MADRID / Excelso Bach de Musica Alchemica

Madrid. Basílica Pontificia de San Miguel. 17-III-2021. FIAS 2021. Musica Alchemica. Directora y violín: Lina Tur Bonet. Obras de Johann Sebastian Bach.
El príncipe Leopoldo de Anhalt-Köthen contrató a Johann Sebastian Bach como maestro de capilla en 1717. Fue, por utilizar la terminología futbolística de ahora, un fichaje ‘galáctico”. El príncipe era músico y apreciaba el talento de Bach, así que le hizo un contrato sustancioso y le permitió disponer de todo el tiempo que necesitara para componer sin prisa. Como era calvinista, a Leopoldo no le interesaba la música religiosa, ya que esta no se utilizaba en los servicios eclesiásticos. Así las cosas, Bach pudo dedicarse en aquellos casi seis años de estancia en Köthen a elaborar fundamentalmente música orquestal. Para desazón nuestra, solo un tercio de ella ha sobrevivido.
Por si no hubiera tenido suficiente fortuna con toparse con un patrón tan obsequioso, a Bach le tocó también otra ‘lotería’: Köthen distaba (sigue distando, claro) no mucho de Berlín —unos 150 kilómetros—, y la orquesta de la corte berlinesa había cesado en su actividad. Un buen número de los integrantes fueron contratados por el príncipe Leopoldo, lo cual permitió a Bach disponer de instrumentistas más que cualificados. Pensando en ellos, el genio de Eisenach escribió las cuatro Suites orquestales, los seis Concierto de Brandemburgo y numerosos conciertos para violín (debió de tener a su disposición un gran violinista, sin duda), además de varias cantatas profanas.
Algunos de esos conciertos para violín serían transcritos más tarde por Bach para ser tocados al clave. Casi todos los originales se han perdido, pero, realizando un viaje de ida y vuelta (es decir, transcribiéndolos ahora del clave al violín), han podido reconstruirse en los últimos años. Es el caso del Concierto para violín en Sol menor BWV 1056R, que ayer abrió el programa que presentaban en el FIAS la violinista Lina Tur Bonet y su grupo, Musica Alchemica. Junto a este concierto, se incluían otras obras bachianas de la etapa de Köthen: el Concierto de Brandeburgo nº5 en Re mayor BWV 1050, el Concierto para violín en La menor BWV 1041 y la Suite orquestal nº 2 en Si menor BWV 1067.
Dicen que nada en este mundo es perfecto. Y es verdad. Pero también es verdad que, si hay algo que se aproxima a la perfección en este mundo, ese algo es la música de Bach. Sobre todo, si está tan extraordinariamente tocada como anoche la tocaron Tur Bonet y una plantilla de colaboradores —corta en cuanto a número, pero muy extensa en cuanto a talento— integrada por los violinistas Valerio Losito y Pavel Amílcar, la violista Lola Fernández, el violonchelista Oriol Aymat, el contrabajista Andy Ackerman, el flautista Guillermo Peñalver y el clavecinista Dani España. Por cantidad, esta formación no debía de diferir mucho de aquella primigenia de Köthen; por calidad, tampoco.
Tur Bonet estuvo espléndida (lo cual ya no es noticia), aunque quizá se mostró en los pasajes rápidos algo más contenida de lo que en ella es habitual. En los lentos, nos arrobó con un lirismo difícilmente igualable. La música se prestaba a ello, porque la belleza del Largo del BWV 1056R, del Andante del BWV 1041 o de la célebre Aria de la Suite orquestal nº1 (ofrecida como propina) es absoluta y la violinista ibicenca se recreó en ella hasta extremos inauditos.
Toda la velada tuvo un nivel imperial, pero fue acaso el Concierto de Brandemburgo nº 5 el que más les desafió y, por ende, el que les obligó a dar lo mejor de sí mismos. Concierto peculiar, por cuanto más que tener un solista, en realidad tiene tres: el violín, el clave y la flauta travesera. Tur Bonet y Peñalver lo bordaron, pero Espasa fue un paso más allá con su magistral ejecución de la endiablada y larguísima cadenza del primer Allegro.
En fin, otra jornada de esas que pasan a formar parte de los anales, como lo demuestra el interminable aplauso con el público (el afortunado que pudo acceder a la iglesia, ya que hubo tanta o más gente que, por razones de aforo, hubo de volverse a casa después de haber estado haciendo cola durante más de una hora) premió a los miembros de Musica Alchemica. A estas alturas ya no quedaba la más mínima duda (salvo, quizá, en el algún desnortado bloguero), pero siempre es bueno abundar en ello.
Eduardo Torrico