MADRID / El conjunto El Gabinete de Música revive las notas de Boccherini en un espacio íntimo
Madrid. Biblioteca Musical Víctor Espinós (Centro de Cultura Contemporánea Conde-Duque). 19-I-2024. Luigi Boccherini. Tres tríos de su Opus VI. El Gabinete de Música: Soko Yoshida y Lukas Hamberger, violines; Carlos Leal Cardín, violonchelo y dirección.
A veces, donde menos se espera, salta la liebre de un acontecimiento musical interesante. Ocurrió el pasado viernes en la Sala de actividades de la Biblioteca Musical Víctor Espinós del madrileño Centro Cultural Conde-Duque. Un espacio chiquito y recogido donde el conjunto El Gabinete de música recreó la música de Luigi Boccherini. El programa, también reducido, se componía de tres de los seis tríos para dos violines y violonchelo que el compositor escribió en 1769, recién llegado a España, y dedicó al príncipe de Asturias (futuro Carlos IV) con la esperanza de encontrar acomodo profesional en su entorno. No vio cumplida sus expectativas y terminaría sirviendo, como es bien sabido, a su hermano menor, el infante don Luis, pero los tríos tuvieron su vida propia. Fueron editados simultáneamente en 1771 en Madrid (como Op. 6) y París (como Op. 9) y reeditados después en Londres, Amsterdam y Berlín y, finalmente, en Venecia, donde, por cierto, se reutilizaron las planchas de la edición española. Un claro éxito editorial que es resultado, naturalmente, de la calidad de una música altamente expresiva y dotada de un rico lenguaje melódico y la innata elegancia que siempre caracterizó al compositor.
El Gabinete de música está integrado por tres jóvenes intérpretes procedentes de la Schola Cantorum Basiliensis, lo que acredita su sólida formación técnica, exhibida cumplidamente a lo largo de un concierto que, en cierto modo, recreaba las condiciones en que pudo ser tocada esta música en su origen. Bien compenetrados y dotados de la necesaria complicidad, captaron y tradujeron sonoramente a la perfección el espíritu de las partituras, haciendo que las notas saltaran con naturalidad entre los violines, siempre arropados por la omnipresencia del violonchelo, en una interpretación que aunó viveza y elocuencia, sin perder la gracia, delicadeza y el tono de intimidad requerido por música y entorno. Una gratísima experiencia.
Manuel M. Martín Galán