MADRID / ‘Juan José’, de Sorozábal, regresa con éxito al Teatro de la Zarzuela
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 4 y 5-IV-2024. Juan Jesús Rodríguez / Luis Cansino, Saioa Hernández / Carmen Solís, Vanessa Goikoetxea / Alba Chantar, María Luisa Corbacho / Belem Rodríguez Mora, Alejandro del Cerro / Francesco Pio Galasso, Simón Orfila, Luis López, Igor Peral, Santiago Vidal, Ricardo Muñiz, Raquel del Pino, Paula Sánchez Valverde, José Manuel Guinot, Jesús Álvarez Carrión. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Miguel Ángel Gómez-Martínez. Dirección escénica: José Carlos Plaza. Dirección de reposición: Jorge Torres. Pablo Sorozábal: Juan José.
Ocho años después de su estreno mundial escénico en la temporada 2015/16 del Teatro de la Zarzuela, Juan José, de Pablo Sorozábal (1897-1988) regresa al mismo escenario con el soberbio montaje que en su día ideó José Carlos Plaza, y de cuya reposición se encarga ahora el que fue su ayudante de dirección, Jorge Torres. La dirección musical vuelve a correr a cargo del maestro granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, a quien el propio compositor asignó desde el principio el estreno de su obra. Suspendido su estreno en la temporada 1978/79, fallecido el compositor, la partitura se dio a conocer en versión de concierto el 21 de febrero de 2009 en el Kursaal de San Sebastián y dos días después en el Auditorio Nacional de Madrid.
El estreno de Juan José, del dramaturgo y periodista Joaquín Dicenta (1862-1917), a finales de octubre de 1895 en el madrileño Teatro de la Comedia, fue un acontecimiento totalmente insólito, que rompía con la monotonía teatral imperante, aún dominada por Echegaray. Este éxito teatral lo llevó a una gran celebridad mientras su obra Juan José se reponía sin cesar.
El origen de la obra es un suceso del que Dicenta y su amigo el periodista Ricardo Fuente habían sido testigos diez años antes, 1885, en una estación solitaria y fría de un pueblo castellano. El drama que una mujer bañada en lágrimas les contó dio pie a Dicenta a escribir un artículo para un semanario republicano y después convertirlo en un cuento que sería la semilla de Juan José. En volúmenes antológicos como Spoliarium y De la batalla se recogen los cuentos publicados en la prensa que, en ocasiones, portan el germen de las obras dramáticas posteriores, orientadas a la denuncia social. Podría pensarse que el escritor seguiría los pasos de otros dramaturgos neorrománticos de la época; una vida plena de pasiones y sonados desengaños le ofreció material para elaborar sus personajes y trazar el conflicto entre las emociones y las costumbres que limitaban en la época las relaciones personales y familiares. Sin embargo, la vida canalla del autor: bohemio, mujeriego, dipsómano y pendenciero, en palabras de Prudencio Iglesias Hermida, lo había llevado además a conocer profundamente los ambientes marginales de la ciudad y el estado de necesidad y desprotección de una parte importante de la población madrileña.
El ambiente que rodeó el estreno de la obra fue excepcional y extraño; no sólo se circunscribió a las habladurías de tertulia y café, sino que existió una firme oposición de la actriz principal para interpretar el papel de Rosa por motivos morales y del empresario, Ceferino Palencia, que dudaba de una obra en la que “no hay más que gentuza que hiede a vino”. Juan José transcurre en un suburbio de un Madrid paupérrimo, es la historia de un drama de amor y celos pero también de un drama social y una denuncia política en la que la caracterización del protagonista está realizada muy humanamente y en su estructura interna denuncia los males de la sociedad de la Restauración: falta de justicia equitativa, explotación del proletariado y la falta de preocupación estatal por la educación de las clases desheredadas, que conlleva otros vicios como el paro, los componentes machistas y la violencia de género, retrato, todavía en algunos aspectos, de una realidad cercana a nuestra sociedad. La novedad del teatro social de Dicenta no consiste en sacar a escena al pueblo, hecho que un año antes había ocurrido con el estreno de La verbena de la Paloma, sino en sacarlo investido de derechos que reclamaba el movimiento proletario de finales del siglo XIX. Es innegable que pronto pasó a ser una obra muy leída y representada, especialmente en ambientes socialistas y anarquistas los primeros de mayo, y la utilización para la propaganda política fue continua durante la Guerra Civil hasta 1939.
No es extraño, por tanto, que Pablo Sorozábal se fijase en este drama, al cual nadie se había atrevido a poner música, aunque en 1895 Isaac Albéniz se propuso hacer de Juan José una ópera que no realizó, al igual que Federico Moreno Torroba también lo tanteó. Quienes habían pasado la guerra o buena parte de ella en Madrid, como el propio Sorozábal, no ignoraban la constante presencia de Juan José, y es posible que el compositor advirtiera las posibilidades que ofrecía para una buena partitura, densa, personal y directa, rica en matices como es el drama lírico popular en tres actos, como así lo denomina, que iría pergeñando durante once años, terminándola en la primavera de 1969, y buscando también que las palabras fueran fiel reflejo de sus ideas. Encuentra un final más dramático y desolador que el propuesto por Dicenta. Partitura verista ésta, modelo de ópera contemporánea por la actualidad de sus conflictos, tiene esencial filiación con su Adiós a la bohemia de 1933; de ambas expresó fueran sus mejores composiciones, así como declaró que eran un sainete madrileño cantado y dramatizado que partía de nuestro género chico, pero dándole la dimensión de ópera. En cualquier caso, la partitura alcanza una eficaz dramaturgia musical mediante disonancias expresionistas. Contiene motivos conductores asociados a ambientes, situaciones y personajes, citas folclóricas descontextualizadas, aires típicos del género chico deformados.
Un acierto el del Teatro de la Zarzuela la idea de reponer el montaje de su primer estreno. Buen criterio la reducción al mínimo de la escenografía que José Carlos Plaza y su equipo propone, dando veracidad a la obra: una España negra de Gutiérrez Solana. La excelente lectura de la partitura, bien estudiada por Gómez Martínez, permitió oír con claridad el tejido instrumental y destacar las voces de los protagonistas, donde su solidez es fundamental para el desarrollo de la compleja partitura. Se cuenta con un elenco vocal y escénico formidable dentro de los dos repartos que el Teatro propone: Juan Jesús Rodríguez (Juan José), es el protagonista que se erige por su propio valor dramático y humano con su potente caudal vocal. Le acompaña Saioa Hernández (Rosa), segura y arrojada de gran musicalidad, como nos tiene acostumbrados, se mueve a instancias de la necesidad, personaje contradictorio y temperamental. Lució buen agudo y vigor Alejandro del Cerro (Paco), en su tesitura de tenor, aunque falto de matices. Contundente en su voz de bajo, Simón Orfila (Andrés). Buenos medios vocales demostraron Vanessa Goikoetxea (Toñuela), pareja amancebada, así como María Luisa Corbacho (Isidra), prototipo de alcahueta y Luis López Navarro (Cano), presidiario. El resto del reparto acompañó la representación eficazmente.
Alcanza el segundo reparto buena calidad vocal y escénica, integrado por un elenco más irregular pero solvente. El barítono Luis Cansino mostró su buena voz baritonal y funcionó de manera notable como Juan José. Carmen Solís, soprano, mostró su conocimiento en el papel de Rosa, al haber sido su intérprete en el estreno del 2016. Se siente más cómoda en la zona media y defendió sus intervenciones con convicción. Alba Chantar, soprano ligera, resultó suficiente como Toñuela. La mezzo mejicana Belém Rodríguez Mora asumió el personaje de Isidra sin relevancia y el italiano Francesco Pio Galasso, tenor, expuso su buena dicción y buena calidad de voz notablemente regulada como Paco.
El público asistente siguió la obra en ambas representaciones con interés durante las casi dos horas del espectáculo, aplaudiéndola efusivamente. Lástima que nuestro querido maestro Sorozábal no haya podido disfrutar del éxito de su creación,
Manuel García Franco
(fotos: Javier del Real)