MADRID / El experimento enjaulado

Madrid. Museo Nacional Centro de Arte (Auditorio 400). 17-IV-2023. Roberto Maqueda, performer. ensemble mosaik. Chatschatur Kanajan, director. Obras de Hirsch, Galindo Quero y Rodríguez Valenzuela.
Programa importante y de considerable ambición el encargado al alemán ensemble mosaik por parte del CNDM para su presentación en Madrid y también en el marco del ciclo Badajoz Actual, que programa la Sociedad Filarmónica de la ciudad pacense. Un paisaje (uno de los casi infinitos posibles) de la música de nuestro tiempo a través de tres voces jóvenes y heterodoxas apostando además, antes que por la consabida presentación de obras de minutaje convencional, por la audición de dos interesantes piezas y de una tercera de considerable envergadura (temporal y en efectivos).
Comenzó la escucha por Glides (2014-21) de Liisa Hirsch (1984). La compositora estonia resume en ella su principal preocupación y ocupación en torno a la creación, el sonido y su escucha. Por eso elabora a modo de ritual una obra que ha de interpretarse sin partituras, y en la que los músicos rodean un piano y a un pianista que lo tañe sobre las cuerdas mediante e-bows. El campo magnético que estos objetos crean otorgan el tono a partir del cual el resto de instrumentistas confeccionan, desde la escucha concentrada, un sereno campo armónico que no es roto ni resquebrajado, tan solo apagado sin ningún efectismo. Ecos de Éliane Radigue y de Catherine Lamb (pionera y su consecuencia más activa en la actualidad) sustancian el trasfondo de una página sencilla y nada original pero de incuestionable belleza.
Los concisos aplausos que mereció Si callalo pudié sentirsas (2020) de Irene Galindo Quero (1985) bien pudieron deberse a la incomprensión de la escucha en alemán de un fragmento del poema Merci. Dos hermanos de Ángela Segovia. Quizás la compositora granadina podría plantear la traducción de un texto (en función del lugar geográfico de escucha) por más que, lógicamente, ésta en la interpretación que nos ocupa corriera con más naturalidad en las voces de las intérpretes alemanas (instrumentistas de flauta y viola) que lo recitaron. Más allá de la comprensión textual, la partitura de Galindo Quero tiene mucho que ver con la formación del habla –que hace emerger de manera balbuceante– y con la talla de un material sonoro quedo, tan crepuscular que parece envolverse en una oscuridad cada vez más y más lacerante, agudizada por el efectivo recurso de extrañamiento que produjo el sonido de dos arcos golpeando el aire con insistencia
Hasta el momento, el ensemble mosaik se había desenvuelto en esta nueva comparecencia en el Auditorio 400 como una bien aquilatada formación para la traducción de estas músicas diversas. Quedaría todavía un mayor empeño con time.cage (2021) de Manuel Rodríguez Valenzuela (1980). A estas alturas parece claro que una obra como Black Box Music (2012) de Simon Steen-Andersen ha quedado iconizada como un capítulo clave de la música de ahora mismo por su capacidad, no solo de conquistar nuevos escuchantes, también de inspirar otros capítulos autónomos y de personalidad propia.
Rodríguez Valenzuela es un músico del multimedia pero también posee una rara capacidad de seducción con la artillería de orgánicos que plantea en bastantes de sus creaciones. Su afán por la lutheria experimental (con descarnadas exploraciones tímbricas, caso de la reciente 41) y por la música electrónica empleada más masivamente se concretan en esta time.cage de manera que en ella se resumen muchas de las inquietudes de la música actual. De un lado hay en ella un indisimulado gusto por el apropiacionismo (foxtrot, esquejes jazz, formas clásicas, episodios ambientales, industriales y académicos), por el carácter episódico y la brevedad (asunción estrictamente generacional), por la autorreferencia (al director Enno Poppe, dedicatario parcial y visibilizado en el vídeo, que la ha dirigido, al propio performer/percusionista que la defiende, Roberto Maqueda) y, en fin, a toda la cultura del DIY (Do It Yourself) en la construcción e instalación de una estancia oculta que encierra al solista (para mostrarlo en el vídeo) a manera de sonidista-ambientador.
Con indisimulado humor de raigambre kageliana (Maqueda autoamplificando su garganta mientras emitía sonidos roncos o mirando a la cámara con intención teatral), time.cage no ahuyenta su condición de artefacto experimental y experiencial y no escatima la necesidad de una audición cómplice y atenta, pues el carácter conciso de los diferentes capítulos y la dispersión estética pueden despistar de no ser así. Chatschatur Kanajan dirigió a los músicos del mosaik con admirable conchabanza e hizo bien lo más difícil que le plantea el compositor, concordar temporalmente la discontinuidad acústica, al solista enjaulado (un Maqueda siempre implicado en proyectos osados) y al vídeo.
Ismael G. Cabral
(fotos: Rafa Martín)