MADRID / Enrico Onofri y la OBS: el mejor Vivaldi en las mejores manos
Madrid. Auditorio Nacional de Música. 21-III-2024. Universo Barroco. Orquesta Barroca de Sevilla. Enrico Onofri, violín y dirección. Ocho conciertos de L’Estro Armonico de Antonio Vivaldi.
Al margen de su extraordinaria importancia histórica, quien suscribe tiene una enorme querencia por la opera terza del Prete Rosso. ¿Por qué? A mi juicio es su mejor colección publicada y, por su fecha (1711), pertenece a lo que podríamos llamar primera madurez: una época caracterizada por una enorme frescura y experimentación, en una constante construcción del propio estilo al tiempo que asume el legado de los grandes maestros que le precedieron en Venecia (Albinoni, Marcello…), pero también en Bolonia (Torelli, Corelli…). Eso es exactamente L’Estro Armonico: una prodigiosa combinación de pasado y futuro, de arcaísmo y vanguardismo, de voz personalísima y ecos ajenos.
Para servirnos tan exquisito menú hemos contado con la formación historicista española de mayor solera, la Orquesta Barroca de Sevilla (OBS), y uno de los grandes vivaldianos de hoy y de ayer: Enrico Onofri, quien prácticamente creó el nuevo estilo vivaldiano cuando comandaba la cuerda de Il Giardino Armonico hace treinta años. Esta conjunción prometía mucho de lo que luego se obtuvo: contundencia, acentuación, dinámicas marcadas, extraversión, agilidad e intensidad a raudales.
Debo comenzar destacando la gozada que supone poder escuchar una orquesta bien nutrida (4/4/2/2+1) en el espacio de la maravillosa sala de cámara del Auditorio Nacional, en particular una que exhibe un sonido bien robusto, proyectado y con volumen, de suerte que muchísimos pasajes poseen lo que en tantas ocasiones se pierde en las inmensidades de la sala sinfónica: impacto, como ocurrió con los bien conocidos unísonos vivaldianos.
No se hizo la integral de la colección: se interpretaron ocho de los doce conciertos; muy bien seleccionados, por cierto. Primó lo colectivo frente a lo individual, de modo que fueron tres los conciertos para cuatro violines, tres los que cuentan con dos y solo dos los que presentan un violín solista (hay cuatro de cada en la edición). En un alarde de calidad global, en los conciertos para cuatro violines se alternaron los ocho violinistas, con un resultado muy positivo en conjunto. Onofri se lució en los dos conciertos a él reservados, si bien en el maravilloso y mágico Larghetto del noveno yo habría pedido más calma y morosidad, aunque no faltó la emoción. En los conciertos para dos violines se contó con la lujosa participación de Lina Tur Bonet, quien no defraudó. La orquesta, en conjunto, como ya se ha indicado, se comportó con excelencia: vigorosa, con ímpetu, pero no basta, algo que maridó a la perfección con la personalidad mercurial de Onofri. Con sinceridad, este es el Vivaldi que me gusta y entiendo más adecuado a la naturaleza de su música; como no se agite bien al veneciano, pierde. Una noche estupenda.
Javier Sarría Pueyo
(foto: Elvira Megías)