MADRID / El retorno de Moniuszko
Madrid. Teatro Real. 9-XI-2023. Maxim Kuzmin-Karavaev (Stpñnik), Tomás Konieczny (Janusz), Olga Symiakova (Zofia), Corinne Winters (Halka), Piotr Beczala (Jonek), Orquesta y coro del Teatro Real. Director: Lukasz Borowicz. Moniuszko: Halka.
Había transcurrido medio siglo largo desde que Halka apareció en la cartelera madrileña, concretamente en el Teatro de la Zarzuela. Ahora, en versión de concierto, retorna según la versión del estreno varsoviano de 1858, que cabe considerar definitiva. La obra es, ante todo, un emblema del nacionalismo musical polaco, contemporáneo de otros nacionalismos europeos como el español, el checo, el húngaro y el ruso. Tanto por el esquema argumental como por la estructura de solos y conjuntos, vocalidad y ritmo sinfónico, obertura y números cerrados, la obra sigue el modelo de la ópera romántica italiana. A ella añade el uso de bailes locales como la mazurka y la polonesa, más alguna intervención de canto tradicional callejero y religioso. La historia de una muchacha de pueblo seducida y deshonrada por un señorito y vanamente requerida por un buen muchacho también de pueblo, se corona con el suicidio de la heroína. No hay excesiva novedad en el relato pero, dadas las dramáticas circunstancias políticas de Polonia, se tornó una suerte de emblema nacional. Moniuszko la sirvió con un melodismo modesto y agradable, una orquestación colorida con algunos excesos de charanga y un tratamiento vocal bien definido. Nos situamos cerca de Donizetti, del joven Verdi y de nuestro Emilio Arrieta.
La versión ofrecida en el Teatro Real se caracterizó por un homogéneo tratamiento estilístico, en el que el director Lukasz Borowicz acentuó el lado colorista y rítmico. Manejó equilibradamente las masas, sostuvo a los cantantes en cuanto a velocidad y volumen, y leyó la partitura con enérgica limpieza, sin perder jamás la tensión y la continuidad. El elenco se desempeñó con las exigencias de solvencia y brillo requeridos. La protagonista, Corinne Winters, mostró una voz esmaltada y pulposa en todos los registros, emitida con nitidez y seguridad. Mantuvo a su Halka con una corrección monocorde hasta la escena final que tiñó con un alto dramatismo y una intensidad sonora ejemplares. A su lado, Piotr Beczala, predecible estrella de la noche, reivindicó su marca dentro del tenorismo actual: voz sobrada, emisión señorial, recitación intensa y recortada, más un fraseo variado y minucioso. Maxim Kuzmin-Karavaeves un bajo de anchos y cálidos medios, conocedor de su parte y del carácter general de la obra, aunque no siempre evitó la emisión calante y ciertas imprecisiones de canto eslavo en cuanto a la altura de las notas. El resto del reparto rayó en la excelencia y completó el alto nivel de la propuesta.
Blas Matamoro
(fotos: Javier del Real)