MADRID / Diálogo mágico, necesario, reconfortante
Madrid. Círculo de Bellas Artes (Teatro Fernando de Rojas). II ciclo Círculo de Cámara. 29-XI-2020. Jordi Savall, rebab, viola da gamba y rabel. Pedro Estevan, percusiones. Oriente-Occidente “Diálogo de las almas”.
La ocasión era, sin duda especial. Lo recordaba quien esto firma y lo reafirmó el propio Savall en su primer parlamento, justo tras ejecutar la primera parte de las tres que, sin solución de continuidad, componían el concierto. Comentó el músico catalán lo especial que era para él la coincidencia de que, habiendo ofrecido el último concierto aquí, el pasado 1 de marzo, pocos días antes del confinamiento que marcó el inicio de la aterradora primera fase de la pandemia que aún nos asola, fuera ayer, ocho meses después, y habiendo pasado y afortunadamente superado la enfermedad el propio Savall, este nuevo concierto el primero que ofrece en nuestro país tras haber dejado atrás el infausto virus.
Cuando Savall navega por las culturas de la antigüedad uno se da cuenta de hasta qué punto las culturas, las artes, no entienden de fronteras, extremismos ni guerras. Se elevan por encima de pequeñeces, se imbrican, se influyen y se nutren. Por eso no puedo sino suscribir cada una de estas palabras con las que el gran escritor Amín Maalouf (un lujo contar con sus notas para la ocasión) introducía el programa de ayer: “Escuchar estas músicas de Oriente y Occidente reunidas con sutileza por Jordi Savall no es una experiencia común. Porque a la emoción estética se añade un sentimiento más intenso aún, el de comulgar, como por ensalmo, con una humanidad reconciliada.”
La buena música siempre invita a una reflexión, y este “diálogo de las almas”, en un mundo como el actual, enfrentado, radicalizado, vulgarizado, fruto, como también señala Maalouf, de una humanidad desorientada, es más necesario que nunca. Pocos saben evidenciarlo con la maestría con la que lo hacen Savall y Estevan. El concierto, dividido en tres partes, en las que Savall empleó respectivamente un rebab de finales del siglo XIV (en la foto), una viola da gamba soprano del XVI y un rabel italiano de mediados del XV, recorrió desde la tradición bereber hasta la música de Bizancio, Turquía o Armenia, desde alguna cantiga de Alfonso X hasta músicas tradicionales de Siria, desde tonadas sefardíes de Sarajevo o Jerusalén a músicas francesas o italianas del siglo XIII.
Tiene Savall, desde hace muchos años (yo diría que, en lo que a mí se refiere, desde que le escuché por primera vez, hace más de cuarenta años) una capacidad excepcional para crear una atmósfera especial, mágica, desde que suena la primera nota. Cuando se une a ese otro genio llamado Pedro Estevan, la magia está aún más asegurada. Lo han conseguido muchas veces, y ayer lo lograron de nuevo. Savall es capaz de extraer maravillas de cualquier cosa que pueda considerarse un instrumento de cuerda frotada, incluso del aparentemente primitivo y limitado Rebab que utilizó inicialmente para llevarnos de la tradición bereber a la Italia del trecento. Por supuesto prolongó la intensidad de su arco en la viola da gamba y el rabel, con el que ofreció una emocionante lectura del conocido Lamento di Tristano. Estevan, por su parte, nos regaló de nuevo las mil y una sutilezas que sus dedos son capaces de extraer de los varios instrumentos de percusión empleados. Verdadero mago del ritmo y el color, uno no deja de asombrarse de la variedad sonora que es capaz de extraer de un mismo instrumento, según el lugar preciso del golpeo y el modo del mismo. Si uno cierra los ojos, parecería estar escuchando a varios instrumentistas, pero no, es uno sólo, aunque de casi inacabable paleta de recursos. Para el recuerdo queda esa especie de quejumbroso susurro, deslizando las yemas de los dedos previamente humedecidas, por la membrana del tambor en el mencionado lamento.
Ni que decir tiene que el éxito, con el aforo permitido (60%) bien colmado, fue bien grande, con Savall y Estevan agradeciendo al público su generosa respuestas. Diálogo de almas, sí. Y una vez más quedó en evidencia que en materia artística, es mucho más lo que une que lo que separa a las diferentes culturas y países. Por eso es tan necesario ese diálogo, por eso conciertos como el de ayer tienen un encanto especial. Porque ahí residen, como señala de nuevo con gran acierto Maalouf, la alegría y la esperanza: la diversidad no es necesariamente preludio de la adversidad. Escuchados diálogos como los de ayer, uno más bien diría lo contrario: ese diálogo demuestra que la diversidad puede, debe, ser preludio de hermanamiento.
Rafael Ortega Basagoiti
[Foto: Miguel Balbuena/Círculo de Bellas Artes]
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