MADRID / Josetxu Obregón cierra por todo lo alto el II Ciclo de Grandes Intérpretes en el Ateneo
Madrid. Ateneo. 25-V-2024. Josetxu Obregón. CelloEvolution. Obras de J. S. Bach, Galli, Ruvo, Colombi, Dall’Abaco, etc.
Por raro que parezca, hubo un tiempo en el que el violonchelo fue el patito feo de las cuerdas. Considerado al principio como un instrumento “torpe” –así lo definió Josetxu Obregón en la interesante charla que ofreció durante el concierto– en comparación con violín, viola o viola da gamba, fue utilizado en un primer momento casi exclusivamente para tareas de bajo continuo. La situación empezó a cambiar en la segunda mitad del siglo XVII gracias a un grupo de compositores del norte de Italia, localizados principalmente en la zona de Bolonia, que intuyeron las posibilidades aún inexploradas del violonchelo y empezaron a utilizarlo como instrumento solista.
En su recital CelloEvolution, que cerró por todo lo alto el II Ciclo de Grandes Intérpretes en el Ateneo organizado por la Fundación Più Mosso, Josetxu Obregón refleja la vertiginosa evolución técnica y expresiva que el violonchelo experimentó desde el empeño de compositores como Domenico Gabrielli, Giovanni Battista Vitali, Domenico Galli o Giuseppe Colombi, hasta su culminación pocas décadas después en las maravillosas Seis suites para violonchelo solo de Johann Sebastian Bach. La construcción del programa alternaba movimientos sueltos de las Suites de Bach (menos la sexta, que está pensada en rigor para un instrumento de cinco cuerdas) con breves páginas mucho menos conocidas, en una sucesión que funciona muy bien tanto en la sala de conciertos como en disco (el sello Glossa lo publicó en 2022).
El Preludio de la Suite nº 2 de Bach con el que arrancó el recital reveló de inmediato la cualidad del sonido de Obregón, una sonoridad profunda y redonda, alejada de la sequedad y tirantez que caracteriza a veces a los instrumentos antiguos. Con libertad de fraseo y virtuosismo, el intérprete supo luego diferenciar en su articulación la Sonata IX de Galli. Impetuosa y dramática sonó en sus manos la Allemande de la Suite nº 2 de Bach, mientras que el Capriccio Quarto reveló a Giuseppe Maria Dall’Abaco como el compositor más interesante del programa, después –por supuesto– de Bach.
La música del alemán cerró la primera parte del concierto con la Courante de la Suite nº 1 y abrió la segunda con la Sarabande de la Suite nº 5. No hubo descanso, pero sí una amena e instructiva charla de Obregón sobre la evolución del violonchelo y la interpretación históricamente informada de este repertorio. La segunda parte ofreció la posibilidad de escuchar, entre otras páginas, la que se conoce como la primera pieza escrita para violonchelo solo: el Ricerar Primo de Domenico Gabrielli. Si en la Sarabande de la Suite nº 5 de Bach, Obregón supo transmitir la severa elocuencia de los compases, toda una declaración de virtuosismo fueron las Bourrées I & II de la Suite nº 4 (donde el violonchelista tocó en pizzicato el final de la Bourrée II) y la Gigue de la Suite nº 3 de Bach.
Con esta página finalizó un recital en el que Josetxu Obregón se mostró como uno de los mejores y más completos solistas de violonchelo barroco. Su concentración, espontaneidad y excelente magisterio fueron correspondidos por un público que escuchó todo el concierto con máxima atención y silencio. Ante los calurosísimos aplausos, Obregón ofreció como propina la Gigue de la Suite nº 4 de Bach.
Stefano Russomanno
(fotos: Jesús Rodríguez Lluch)