el arpa ibérica de dos órdenes resultaba más engorrosa de transportar.
Lo que anoche sonó en el festival Madrid Música Antigua fue un homenaje al tono humano. Y, en buena medida, un ejemplo práctico de cómo aquella música tan española influyó en Francia: la soprano Manon Chauvin lleva tiempo asentada en España, pero es francesa de pura cepa. Chauvin, cuya pronunciación de nuestro idioma es casi milagrosa, estuvo acompañada por Sara Águeda al arpa y por Calia Álvarez a la viola da gamba, otro instrumento de origen español (aunque se la apropiaran los italianos) que bien pudo dar, además del arpa y de la guitarra, cobertura a quienes cantaban aquellos tonos humanos. Para reforzar aún más el acento castizo del tono, se incluyó algo de percusión (Daniel Garay), porque hay pocas cosas tan españolas como unas buenas castañuelas.
En este programa de Opera Omnia, titulado Amor, no te llamé amor, figuran sobre todo tonos de Juan Hidalgo (Quiero y no saben que quiero; Ciego que apuntas y aciertas; Antorcha brillante; Ay, corazón amante; Esperar, sentir, morir, adorar; Ay, que me río de Amor…), pero también de Sebastián Durón (Abril floreçiente) o de Manuel de Egüés (¿Quieres estarte quieto, Cupido?). Tonos que tratan del amor y del desamor en todas sus variantes, porque el amor y el desamor ha sido siempre la palanca que ha movido el mundo. Algunos, con letra firmada por Luis de Góngora, Antonio de Zamora, Melchor Fernández de León, José Fontaner y Martell o Agustín de Salazar y Torres. Se incluyen también varias piezas instrumentales de Antonio Martín y Coll (propias o compiladas por él, ya que con este autor nunca está clara la cosa) y de Diego Ortiz.
Chauvin, Águeda y Álvarez empezaron a rodar este programa hace dos o tres años y, con el paso del tiempo, ha ido cogiendo cuerpo, hasta convertirse en un paradigma perfecto de aquello que pretende demostrar, es decir, de la enorme importancia que tuvo el tono humano en la vida española del XVII, tanto en los ambientes más refinados como en los más populares. Magnífica la soprano y espléndidos sus tres acompañantes.
Eduardo Torrico