MADRID / Festival FOCUS: El ‘Escorial’ de Marco a la altura del monumento
Madrid. Auditorio Nacional de Música. 17-V-2024. Festival FOCUS. Orquesta y Coro Nacionales de España. Virginia Martínez, directora. Obras de Díez, Dufay, Xenakis, Victoria y Marco.
Bajo el epígrafe Los números suenan. El encuentro entre artes y ciencia, el comisario de esta edición del Festival FOCUS de la Orquesta y Coro Nacionales de España, Tomás Marco (1942), ha preparado el programa –repartido en tres citas– más ambicioso de cuantos ha acogido la iniciativa más atractiva y arriesgada de la formación sinfónica en los últimos años. Es verdad que resulta un tanto llamativa la inclusión de dos obras del director artístico del ciclo, aunque en su defensa se podrá enarbolar que, desdichadamente, la posibilidad de que una orquesta española reponga en sus atriles una partitura de la magnitud de Escorial es escasa, si no nula.
Escrita entre 1972 y 1973 Escorial es una de las más sobresalientes páginas concebidas por el compositor madrileño. Una época, extendida entre los 60 y los 80, en la que dio forma a las obras más ambiciosas (y vivas) de su catálogo: de Jabberwocky (Antecedentes para cazar un Snark) –1966– al Llanto por Ignacio Sánchez Mejías –1984– pasando por la Sinfonía nº1 (Aralar) –1976– y esta Escorial. La intencionalidad tan conceptual como poética de trasladar a sonidos la arquitectura del monasterio que mandó construir Felipe II tiene en la obra un correlato directo. A remarcarlo se empeñó la directora Virginia Martínez, que trazó una lectura segura, muy firme y de enorme calado en el cuidado de lo climático. La Orquesta Nacional pareció disfrutar con la música inquietante y procesional que lentamente va desplegando Marco hasta llegar a una secuencia absolutamente fascinante en la que el discurso se enroca en una serie de firmes ostinatos que repite alrededor de en 60 ocasiones, como si viéramos construir piedra a piedra el gran edificio renacentista. Hubo también en la versión espacio para comprobar el interés que al Marco de entonces le suscitaban las texturas, con pasajes rugosos y de gran organicidad confiados a los fagots (con especial preponderancia del contrafagot) y al cuarteto de saxofones, entre la que admiramos a una gran especialista en este repertorio, Elisa Urrestarazu. Que Escorial es una de las más grandes obras de la música española del siglo XX quedó probado en esta ejecución de la Nacional.
Antes se las habían visto con la fundacional en tantos sentidos Metastaseis (1954) de Iannis Xenakis (1922-2001), que en sus apenas ocho minutos conllevaba una dificultad mayor que ninguna otra obra del programa. Partiendo de un unísono sobre la nota sol, la música se abre luego en sujetos individuales que trazan sus propios movimientos a partir de la nota pivotal. Hoy la cruda fiereza que pudieron ver en ella quienes acudieron a su estreno en el Festival de Donaueschingen de 1955 ha amainado. Queda la poesía y la fuerza que destila todas y cada una de las partituras del inmenso Xenakis. La ONE no es una orquesta –es una obviedad esto– acostumbrada a este lenguaje. Por ello mismo la trabajaron desde una evidente prudencia expositiva. Los profesores acertaron en las complejísimas entradas que Martínez fue marcando y aunque faltó impetuosidad todo estuvo dignamente expuesto, destacando la sonoridad intensísima de los glissandos en la cuerda grave y los gélidos compases marcados por la percusión. Abrió el programa una pieza menor de Consuelo Díez (1958), cuya Geometría del agua (2004), sin negarle un logrado clima evocador, no acaba por definirse estilísticamente, si bien parece una ejemplar página con la que ensayar armónicos, vibratos y divisiones las jóvenes formaciones instrumentales de cuerda que quieran acercarse a ella.
Bien preparado por su director, Miguel Ángel García Cañamero, el Coro Nacional de España, también aportó sendas interpretaciones del motete Nuper rosarum flores, de Guillaume Dufay (1397-1474) y una selección de la Missa pro Victoria de Tomás Luis de Victoria (1548-1611). Cantaron con expresividad y buen empaste, aunque con una gran masa coral –muy a la manera de la vieja escuela inglesa– que dio al traste cualquier posibilidad diferenciadora entre Dufay y Victoria. Asumiendo este punto de partida, ambas interpretaciones, además de argumentarse intelectualmente en el programa de mano con las piezas contemporáneas, hicieron de amable engranaje entre las propuestas centrales de Xenakis y Marco.
Ismael G. Cabral