MADRID / Isabelle Faust y la AKAMUS, un binomio soberbio

Madrid. Auditorio Nacional de Música. Sala sinfónica. 02-III-2020. Isabelle faust, violín. Xenia Löffler, oboe. Akademie für Alte Musik Berlin. Violín solista y concertino: Bernhard Forck. Obras de J.S. Bach y C.P.E. Bach.
Siempre resulta un gran placer escuchar en directo a la conocida familiarmente como AKAMUS, la orquesta historicista de mayor relumbrón de la capital alemana, un relumbrón merecidísimo: jamás defrauda y con frecuencia entusiasma. Su belleza sonora, su empaste y, en particular, su impecable equilibrio entre energía y refinamiento, unidos a una profesionalidad sin tacha, hacen de ella lo que un amigo denomina como la Berliner Philarmoniker historicista. Y, en esta ocasión, se confirmó lo ya sabido.
El programa elegido se basó en reconstrucciones de hipotéticas versiones originales para instrumentos melódicos de los posteriores conciertos para uno o varios claves conservados de J.S. Bach, con dos excepciones: la Sinfonía en Do mayor, Wq 182, nº 3 del segundogénito del cantor lipsiense y el celebérrimo Concierto en Re menor para dos violines, BWV 1043 de Bach padre. Resulta sorprendente la inclusión del primero, tan blandito, en particular su tercer movimiento, tan alejado de la estética de su padre, con tantas composiciones de éste que se habrían acoplado a la perfección al programa y plantilla. En cuanto a lo mollar, he de confesar que amante y apasionado del clave como soy, prefiero de lejos las presuntas versiones originales para instrumentos melódicos (violín/es y oboe) que las adaptaciones para clave que nos han llegado, unas reconstrucciones que no se programan con la frecuencia que merecen.
Del citado Concierto en re menor para dos violines, cuerda y bajo continuo poco cabe decir. Isabelle Faust y Bernhard Forck se encargaron de las partes solistas con la calidad que les es propia, aunque bien es cierto que no faltaron algunos desajustes, que desaparecieron en cuanto los implicados se hubieron calentado. Muy destacables los maravillosos intercambios entre los dos protagonistas en el largo central, un auténtico dúo de amor operístico, como dice Malcolm Boyd. En el Concierto en do menor para oboe y violín, BWV 1060R brilló una Xenia Löffler en estado de gracia, con su dulcísimo sonido y delicioso fraseo. Junto a Faust logró un precioso movimiento central, con un suave aunque ágil inicial (casi diría que mecían la música) y un enérgico allegro final. Lástima que la oboísta sólo interviniese en ese concierto, pues supo a poco, tratándose de un músico de tantos quilates.
En el Concierto en Sol menor para violín, BWV 1056R Isabelle Faust asombró con un fraseo al tiempo poético y expresivo, con un delicadísimo largo. Con el Concierto en re menor para violín, BWV 1052R los intérpretes nos introdujeron de lleno en el universo de tragedia que presagia su poderoso unísono introductorio; aquí Faust dio buena muestra de su prodigiosa técnica, con un sonido excelente que no trata de enmascarar las asperezas del instrumento barroco. Una magnífica transcripción para dos violines y continuo del trío para órgano BWV 529, interpretada nuevamente a pedir de boca por Faust y Forck (de nuevo ¡qué belleza de movimiento central!) redondeó un programa hermosísimo y original.
Como propina ofrecieron, primero, los dos últimos movimientos de la Segunda suite orquestal, con la Badinerie, por supuesto, en la que pudo ser versión primigenia, con la flauta travesera reemplazada por el violín. ¡Qué agilidad exhibió la violinista alemana en los pasajes! Y, después, la preciosa sinfonía introductoria de la cantata BWV 182, donde Löffler hizo nuevamente acto de presencia armada con una flauta dulce. El público, enardecido como pocas veces se ha visto. Y con razón.