Madrid / Inequívoco homenaje al casticismo

Madrid. Teatro de la Zarzuela. 11 y 12-XI-2020. Sorozábal, La del manojo de rosas. Ruth Iniesta/Raquel Lojendio, Carlos Álvarez/Gabriel Bermúdez, Vicenç Esteve, David Pérez Bayona/Joselu López, Sylvia Parejo/Nuria Pérez, Ángel Ruiz, Milagros Martín, Enrique Baquerizo, César Sánchez. Director musical: Guillermo García Calvo. Director de escena: Emilio Sagi.
El propio Sorozábal parece jugar, con éxito, la carta nostálgica en La del manojo de rosas, inequívoco homenaje al casticismo de La revoltosa, a la que el título alude, refiriéndose a la inolvidable romanza de Felipe a Mari Pepa y cuyo genuino tema musical el autor evoca. Este sainete lírico en dos actos y seis cuadros se presentó un martes y trece de noviembre de 1934, en el Fuencarral, teatro que pasaba por sus momentos más bajos (de hecho, el año siguiente se conviritó en cine). La del manojo de rosas alcanzó un éxito apoteósico, con una importante cifra de representaciones. Posteriormente pasó al Teatro Ideal, más tarde al Calderón, para ser finalmente recibida por primera vez en el Teatro de la Zarzuela el 4 de febrero de 1935, con unos protagonistas como Conchita Bañuls y Pedro Terol. En este periplo madrileño, las entradas fueron subiendo de precio, de las tres pesetas iniciales a las seis. Se trata de una de las zarzuelas más representadas del compositor, con letra de Ramos de Castro y Anselmo Cuadrado Carreño, que fue entendida como un tributo de Sorozábal a la ciudad de Madrid.
La del manojo de rosas presenta una partitura inspirada, que sorprende agradablemente por la versatilidad que exhibe el músico vasco, que introduce en ella importantes, aunque sutiles, innovaciones. Uno de los pocos críticos que se dio cuenta de la labor renovadora de Sorozábal fue Adolfo Salazar, quien destacó el hecho de que el autor inicie la romanza de la soprano en un cuadro (final del segundo acto, No corté más que una rosa) y la termine en el siguiente (principio del tercero, Gavilán, que con plumaje de palomo). Sorozábal despliega además unos planteamientos vocales e instrumentales variados y de gran calidad, desde el airoso pasodoble al chotis, habanera, foxtrot, farruca, zapateado o mazurca, melodías y bailables que proporcionan poesía y variopintas emociones.
Se han cumplido treinta años del espectacular montaje que de esta obra ideara Emilio Sagi y un buen equipo de colaboradores, como Gerardo Trotti (escenografía) y los desaparecidos Pepa Ojanguren (vestuario) y Goyo Montero (coreografía), quienes supieron plasmar el espíritu de un Madrid moderno y la esencia de un casticismo actualizado, con guiños al musical americano. El modélico montaje ha regresado, en su quinta reposición —a cargo en esta ocasión de Nuria Castejón— al teatro que lo produjo, y lo ha hecho con un sobresaliente doble reparto que ha sabido transmitir la chispa del libreto y el retrato de sus personajes.
Carlos Álvarez, que participó en el estreno de la producción de 1990, volvió de nuevo al personaje de Joaquín, con su amplia y robusta voz baritonal, de un atractivo y belleza que el malagueño mantuvo en todos sus números de la obra. Álvarez logró su punto álgido en la romanza, de cierto aire verista, Madrileña bonita, cuya delicada melodía goza de merecida fama. Aquí la ovación estruendosa del público, de larga duración (cinco minutos, al menos), exigió que concediera un bis magistral, que, al parecer, en el día del estreno no se dio. La Ascensión de Ruth Iniesta no anduvo a la zaga: la soprano lució su voz de lírico-ligera con amplitud y regulado volumen, sobresaliendo en la romanza del primer acto No corté más que una rosa, íntima, delicada y triste, y añadiendo a su papel garbo y casticismo. Simpática y contenida la pareja cómica formada por David Pérez Bayona y Sylvia Parejo, en sus papeles de Capó y Clarita, muy bien en sus diálogos y en la Farruca. Vicenç Esteve, como Ricardo, el aviador, exhibió su voz agradable y templada. Milagros Martín, que en su día fue protagonista como Ascensión, en esta ocasión ocupó el rol de doña Mariana, la madre de Joaquín, que, junto a Enrique Baquerizo, don Daniel, dio muestra de experiencia y sabiduría escénica. Lució comicidad desternillante, gracia y desparpajo Ángel Ruiz, como Espasa, personaje abundante y copioso de palabras que nos hizo recordar a Raúl Sénder y a Luis Varela, intérpretes de anteriores ediciones.
Defendieron con la misma dignidad y resultado los componentes del segundo reparto, liderado por Raquel Lojendio en Ascensión y Gabriel Bermúdez, de bella voz baritonal, en Joaquín, con dificultad en algún pasaje de la obra. También resolvieron bien su actuación Joselu López y Nuria Pérez, como Capó y Clarita, respectivamente.
Formidable Guillermo García Calvo al frente de los veintitrés componentes de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, que en todo momento supo guardar el equilibrio entre foso y escena. Su dirección fue impecable y expuso la partitura con sensibilidad y exactitud. Al término de las funciones, las fuertes ovaciones no se hicieron esperar.
Anécdota: a la salida del teatro, conversando con Antonio Fauró, director del coro titular, una señora por nuestro lado pasó murmurando: “Es para verla todos los días”. La del manojo de rosas ha vuelto a suponer un nuevo éxito de público.
Manuel García Franco
(Foto: Javier del Real)