MADRID / El FIAS recupera la vertiente sacra de Manuel García
Madrid. Palacio Real. 3-III-2024. FIAS. Numen Ensemble. Director: Jerónimo Marín. Obras de Rossini y García.
El XXXIV Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid, que dirige activa e imaginativamente Pepe Mompeán, se ha apuntado un buen tanto con este concierto que nos ha ofrecido la oportunidad de escuchar por primera vez por estos lares la primera de las cuatro Misas de Manuel García, compuestas durante la estancia del músico en Londres en torno a 1818. Como bien dice en sus autorizadas notas al programa el experto Andrés Moreno Mengíbar, esta composición “muestra el intento del músico de alcanzar un estilo intermedio entre el eclesiástico aprendido en su infancia y el operístico”.
Los pasajes corales, de contrapunto bastante simple, tratan de acercarse al estilo religioso. La buena mano de García no le daba para acertar a construir un tejido contrapuntístico depurado y rico, de ahí que las fugas del Gloria y del Credo resulten poco enjundiosas y elaboradas y no ofrezcan ningún especial rasgo de genio. Eso sí, todo queda expuesto de manera muy clara y con una línea melódica generalmente inspirada, perfectamente adaptada a la voz, de ahí que la escucha, sobre base en verdad diáfana, sea muy agradable y que el suave melodismo nos llegue de forma muy fácil.
Hay en la obra bastantes pasajes en los que participan los cuatro solistas en variables formaciones: solos, dúos, tríos y cuartetos, en muchos momentos arropados por el coro, que en este caso no sobrepasó los 15 elementos. Con todo, nos lo pasamos estupendamente, admirando las líneas claras y aplaudiendo la interpretación a cargo del Numen Ensemble, aquí dirigido por Jerónimo Marín, músico avezado en distintos frentes: oboísta, barítono, profesor y en los últimos tiempos director. Pose un gesto claro de brazos bien abiertos, que manda y sugiere líneas y acentos en busca de un equilibrio y de un fraseo natural.
Por ello el grupo coral, cuyo titular es Héctor Eliel Márquez, que en esta ocasión estuvo sentado al órgano, pareció funcionar a satisfacción, con una afinación bastante precisa y un empaste generalmente correcto, solo con ligeras desigualdades. Los cuatro solistas cantaron con entusiasmo. El más entonado y de instrumento más interesante fue el barítono peruano Alejandro Sánchez, de timbre oscuro y emisión bien asentada, homogéneo y generoso. El tenor, Luis Arance, de tinte agradable y fraseo delicado, mostró cierta inseguridad tonal, evidente vibrato y una excesiva proclividad para el falsete. Potente la voz la de la soprano Carmen Paula Romero, poco amiga de apianar y regular el sonido, y discreta y musical la mezzo, protagonista de variadas aventuras, Alejandra Acuña.
Antes de la Misa, se nos ofrecieron tres obras corales de Rossini: Salve Regina, con órgano, O salutaris y Cantemus, esta última, a ocho voces y perteneciente a los famosos Cuadernos de vejez, la más interesante. En ella, apunta Moreno Mengíbar, encontramos un ejemplo de polifonía palestriniana y un contrapunto bien elaborado. Lisonjero éxito al final con la Capilla Real a rebosar.
Arturo Reverter