MADRID / Durón en su salsa
Auditorio Nacional. Sala de Cámara. 2-III-2024. Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música de la Universidad Autónoma. Lola Casariego, Ingartze Astuy, Francisco Pardo, Pablo James, Juan Blázquez, Ana Molina, Natalia Pérez, Pilar Tejero. Exordium Musicae. Director: David Santacecilia. Director de escena: Federico Figueroa. Sebastián Durón: Veneno es la envidia de amor.
De Sebastián Durón (Brihuega, 1660 –Cambo-les-Bains, Francia, 1716) ya conocíamos algún otro título como La guerra de los gigantes, y ya sabíamos, gracias a la moderna musicología, con estudiosos tan responsables como Raúl Angulo, que se trataba de un compositor valioso y original, verdaderamente nuclear de nuestra lírica, ya que fue, junto a Antonio de Literes, el renovador de la creación escénica en nuestro país, el que propuso nuevas formas de expresión. En él se dan cita los últimos coletazos de lo genuinamente hispano con las nuevas formas que venían de la invasora Italia.
Mitjana afirmaba que el rasgo característico de su música “es un ritmo atormentado, muy influido por la rítmica de las canciones populares; frecuentemente emplea síncopas y prefiere los aire vivos y animados. Es un temperamento nervioso, lleno de fogosidad y pasión, que no sabe contenerse y estalla en cada instante”. Aspectos que podemos localizar en gran parte de su prolífica producción y que hemos podido observar de nuevo en este concierto de la Autónoma, que ha exhumado de la mano de Angulo la partitura de este Veneno amoroso. En ella hay de todo y de distintos estilos: arias (una sola dacapo), dúos, cuartetos (uno muy bello y variado), coros (cuatro voces), coros y solistas, recitados, alternancias vocales, declamados… Lo que prueba la inventiva del compositor y del libretista Antonio Zamora, vertida en arias breves como Luz vete y déjame de Circe.
La realización, puesta en escena e interpretación ha corrido a cargo de un equipo muy responsable y serio, con los siete músicos de Exordium Musicae en el estrado: dos violines, violonchelo, contrabajo, arpa y archilaúd, guitarra barroca y clave, manejado este por su director, David Santacecilia, preciso en las indicaciones, variado en las sugerencias. Los distintos ritmos, el colorido de las danzas, las expansiones líricas han tenido su sitio y su encaje adecuado, de tal forma que las voces se han debido de sentir cómodas.
Estas han actuado con general acierto y entrega. El protagonismo ha sido para la Circe de la mezzo Lola Casariego, cantante veterana de hermosas sonoridades, pasajeramente nasales, de timbre áureo y caluroso, de pronunciación no siempre clara y buen apoyo en unos graves algo apagados. A su lado ha brillado la Escila de Ingartze Astuy, soprano lírico-ligera de atractivos armónicos y fraseo claro. De menos relieve nos pareció el Apolo de Francisco Pardo, tenor bien aireado, de leves sonoridades y afinación relativa, que también incorporó a Foreo. El tenor Juan Blázquez y la ligera soprano Fiorilla fueron la muy cumplidora pareja de cómicos. Cerraron el grupo las entonadas Ana Molina (Ninfa/Anteo), mezzo, y Pilar Tejero (Ninfa), soprano.
Falta por mencionar la buena labor del actor Pablo James, de buenas resonancias y timbre desleído, en el papel hablado de Glauco, que se inserta en una acción de argumento complicado, de idas y venidas a veces gratuitas, en la que se combinan dos vectores argumentales y que ha sido organizada por un gran conocedor de Durón como es Federico Figueroa, que ha montado un espectáculo al viejo estilo, de época auténtica, con gestos a la antigua, exagerados y ceremoniosos, con un vestuario muy rico y lujoso y con los rostros maquillados. No hay duda de que se ha querido recrear la obra, que se estrenó en 1711, como si se estuviera viendo en pleno siglo XVIII. Las luces han sido mitigadas y todo ha tenido el esperado aire de ceremonia. Movimientos bien estudiados y pequeñas maquetas alusivas sobre el suelo del escenario.
Gran éxito final, con la sala casi llena. Programa de mano, es la moda, inexistente y solo posible para los móviles. Los que no lo tenemos o usamos uno antediluviano nos quedamos a verlas venir.
Arturo Reverter