MADRID / Konradi y Morison: el inusual panorama del dúo vocal de cámara
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 24-VI-2024. XXX Ciclo de Lied. Katharina Konradi, soprano; Catriona Morison, mezzo, y Ammiel Bushakevitz, piano. Obras de Schumann, Brahms, Chausson, Malibran, Bonis, Viardot, Obradors y Fauré.
El dúo vocal de cámara es un formato inusual en los programas. Por ello tiene una especial importancia tanto la pareja de solistas vocales como el repertorio escogido para la ocasión. De tal forma se exhuman obras poco frecuentadas de figuras canónicas (Schumann, Brahms) junto con la recuperación de ciertas compositoras que, a veces, sólo conocemos de nombre (Malibran, Viadot García y Bonis).
En algunos casos, se trata de páginas escritas para un consumo doméstico, el salón o la sala que reúne a los amigos en una atmósfera Biedermeier. Los ejemplos anotados son las Canciones de mozas y las Canciones españolas schumannianas y los dúos del opus 20 brahmsianos. De todos modos, la cuidadosa escritura y la oportuna ocurrencia melódica acreditan el interés de estas recuperaciones. Además, para lo singular, se aprecia cómo la huella del maestro se advierte en el discípulo, a la vez que la persona de éste se cuaja por sus propios elementos.
El plan del recital, con el que se cerraba el XXX Ciclo de Lied, transcurrió por espacios diversos. Katharina Konradi y Catriona Morison alternaron dúos con intervenciones solistas, en piezas de Brahms con la mezzo y de Obradors con la soprano. Así aparecieron las delicuecencias francesas de Chausson y Fauré junto al fino y gracioso casticismo español y lo que podríamos llamar zona feminista de la noche con trabajos injustamente olvidados de las hermanas García (María y Pauline) y de Mélanie Bonis. Buen uso de la voz, cuidadosas armonías y gracejo castizo colorean estas canciones a dúo que merecen mejor atención.
Las dos cantantes aportaron buen metal vocal, incluso con algunos agudos un tanto estridentes que se utilizaron como efectos expresivos. El dominio de las pronunciaciones fue completo y, en especial, naturalmente, cuando se empleó el español. Musicalidad y fraseo resultaron los protagonistas de la faena. Muy especial elogio mereció el pianista Ammiel Bushakevitz, que recorrió con señorío estilos y épocas, lució un sonido brillante y refinado, al tiempo que desplegó un discurso de certeza y enjundia notables.
Blas Matamoro
(foto: Rafa Martín)