MADRID / José Antonio López, las cosas bien hechas
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 12-II-2024. XXX Ciclo de Lied. José Antonio López, barítono; Daniel Heide, piano. Obras de Ravel, Finzi, García Abril y Parera Fons.
No abundan en los medios latinos los cantantes que aborden el repertorio de cámara, en especial dentro del elenco masculino. Al azar de la memoria surgen nombres aislados como Cesare Valletti y Carlo Colombara. Con excelente ejecutoria se apunta en la lista José Antonio López. Es un excelente barítono bajo de cámara, con registro suficiente que una técnica sólida ha vuelto flexible y capaz de todas las diversidades de volumen exigibles en el campo del Lied. A este instrumental López añade un seguro manejo de la palabra, comprometido en este programa cantado en español, inglés y francés con comparable soltura.
En el repertorio hubo un poco de todo. Lo mejor y más exigente fueron los dos ciclos de Ravel: Historias naturales y Don Quijote a Dulcinea. El primero, sobre textos de Jules Renard, es una serie de viñetas sobre animales que el poeta y novelista observa desde la fábula tradicional, donde los bichos encarnan psicologías y caracteres morales. En rigor, es una partitura para piano con intervenciones narrativas de la voz que está sometida a un fraseo minucioso y matizado, hecho de pequeñas insinuaciones melódicas y acentos rigurosos. Aquí López mostró su señorío textual y la elegancia de los retratos ravelianos. En las estrofas de Paul Morand para el héroe cervantino, en cambio, encarnó a un personaje en tres momentos definitivos: el enamorado cortés, el devoto y su plegaria y, por fin, el jocundo borracho. El barítono retrató al Quijote francés y lo hizo oscureciendo el color y pasando de lo estático a lo festivo en una tesitura relativamente grave, pues las piezas fueron escritas pensando en Feodor Chaliapin para el filme de Pabst, aunque en definitiva se suplantaron por otras de Jacques Ibert.
Las canciones del inglés Gerald Finzi son amables, domésticas y victorianas, y así las vertió López. Los ciclos de García Abril y Parera Fons se oyeron con el mismo aplomo y parigual cuidado. Son partituras que ejemplifican el riesgo que corren unos aplicados redactores de música si recurren a textos inapropiados de poetas tan atendibles como Luis Rosales, Pedro Salinas y José Hierro.
A la altura de las circunstancias, vaya en primer plano el desempeño del pianista Daniel Heide, en especial ante Ravel. Su exquisito sonido, su límpida lectura y su minucioso fraseo, su capacidad para la imagen y la variedad de retratos “naturales”, mostraron un brillo de primera calidad. Las demás piezas plantearon menos exigencias pero también merecieron un excelente tratamiento.
Blas Matamoro
(foto: Elvira Megías)