MADRID / Exquisitez de Julia Fischer y Academy of St Martin in the Fields
Madrid. Auditorio Nacional. 6-II-2024. Ibermúsica 23-24. Academy of St. Martin in the fields. Directora y solista: Julia Fischer, violín. Obras de Beethoven, Schubert y Schoenberg.
Volvía a Ibermúsica (su última visita fue hace un par de años) la famosa agrupación británica fundada por Sir Neville Marriner a finales de los cincuenta, para ofrecer el concierto que hacía, según nos informó Clara Sánchez en su presentación, el número 146 de los interpretados para Ibermúsica desde que actuaron en el ciclo por vez primera en marzo de 1973. Se dice pronto.
En un planteamiento similar al ofrecido en 2022, el programa era una combinación de obras concertantes con violín solista (en este caso, las dos Romanzas de Beethoven) y sinfónicas que no requieren gran contingente (Quinta sinfonía de Schubert y la bellísima Noche transfigurada de Schoenberg), y que, además, tenían en este caso en común haber sido escritas por los tres autores en su juventud.
Destaca con acierto Juan Ángel Vela del Campo, en sus informativas, claras y cercanas notas al programa de mano, la serenidad y sencillez de las Romanzas beethovenianas para violín y orquesta. Música que, como destaca el mencionado crítico, habla con melancolía desde su esencia, elegante, pero de inefable expresividad, y en la que hay más de un eco mozartiano. Y, como todo lo escrito por Beethoven para violín, música tan hermosa como traicionera donde las haya, porque es un retrato tan fiel como inclemente de la cualidad de la afinación del solista.
Pero ya comentamos con ocasión de su anterior visita que Julia Fischer (Múnich, 1983) es, sin lugar a discusión, una superdotada. La bávara extrae de su instrumento un sonido tal vez no especialmente grande en el volumen, pero de presencia sobrada y redondez y belleza extraordinarias, con un colorido exquisito, ayudado por una afinación de una precisión milimétrica, un vibrato justo, nunca tenso, y una articulación de sobresaliente claridad. Elementos todos ellos que Fischer pone al servicio de un discurso musical de envidiable intensidad, elegancia y coherencia. Su interpretación de las dos Romanzas de Beethoven, con tempi sabiamente elegidos, respondió perfectamente a esa expresión refinada y elegante de una melancolía serena, matizada con exquisita delicadeza y recreada con un fraseo de envidiable encanto. Dos maravillas que dejaron clara la altísima categoría de la Fischer, a la que nos gustaría escuchar el Concierto de este mismo compositor. No es difícil adivinar que, con sus características, puede hacer una interpretación excepcional del mismo.
Sin perder de vista la elegancia, la Quinta sinfonía de Schubert, escrita en el principio de su edad adulta, apenas mirando todavía de reojo a la adolescencia, es una página refrescante, vitalista y juvenil, de la que con frecuencia –y también así lo destaca Vela del Campo– se dice que tiene resonancias de Mozart y Haydn. Música amable para una obra que evita trompetas, timbales y clarinetes, y que transpira una energía y luminosidad envidiable, en un discurso fluido y de singular encanto.
Se situó Fischer para esta obra, como ya hiciera en su anterior visita, como concertino de la formación, y desde allí dibujó una interpretación ligera, sonriente, con buen impulso, pero siempre elegante, ajena a la tensión que el compositor desplegaría en sus últimas dos sinfonías, e incluso al clima más inquietante que asomaba en la sinfonía previa, compuesta apenas unos meses antes que esta. Siempre equilibrada en su elección de tempi, con un Andante con moto apropiadamente ligero, en el que el diálogo entre cuerda y madera llegó con gran belleza, la interpretación de Fischer y la Academy tuvo indudable energía en un Menuetto incisivo en el grado justo, con un trio amable, bien cantado, y un Allegro vivace final jubiloso, sonriente. Una lectura, en fin, modélica para esta música refinada, elegante y luminosa.
Otro asunto bien distinto es esa obra excepcional que es la Noche transfigurada de Schoenberg. El sexteto (luego también reescrito para orquesta de cuerda, como lo escuchamos en este concierto) compuesto a los 25 años por Schoenberg, inspirado por el poema homónimo de Richard Dehmel, presenta una música decididamente postromántica. Los ecos son aquí de las armonías de Wagner más que de Brahms, incluso con algún ramalazo mahleriano, quedando aún lejos la evolución que Schoenberg experimentará luego hacia el dodecafonismo. Música, en todo caso, impregnada de una mezcla de lirismo y tristeza, con fuerte carga emocional en la parte intermedia, y con un final decididamente sobrecogedor en su emotiva ternura. Y música de compleja traducción, entre otras cosas por la inundación de indicaciones de expresión e inflexiones de tempo prescrita por Schoenberg, además de matices y acentos con frecuencia extremos.
Como dijimos en la anterior visita de la agrupación británica, existen orquestas de cámara muy buenas, y algunas, no tantas, realmente excepcionales. La Academy of St Martin in the Fields es sin duda una de estas. Y ayer lo demostró de nuevo, tanto en el acompañamiento de las dos Romanzas de Beethoven como en la luminosa lectura schubertiana, y lo selló definitivamente con una emocionante interpretación, sabiamente conducida por Fischer, nuevamente en su papel de concertino, de esta página excepcional que es la Noche transfigurada, ejecutada con una plantilla de razonable dimensión (8/6/4/4/2). Delicadísimo el comienzo, susurrado, quizá un punto ligero el tempo para la indicación sehr langsam (aunque esto es una cuestión muy personal, claro está), pero planteado con envidiable intensidad y apasionamiento el pasaje posterior más rápido (Etwas bewegter), y con la tensión muy bien graduada hasta el clímax. Hermoso, el sugerente final, con el canto de los violines I sobre el delicado dibujo arpegiado de los violines II, siempre en un cuidado pianissimo.
El éxito fue grande y merecidísimo, a la altura del excelente musical de la velada. Lo estuvo también el delicioso regalo ofrecido: el Andante con moto de la Suite para cuerdas JW 6/2 de Leoš Janáček. Quizá otro guiño a este 2024 que, como ya hemos comentado, es el año de la música checa. Pero esta delicatesse de la Academy con Fischer fue una verdadera delicia, para paladear en toda su dimensión.
Rafael Ortega Basagoiti
(fotos: Rafa Martin – Ibermúsica)