MADRID / Fresco de la Cuba colonial
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 24-I-2020. Gonzalo Roig, Cecilia Valdés. Elizabeth Caballero / Martín Nusspaumer / Homero Pérez-Miranda / Linda Mirabal, Cristina Faus, Yusniel Estrada. Coro titular del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Óliver Díaz. Director de escena: Carlos Wagner.
Tal vez por su tardía independencia de la corona de España en 1898, fue Cuba el país americano donde más arraigó la zarzuela, con una presencia regular del género a través de incesantes representaciones importadas o impuestas por compañías procedentes de la península ibérica. No es de extrañar pues que al conseguir su plena independencia política, Cuba utilizara esta fórmula músico-teatral para crear una serie de obras definitorias de sus propias señas de identidad, con argumentos, tipos, costumbres y forma de hablar de la isla caribeña, y melodías y ritmos afrocubanos. Aunque existen algunos ejemplos anteriores de zarzuela cubana, será a partir de los años 20 del pasado siglo cuando ésta alcance su mayor esplendor.
Un destacado representante de este género fue el excelente músico Gonzalo Roig (1890-1970) quien, con la bellísima Cecilia Valdés, la zarzuela más significativa del teatro lírico cubano, logró un éxito clamoroso y rotundo. Su partitura incluirá casi todas las formas musicales de la isla caribeña —criolla, guaracha, tango-congo, contradanza, habanera, guajira, bembé— que convivirán con músicas españolas que representan la aristocracia, de acuerdo con la mezcla de romanticismo y realismo de la novela homónima en la que está inspirada, y cuyo resultado es una línea creativa de una lograda unidad.
Hay novelas que tienen la virtud de estar construidas con la misma materia de la sociedad que retratan. Este es el caso de Cecilia Valdés o la Loma del Ángel del cubano Cirilo Villaverde (1812-1894), obra importante de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. La obra refleja con exactitud en su propia estructura uno de los rasgos fundamentales de la sociedad cubana: el mestizaje. Su autor, controvertido conspirador contra el colonialismo español, vivió de primera mano las angustiosas penalidades de los esclavos negros.
En 1839 publicaría una primera parte, cuyo tema central era el desgraciado y trágico amor, adobado de incesto y abandono, entre la bella y pobre mulata Cecilia y el hijo criollo de un hacendado español. Esta narración, a pesar de ser el germen de la novela, no diseccionaba la sociedad cubana de la época, una visión que tendría que esperar hasta 1882, cuando Villaverde publicaría en Nueva York la versión definitiva de Cecilia Valdés. La evolución de sus ideas políticas, el conocimiento de las novelas naturalistas fruto de su exilio en París y el éxito de La cabaña del Tío Tom (1852) de Harriet Beecher Stowe, llevó al escritor a profundizar en el tema de la esclavitud sin perder por ello la trama romántica argumental.
Adaptada como comedia lírica, con música de Gonzalo Roig y libreto de Agustín Rodríguez y José Sánchez-Arcilla, Cecilia Valdés se estrenaría en el Teatro Martí de La Habana el 26 de marzo de 1932, cosechando un enorme éxito que nunca dejó de acaompañarla en sus sucesivas reposiciones. Comenzó su andadura como pieza en un acto, con un prólogo, ocho cuadros, un epílogo y una apoteosis. En 1958, el compositor incorporaría la romanza Dulce quimera, un número musical perteneciente a la zarzuela El cimarrón (1936), para el personaje de José Dolores. Tres años más tarde, Roig daría a conocer la versión definitiva convirtiendo la pieza en una obra en dos actos con nuevas adiciones musicales y el libreto original arreglado por Miguel Grandy.
Recibida con gran expectación, el Teatro de la Zarzuela ha subido por fin a su escenario esta zarzuela de costumbres cubanas, ausente de su repertorio desde su estreno hace 88 años. Esta nueva producción mantiene todo el aire y la ambientación colorista del original, y está coronada por la brillante y seductora música de Roig, que Oliver Díaz al frente de la ORCAM expone y comunica con eficacia. Sin embargo, la labor escénica del cubano Carlos Wagner y sus colaboradores no siempre acierta en sus soluciones dramáticas en ese escenario, a veces ingenio azucarero o cafetal y algo problemático en su epílogo. Excelente el cuerpo de baile y eficaz la intervención coral.
En el reparto vocal hay que destacar la intervención de Linda Mirabal (muy ovacionada) como la exesclava Dolores Santa Cruz, cantando con singular efecto el tango afrocubano Po Po Po y el tango-congo del segundo acto, En el barrio e Manglá. Notable la Cecilia Valdés de la soprano Elizabeth Caballero, quien solventó muy bien el bellísimo canto de inocencia Yo soy Cecilia Valdés y el lírico momento de la Canción de cuna, dominando el registro agudo, aunque con cierto un exceso de vibrato. Le dio réplica el tenor uruguayo Martín Nusspaumer como Leonardo, quien posee un gran caudal vocal, si bien su voz se estrecha en la zona alta; en todo caso rentabilizó bien su papel y solventó sus dúos con sorprendente capacidad técnica. Bien en sus respectivos papeles la mezzosoprano Cristina Faus como Isabel Ilincheta y el barítono Homero Pérez-Miranda en José Dolores, que cantó con sensibilidad su romanza-bolero Dulce quimera.
Al término de la función el público no dudó en premiar la representación con calurosos aplausos.
(Foto: Javier del Real)
Manuel García Franco