MADRID / Fascinados por la gaita de Keravec y necesitados de más VANG
Madrid. CentroCentro. 16-XI-2023. Erwan Keravec, gaita. Obras de Goebbels, Glass y Radigue.
Si para Karlheinz Stockhausen la mayor revolución de la música del siglo XX fue la introducción de la electrónica, seguramente para Erwan Keravec haya sido la incorporación de su instrumento, la gaita, a la música experimental. Desde luego, y sobre el papel, la idea de un programa íntegro para gaita contemporánea puede entrar de lleno en el terreno de lo estrambótico. Acertaron sin embargo los comisarios ‒Sergio Luque y Víctor Barceló‒ del sexto ciclo VANG, Músicas en vanguardia, que organiza CentroCentro al clausurar esta edición confiando en la capacidad de impacto y sorpresa de una propuesta como esta.
En la obra Nº20/58, de Heiner Goebbels (1952) estridencias electroacústicas en forma de truenos y otros fenómenos meteorológicos parecieron ser la respuesta espontánea ante los agudos desafiantes del arpa de Keravec. Ofrecida en semioscuridad, solo hacia el final se hizo presente el músico en el escenario para concluir esta pieza fiera y disonante, desacostumbrada en el catálogo del compositor alemán, que suele huir de radicalismos en sus obras mayores.
Con idéntica parsimonia a cómo el músico francés había transitado el auditorio en la página comentada se enfrentó luego a Two Pages, de Philip Glass (1937), en una insospechada revisión de la partitura pianística a través de la gaita. Adscrita al minimalismo pétreo, casi de propiedades escultóricas, del norteamericano, Keravec implosionó la bolsa de su instrumento para invadir el espacio de una repetición rítmica incesante que aceleraba la presencia de un drone masivo. Cegados por la presencia de un flexo a ras de suelo (en la tradición del binomio artístico que configuraron Glass y Robert Wilson) la sensación de irrealidad, de extrañeza, se acrecentó así aún más, tan solo atisbando la velocidad constante de los dedos del gaitero mientras recorría la luz de un lado a otro impertérritamente.
No es exagerado afirmar que la audición de OCCAM XXVII, de Éliane Radigue (1932), constituirá uno de los momentos mayores de la presente temporada musical madrileña en lo que a música de vanguardia (siempre la sana reivindicación de este adjetivo cuando es justo hacerlo) se refiere. Sentado en un taburete, y como en todas las piezas de esta serie de obras para instrumentos a solos y pequeñas formaciones, Keravec se centró en una estimulante exploración del espacio físico y acústico de la gaita. Obra de tradición oral (en tanto que Radigue no escribe partituras; sus creaciones acústicas se basan en instrucciones dadas a los músicos con los que ha colaborado), en OCCAM XXVII prescinde del soplete para abocarse a una indagación que lleva al músico a adentrarse en los ajustes de afinación del instrumento para modelar un sonido continuo que tan pronto adquirió propiedades electroacústicas como, en determinadas configuraciones, pareció transmutarse en un sho japonés y en un órgano. El gaitero, como médium a través del cual conectar con las visiones sonoras de Radigue, propició un estado de escucha interna, meditativa; una discreta y hábil manera de disolvernos en el sonido.
Queda así CentroCentro emplazado para que, más pronto que tarde, dé a conocer los contenidos de una próxima edición de VANG, un espacio sin peajes ni compromisos que supone una oportunidad inédita para encontrarnos en Madrid con estas músicas del futuro.
Ismael G. Cabral