MADRID / Festival FOCUS, el futuro es de Xenakis
Madrid. Auditorio Nacional de Música. 11-VI-2024. Festival FOCUS. Rafa Gálvez, Nerea Vera, Víctor Barceló, Jordi Sanz, Guillem Serrano, Juanjo Guillem, percusión. Jesús Campo, piano. Margarita Rodríguez, soprano. Obras de Xenakis, Marco y Barraqué.
Programa valiente y auditivamente excitante el que proponía el percusionista Juanjo Guillem, en calidad de director artístico del concierto, dentro del contexto del actual Festival FOCUS de la Orquesta y Coros Nacionales de España. Especialmente porque sugería la escucha de un compositor rarísimamente divulgado, Jean Barraqué (1928-1973).
Como acertadamente expone en sus notas Tomás Marco, comisario de esta edición del encuentro, el francés buscó construir una partitura “dura, austera, violenta y suntuosa”. Fruto de aquel empeño fue Chant après chant (1966) para soprano, piano y conjunto de percusión. Músico extraviado en la historia contemporánea e igualmente fascinado por Xenakis y Boulez, su voz hemos de hallarla en un punto de encuentro/colisión entre aquellos. Es ahí donde se ha de entender la propuesta de Barraqué, que repensó el concepto de la serie proliferante aplicándola ‒es el caso‒ en sonidos no afinados; por eso la escritura de percusión resulta mucho más imaginativa que la del piano. Es no obstante el teclado el que ata a su tiempo al compositor; Jesús Campo ofreció una lectura nerviosa y un punto ahogada por la masa, al igual que las palabras musitadas, apenas cantadas con gusto por la soprano Margarita Rodríguez. Evocación decadentista de la muerte (la pieza toma los textos del propio compositor y de una novela de Charles Bruck), el conjunto entendió el bien el tono desazonado de una obra con pasajes de furibunda rabia. Una valiosa ocasión la de poder revivir esta gran música.
Encargada por Les Percussions de Strasbourg, Necronómicon (1971), de Tomás Marco (1941) es una página cuyo título va por delante del efecto que esta causa. “La percusión en sí misma tiene un importante aspecto mágico y ritual”, dice el autor madrileño. Sin embargo, antes que explorar sonoridades oscuras y texturas capilarmente terroríficas (en alusión al libro de conjuros de magia negra al que apela), esta no se aleja de una ambición xenakiana que desemboca, en su decibélico e impactante final, en una evocación del Varèse de Amériques (sirena incluida). Juanjo Guillem, con su formación de Neopercusión, la ha defendido en varias ocasiones y es una partitura que goza de un notable predicamento en el mundo de la percusión. Marco demostró sabérselas todas y la pieza cimenta un dramatismo muy peldaño a peldaño, convirtiendo todo el arsenal instrumental en un laboratorio en el que desde el tanteo se va construyendo una apisonadora que acabará por avasallar en el tramo final. Hay espectacularidad, pero no un correlato sonoro ni argumental con el título, al menos no apreciable. Matizaciones a un lado, Necronómicon no hace desfallecer su ritmo y se aferra a una poderosa lógica interna, lo que devino en un caloroso aplauso al compositor.
Aunque prevista inicialmente en su totalidad, de Pléïades (1978), de Iannis Xenakis (1922-2001), solo se ofreció uno de sus cuatro episodios, Peaux. Lo contrario habría hecho rebasar las dos horas de música. Bien aprehendida por Guillem y sus músicos, la capacidad de fascinación de esta obra maestra (pocas veces un término tan categórico es tan justo) no deja mucho más lugar a consideraciones. Ubicados en el frontal superior de la sala de cámara del Auditorio Nacional (extendiéndose a ambos lados del órgano) el sexteto de percusionistas propició una impactante coreografía de golpeos sobre bombos de diferentes tamaños y timbales y sus consiguientes reverberaciones y ecos. El futuro de Xenakis está asegurado; también la idéntica capacidad de atracción y curiosidad que suscitan los programas de Neopercusión.
Ismael G. Cabral