MADRID / Keenlyside entre dos mundos

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 3-II-2020. XXVI Ciclo de Lied. Simon Keenlyside, barítono. Caroline Dowdle, piano. Obras de Schubert, Ravel, Poulenc, Debussy y Fauré.
A sus sesenta años, Keenlyside conserva sus medios de barítono claro, su buena pinta y un aire desenvuelto y juvenil que viene de tantos tablados y tantas plataformas. Para ponerlos a prueba eligió dos distintos mundos de la canción de cámara: el Lied germánico (una selección del Canto del cisne schubertiano) y la mélodie francesa. Entre ellos no sólo cambió de lengua sino que para la segunda prescindió de la chaqueta y cantó en mangas de camisa, con aire muchachil y travieso.
En Schubert hubo escenas como la patética de Atlas y la pimpante de La doncella pescadora junto a las típicas quejumbres de amor romántico, amor lejano por perdido o por anhelado, nunca seguro el enamorado si también habrá de perderse después de alcanzado. En El doble el cantante se impuso y en la trajinada Serenata logró montar una escena. Siempre fue justo en el fraseo, oportuno en los cambios de volumen, intencionado en el decir, sin perder jamás la noción lírica, lo cancioneril del poema en juego.
En lo francés, en cambio, primó el recitado literario con el acolchado armónico del piano, mano a mano con la voz. Keenlyside montó las pintorescas escenas que Ravel pinta en sus Historias naturales, personificando a los distintos bichos de ese zoológico de viñetas. Algo similar hizo con los Poulenc sobre poemas de Apollinaire, donde hubo personajes y voces subjetivas montados sobre la gracia prosódica y cantable del compositor. En Fauré y Debussy aplicó los mismos instrumentos, dejando de lado la delicuescencia melodizante que también aceptan. Como propinas, por ejemplo, las Fiestas galantes de Fauré fueron leídas como baile de fantochines dieciochescos animados por los versos de Verlaine, junto a un impresionante Kaddish de las Melodías hebraicas ravelianas. Útil, obediente y correcta, la pianista.
(Foto de Rafa Martín)