MADRID / El Ensemble Diderot brilla en su estreno en el Auditorio Nacional
Madrid. Auditorio Nacional. 17-I-2024. Universo Barroco. Ensemble Diderot; Johannes Pramsohler, violín y dirección. Concerti galanti. Obras de Pisendel, Durant, Telemann, Quantz, Fasch y J.S.Bach.
“Nunca es tarde si la dicha es buena”, diría mi refranero compañero y sin embargo amigo Rafael Ortega Basagoiti. Por fin el Ensemble Diderot se estrenaba en el Auditorio Nacional, que no en Madrid como se encargó de señalar durante el concierto el líder del grupo, Johannes Pramsohler, ya que el pasado año actuaron en los Teatros del Canal. Instalado desde hace una década en la élite de los grandes conjuntos de música antigua, el Ensemble Diderot se caracteriza por la excelencia técnica y el rigor de sus propuestas, abordando en sus programas –tanto de discos como de conciertos– repertorio infrecuente. Y esto es a grandes rasgos lo que ofreció en el concierto que nos ocupa, donde se presentó con una formación algo más amplia de la habitual.
Comenzaron con el Concierto para violín en sol menor de Pisendel, Konzertmaister de la Orquesta de la corte de Dresde en su época más gloriosa, cuando era posiblemente el mejor conjunto instrumental de Europa. Pisendel fue un gran virtuoso del violín y algunos de los mejores compositores de la época le dedicaron composiciones, entre ellos Vivaldi, con quien entabló una duradera amistad. Sus escasas composiciones son técnicamente exigentes para el violín y siempre contienen algún momento memorable. Quienes tengan en la memoria la interpretación de la Orquesta Barroca de Friburgo en un disco de hará unos veinticinco años con el que algunos descubrimos a este fantástico compositor, quizás echaran en falta durante el concierto el concurso de los oboes, que dotan a esta música de un sonido más opulento. Pero tampoco es cuestión de ponerse exquisitos, siempre se agradece que se programe a un sospechoso tan poco habitual como Pisendel. Empezó algo frío Pramsohler pero los dos últimos movimientos, incluido el bellísimo largo del tercero, encontraron una lectura más acertada.
El Concierto para clave, laúd, violonchelo y cuerda en do mayor del compositor nacido en Pressburg (actual Bratislava) Paul Charl Durant, quizás fuera la obra que mejor respondía al carácter galante que daba título al programa. Pramsohler la presentó como ejemplo de “concierto de viaje”, hilo conductor de uno de los últimos discos del Ensemble Diderot. En este caso concreto, ese fascinante personaje que es la margravina Wilhelmine de Bayreuth –promotora de la construcción del maravilloso teatro barroco de la ciudad y de una intensa actividad musical que convertirían a la pequeña ciudad bávara en un centro artístico de primera fila– encargaría el concierto de Durant para ser interpretado en una de las residencias secundarias que tenían los margraves en las cercanías de Bayreuth. Además del inequívoco tono galante, este concierto destaca por la insólita combinación de instrumentos solistas, que fueron asumidas de forma magnífica por el laudista noruego Jadran Duncumb, la violonchelista Cécilles Verolles (que sustituía a Gulrim Choï, uno de los pilares del ensemble) y el estupendo clavecinista Phillippe Grisvard.
Johannes Pramsohler es una especie de heredero espiritual de Reinhard Goebel, fundador y director del mítico grupo Musica Antiqua Köln. El hecho de incluir el Concierto para tres violines en fa mayor de Telemann, que forma parte de la Tafelmusik y de la que el conjunto de Colonia dejó un registro discográfico de referencia, reflejaría esta filiación entre maestro y discípulo. La prestación de Pramsohler, Roldán Bernabé y Simone Pirri en las partes solistas fue extraordinaria, plena de energía y precisión. Ya comentamos con ocasión de un concierto anterior que es difícil encontrar en un mismo conjunto tres violinistas tan talentosos, con un sonido tan redondo y una técnica tan sólida. La magnífica interpretación no desmereció de la del maestro y hubiera hecho las delicias de nuestro añorado Eduardo Torrico, quien sentía un siempre confesado entusiasmo por el grupo de Goebel, por esta música de Telemann y por Johannes Pramsohler, del que hablaba siempre maravillas, incluso cuando apenas era conocido en España.
En la segunda parte se sumó al Ensemble Diderot el gran flautista y, desde hace algún tiempo estimable director, Alexis Kossenko. Junto con Pramsohler, la violista Mario Konaka y Grisvard, interpretó el Cuarteto para flauta, violín, viola y bajo continuo en si menor de Quantz, obra que combina el estilo galante con un toque de empfindsamkeit (sentimentalismo) y momentos de un denso tejido contrapuntístico, ingredientes cuya mezcla no termina de resultar convincente. Quantz era un gran virtuoso de la flauta y compuso innumerables obras en las que su instrumento era el protagonista, muchas de ellas destinadas a su patrón Federico de Prusia, hermano de la citada Wilhelmine y consumado flautista. Quantz, como compositor, se sumó a las nuevas modas preclásicas, lo que le proporcionó un notable éxito en su época, pero hoy sus obras palidecen frente a otras de sus coetáneos como Fasch o Telemann, consumados maestros de la formación del quadro. La interpretación de los cuatro solistas fue digna de mejor música.
El encantador Concierto para laúd en re menor de Fasch es una obra que se ha grabado con cierta frecuencia pero es raramente programada, quizás por el difícil equilibrio entre la orquesta y un instrumento de volumen tan limitado como es el laúd. Precisamente, una de las grandes virtudes de la versión que pudimos disfrutar es que se logró que los ritornelos de la orquesta no se comieran al frágil laúd. Excelente Jadran Duncumb en la parte solista, especialmente en el movimiento central, donde consiguió crear un precioso clima de recogimiento y lirismo, a pesar de las inclementes toses de algunos espectadores que no tuvieron piedad e hicieron todo lo posible por sepultar al indefenso laúd con sus espasmos perfectamente proyectados.
Para cerrar el concierto, Pramsohler reservó el Triple concierto BWV 1044 de J.S. Bach, sin duda la obra más monumental y compleja de todas. Y esta fue, junto a la de Telemann, en la que la interpretación brilló a más altura. Los paralelismos de esta obra con el más popular Concierto de Brandemburgo nº 5 son evidentes: mismos instrumentos solistas (flauta, violín y clave) y en ambas en el movimiento central estos instrumentos dialogan a solas. En el Triple concierto el papel del clave no es tan destacado y carece de la deslumbrante cadencia del primer movimiento del Brandemburgo nº 5. Sobresalientes las prestaciones de Pramsohler, Kossenko y Grisvard en las partes solistas, que mantuvieron la difícil y permanente tensión que exige esta obra sin que decayera la interpretación en ningún movimiento.
Para cerrar el concierto, y fuera de programa, la polonesa de la célebre Suite nº 2 en si menor de Bach, con obvio protagonismo de Kossenko en esta obra en la que la flauta es el instrumento principal.
Por lo visto y escuchado sólo podemos desear que el Ensemble Diderot se convierta en un habitual del ciclo Universo Barroco.
Imanol Temprano Lecuona
(fotos: Elvira Megías)