MADRID / Impresionante Lise Davidsen

Madrid. Teatro Real. 8-I-2022. Lise Davidsen, soprano. Leif Ove Andsnes, piano. Obras de Grieg, Richard Strauss y Wagner.
Justo al día siguiente de que se comercializara el disco (Decca) enteramente dedicado a canciones de Edvard Grieg por sus dos compatriotas, la soprano Lise Davidsen (Stokke, 1987) y el pianista Leif Ove Andsnes (Karmoy, 1970), esos mismos protagonistas ofrecieron en el Teatro Real el primero de una serie de recitales que posteriormente repetirán en Múnich (hoy mismo), Viena y Londres. Lógico era que, con legítimos ánimos promocionales (y así además lo reconoció la propia Davidsen en su parlamento entre los dos bloques de canciones del noruego que componían la primera parte), buena parte del peso cayera en las canciones, hermosas pero no tan transitadas (uno no puede olvidar el recuerdo a la extraordinaria grabación de Anne Sofie von Otter con Bengt Forsberg) del más conocido de los compositores noruegos. Escribía en su día Grieg a su biógrafo Henry T. Finck que su intención, a la hora de escribir canciones, “no era tanto componer música bella, sino hacer justicia a las más íntimas intenciones del poeta”, y que, en tanto que consiguiera dejar que el texto ‘hablara’, la música que había escrito habría cumplido su propósito con éxito.
Y en efecto, este Grieg de las canciones, muy probablemente influido por la forma singular del canto de su propia esposa, nos habla con un estilo directo, sencillo y emotivo, antes que con despliegue vocal espectacular, que en ocasiones destila resonancias de sus propias piezas líricas, como pudo apreciarse en la tercera de las Seis canciones op, 48, Lauf der Welt, o en la sexta de las Ocho canciones op. 67, Killingdans, que ocupaban la primera parte del recital.
Las Canciones op. 48, sobre textos de distintos poetas alemanes, fueron escritas en su mayor parte en 1889, y se ha dicho, probablemente con razón, que son la muestra más cercana del compositor al lied alemán. Bonitas canciones en todo caso, desde la más festiva inicial (Gruss) hasta la encantadora Die verschwiegene Nachtigall, en la que Grieg utiliza con discreción la evocación vocal (repetida en el piano) del canto del ruiseñor. Las op. 67, por su parte, son una atractiva colección enteramente basada en el libro de 70 poemas líricos de Arne Garborg del mismo título (Haugtussa), compuesta en un rápido impulso tras la fascinación que el libro de Garborg ejerció sobre Grieg. Como la propia Davidsen explicó en su parlamento introductorio, son canciones con un hilo narrativo en el que se mezclan la naturaleza y el amor, con sus exaltaciones y sus frustraciones.
Unas y otras (y el resto de las contenidas en el disco) parecen cumplir a la perfección el propósito expresado por su autor comentado al principio, y resultan así no solo hermosas, sino perfectamente alineadas en su intención de resaltar el contenido expresivo del texto. La segunda parte reunía cuatro canciones de Richard Strauss: tres de los cuatro que componen la op. 27 (1894): Ruhe, meine seele, Cäcilie y Morgen, y uno de los cinco op. 39 (1898): Befreit, junto a los cinco bien conocidos que constituyen los Wesendonck Lieder de Wagner (1857-8), partitura esta última con la que el firmante ha tenido especial fortuna: la escuché en Salzburgo a Jessye Norman en 1983, y posteriormente a Nina Stemme, también en Salzburgo, en 2012.
Lise Davidsen impresiona ya de entrada con su apabullante estatura (casi metro noventa). Su voz ya me había causado impacto en grabaciones o conciertos anteriores (uno en plena pandemia con Chailly, en la Scala), pero la experiencia en vivo es aún más imponente. No solo es una voz poderosa y bella en todo su extenso registro. Es su admirable manejo de la respiración, su perfecta gradación de la dinámica, su absoluto control de los reguladores, y un manejo del colorido verdaderamente formidable. La voz de Davidsen no cambia el color por el registro o por el matiz. Cambia el color cuando ella así lo quiere, como un recurso expresivo de tremenda efectividad. La noruega puede ser así transmisora de la dulce ingenuidad en la precitada Die verschwiegene Nachtigall de Grieg, del carácter, entre alegre y juguetón, de Elsk, otra de las op. 67, de la luminosa, incluso seductora Blåbærli, del mismo grupo, pero también de transformarse y lucir un color más oscuro en la penúltima de esa sección, decididamente más amarga en el clima (Vond Dag). Claro es que la exigencia vocal de Grieg no es la de Strauss ni la de Wagner, y que Davidsen va, en este sentido, absolutamente sobrada. Pero es igual, la belleza de lo conseguido está ahí.
Lució su imponente presencia en los graves en momentos como Ruhe, meine seele de Strauss, pero también en los rotundos agudos de la también straussiana y emocionante Befreit. “Hay vida fuera de Wagner”, declaraba la soprano noruega en la excelente entrevista que Justo Romero le hizo para SCHERZO (mayo 2021). Y sí, el formidable despliegue de Grieg y Strauss presentado ayer resultó la más contundente prueba de que esa afirmación no estaba hecha a la ligera. Pero Davidsen ha saltado a la fama, qué duda cabe, de la mano de Wagner. Y su interpretación ayer, desde la exquisita sensibilidad (qué maravilla de pianissimi) del primero al sugerente, casi hipnótico tercero, el primero de los dos estudios para el posterior Tristán, que encontraría sobrecogedora extensión en el preludio del tercer acto de la ópera, fue sencillamente espeluznante.
Andsnes, por su parte, acompañó desde el piano con su proverbial aplomo, precisión y sensibilidad, en perfecto entendimiento con su compatriota, y lució su clase en momentos como la hermosa y larga introducción pianística a la straussiana Morgen, pero también en los más sutiles momentos de la serie wagneriana.
El éxito fue enorme, como cabía esperar tras la sobresaliente calidad de lo ofrecido. El primer regalo nos devolvió al mundo de Strauss (Zueignung, primera de su op. 10). Siguió otra canción de Grieg, esta primeriza pero igualmente encantadora (Jeg Elsker, la tercera de su op. 5, sobre texto de Andersen, con un sentido agradecimiento, que repitió varias veces, al público por haber acudido en masa al concierto). La continuada ovación forzó finalmente un tercer regalo, también de Grieg: Ved Rondane, novena canción del ciclo op. 33. Un recital, en suma, de gran altura, el presenciado ayer. Tanta como la que tiene su protagonista.
Rafael Ortega Basagoiti
(Foto: Javier del Real)