MADRID / Gran fiesta del ritmo
Madrid. Auditorio Nacional. Sala Sinfónica. 9-X-2019. Ibermúsica 50 años. Ciclo Orquestas y Solistas del Mundo. Philharmonia Orchestra. Director: Esa-Pekka Salonen. Obras de Beethoven y Berg.
Para el segundo concierto de su visita madrileña, confeccionó Salonen un curioso pero inteligente programa. Como señala con acierto Pablo L. Rodríguez en sus notas al programa de mano, la poco frecuentada Obertura “Rey Esteban” de Beethoven no solo está hermanada en el tiempo con la mucho más conocida Séptima Sinfonía, sino que comparte con ella el irresistible, trepidante ímpetu rítmico que, debidamente traducido, tanto brilla en muchas partituras del gran sordo y que hace que, en el caso de la sinfonía, el oyente sienta muy dentro esa energía vital contagiosa producto de una vibración rítmica cuyo crecimiento, especialmente en el último movimiento, parece no tener final.
Contrastante, bien traída la inclusión de la Suite de Lulú de Berg, titulada en realidad Piezas sinfónicas de la ópera Lulú. Contraste en el que el maestro finlandés coincide con su colega Kirill Petrenko, que en su debut como titular de la Filarmónica de Berlín este verano presentó esta misma obra junto a la Novena del gran sordo. El contraste es mayor aún porque del despliegue rítmico festivo de la obertura de Beethoven pasamos a una música dodecafónica que en su carácter evoluciona desde un solo aparente lirismo inicial al escabroso y trágico final. Solo después de la pausa retorna, con efecto entre balsámico y estimulante, la contagiosa brillantez y energía beethoveniana. El gran director que es Salonen se encuentra como pez en el agua diseccionando con tanta habilidad como exquisito detalle y crudeza sin concesiones la música de la Suite de Berg, que nos llegó con la nitidez de la música de cámara y la intensidad de la gran orquesta, y hasta con ese punto de estremecedora frialdad que hay en parte de la escabrosa atmósfera de la obra, especialmente en su tramo final. Sobresaliente la soprano Rebeca Nelsen, que ha encarnado no hace mucho el papel en la ópera completa, y que contribuyó a crear ambiente incluso con su espectacular indumentaria.
En cuanto a Beethoven, Salonen, como tantos otros maestros en nuestros días, ha tomado buena nota de los hallazgos y decisiones de ese gran revolucionario que fue Nikolaus Harnoncourt, y su decisión de emplear trompetas naturales y timbales de época para las dos partituras del sordo era toda una declaración de intenciones. La limitación del vibrato, la contundencia (sin excesos) en muchos ataques, el decidido dibujo del ímpetu rítmico fueron elementos consistentes con esa aproximación que contiene evidente influencia de lo históricamente informado. Salonen respetó las repeticiones (con excepción de la última en el assai meno presto, decisión por lo demás bastante habitual), eligió tempi animados, pero sin enloquecer, y planteó la partitura con la pasmosa claridad proverbial de su batuta (o en las manos, que manejaron admirablemente sin ella el precioso allegretto de la sinfonía) y con envidiable, aunque nunca desbocada energía. La orquesta se mostró espléndida, como el día anterior, con mención especial, además de los instrumentos de época antes mencionados, para todos los solistas de madera, la formidable solista de trompa y la sección de violines (extraordinarios los segundos en la creación de la trepidación necesaria en los movimientos extremos, por debajo de la línea melódica). Quizá hubiera podido pedirse algo más de volumen o intensidad en la cuerda grave en el tenso ostinato de la coda del cuarto movimiento, pero en todo caso la prestación orquestal fue magnífica toda la tarde.
El brío de ese final abrió las puertas de otro grandísimo y bien merecido éxito, y Salonen tuvo a bien cerrar la noche con una propina tan inhabitual como espectacular y colorista: el poco conocido Ragtime de Paul Hindemith, sobre la segunda fuga del primer libro del Clave bien temperado de Bach. Página brillante y llena de humor donde la orquesta lució de nuevo su estupendo estado de forma en todas sus familias, con metales y percusión a la cabeza. Gran fiesta del ritmo la del gran maestro finés, al que en breve disfrutarán como titular en San Francisco.
Rafael Ortega Basagoiti