MADRID / ‘Domitila’, o los amores del emperador brasileño
Madrid. Fundación Juan March. 22-IX-2024. Ana Quintans, Irene Martínez Navarro, Esteban Jiménez, Borja Mariño. Dirección escénica: Nicola Beller Carbone. Dirección musical: Borja Mariño. Joao Guilherme Ripper: Domitila.
Pedro IV de Portugal fue Pedro I Emperador de Brasil cuando la familia real portuguesa se marchó allí durante las guerras napoleónicas. Y ese imperio duró más de sesenta años. Tuvo como amante principal a Domitila, marquesa de Santos y sobre estos amores ha establecido Joao Guileherme Ripper (1959) una interesante ópera, Domitila, cuyo estreno español se ha hecho en la Fundación Juan March en coproducción con el Teatro de la Zarzuela.
Ripper, que es uno de los más notables compositores brasileños actuales, utiliza el epistolario del emperador en un libreto que no es lineal, sino una sucesión de instantes emotivos a través de las cartas hasta la orden de ruptura final. La música es muy abierta en el abanico de posibilidades técnicas y siempre de un alto nivel profesional que hace de Domitila una ópera que se sigue con interés y gusto. Se benefició de un montaje escénico muy acertado de Nicola Beller Carbone con escenografía de Carmen Castañón y un atractivo vestuario de Pier Paolo Álvaro y Roger Portal.
Pero si excelente era la parte escénica, tanto o más lo era la musical con una protagonista realmente impresionante, la soprano portuguesa Ana Quintans que posee una voz muy hermosa y muy adecuadamente aplicada a un papel que vive y matiza constantemente moviéndose muy bien por la escena y cumpliendo una actuación absolutamente sobresaliente. Igualmente ocurre con los instrumentistas, Borja Mariño, pianista y director musical, la clarinetista Irene Martínez Navarro y el violonchelista Esteban Jiménez. Todos tocaron estupendamente y además participaron en la actuación, se movieron y se vistieron mimetizándose con la protagonista o con las situaciones, algo que supongo es mérito de la directora de escena.
Con todo ello, la ópera, que se desarrolla en escenas cerradas sin perder continuidad y que tiene varias piezas instrumentales entre los distintos momentos epistolares, funciona muy bien. Ripper no solo es un compositor de calidad, sino que posee el don de la medida escénica, algo que no todos los creadores musicales tienen. El resultado es un espectáculo que camina óptimamente y llega directamente al público gracias también a la calidad del montaje y la labor interpretativa. El éxito fue así muy grande para todos y también para el autor, que estaba presente. Y el público distinguió muy especialmente el brillo interpretativo de Ana Quintans. Los ciclos de teatro musical de la Fundación Juan March, que ya alcanzan los diez años, se han apuntado un nuevo acierto.
Tomás Marco
(foto: Dolores Iglesias Fernández / Archivo Fundación Juan March)