MADRID / Kebyart. Cosas que nunca habías oído
Madrid. Fundación BBVA. 16-II-2024. Kebyart (cuarteto de saxofones). Transcripciones de obras de Bach, Mendelssohn, Rameau y Ravel.
Puede sorprender el solo anuncio del concierto y el repertorio. Esto es, de la formación y de las obras que esta especialísima formación va a tocar. Cuatro saxos en cuatro alturas. No, no hay repertorio para una formación así, salvo que se concrete con obras compuestas recientemente para ella. El concierto lo tocaron cuatro virtuosos de estos instrumentos, unidos bajo el nombre de Kebyart: Pere Méndez, saxo soprano; Víctor Serrano, contralto; Robert Seara, tenor; Daniel Miguel, barítono. Similitud de timbres, diferencias muy amplias de tesituras, lo que matiza bastante lo relativo a timbre, a color.
Desde hace años sé que en Ravel la transcripción es la obra. Sean Valses nobles, sean el Tombeau, sean los cuentos infantiles o el Gracioso, al trasladarse a orquesta se convierten en otra obra, aunque se reconozca la línea, pero incluso la línea quede alterada. El concierto de Kebyart concluía con las cuatro piezas que suelen ofrecerse como secuencia de Le tombeau de Couperin (faltarían otras dos); en efecto, estamos ante otra obra, por mucho que reconozcamos esa línea tan propia del compositor, su melodía, su canto o incluso danza (y, por una vez, un fugato). Pero la sonoridad más cambiante se da –se admiten discrepancias– en las obras de lo que llamamos Barroco, más con comodidad que por exactitud: la Passacaglia y fuga BWV 582 de Bach y la Suite de Rameau entresacada de las Pièces de clavecin. Ahí sí que estamos en otro mundo, no solo porque si en tiempos de Ravel existía el saxo, en tiempos de Bach o Rameau era inconcebible; sino por el simple nivel de conciencia sonora. Y yo diría que, de las cuatro obras, fue la segunda la que provocó más curiosidad en el público: cuatro piezas de Mendelssohn, aleatoriamente colocadas tras su muerte para que formasen un cuarteto de cuerda, el op. 81. Ahora bien, lo más sorprendente del recital fue el creciente interés sonoro, puramente artístico, de las propuestas, que tenían mucho de audaces, pero cuyos resultados fueron de una belleza y una contundencia tal que no cabía tildarlo de temerario, de gratuito. Transcripciones, sí, y al mismo tiempo algo parecido a una sucesión de obras nuevas.
No fue un encore de escaso nivel el final que nos reservó el grupo. Cierre brillante, cierre bello y hasta con toques vanguardistas: una secuencia de valses en las que podían distinguirse algunos de los más tocados de siempre: Danubio, Morgenblätter, Bella durmiente. Y otros que te suenan o acaso son invenciones nuevas. Lo cierto es que este encore tuvo un nivel tal que el concierto, al final, resultó otra cosa. Otra cosa mejor aún. Y es que lo se oía esa tarde del viernes es algo que no sueles oír, que acaso no has oído nunca.
Santiago Martín Bermúdez