MADRID / Currentzis, alto voltaje

Madrid. Auditorio Nacional. 5-III-2020. Ciclo “La Filarmónica”. Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart. Director: Teodor Currentzis. Obras de Richard Strauss y Mahler.
Nos visitaba en el ciclo La Filarmónica la Sinfónica SWR Stuttgart, nacida de la fusión de tres orquestas de radio (Stuttgart, Baden-Baden y Friburgo) pero con un peso más que considerable de la primera de ellas. Formación muy sólida (tal vez un escalón por debajo de la de Frankfurt que nos visitó hace poco en este mismo ciclo), que ayer también se mostró así (aunque los metales quizá un punto por debajo del resto), por la que han pasado batutas de la talla de Celibidache. Su actual titular, el greco-ruso Teodor Currentzis (Atenas, 1972) es, como señalaba oportunamente Pablo L. Rodríguez en la entrevista que le hizo hace algún tiempo (Scherzo nº 343), un director diferente de los diferentes.
Puede no cautivar su estética gestual, muchas veces en una posición que parece amagar un inicio de cuclillas, y su fuerte personalidad le lleva con frecuencia a extremos que pueden no siempre compartirse. Pero hay una serie de cosas indiscutibles: es un director que expresa con una claridad meridiana a la orquesta lo que espera de ella (y a la orquesta le importará, con razón, un pimiento que el lenguaje gestual no sea bonito, porque de lo que se trata es de que le entiendan y conecten con él, y eso se consigue sobradamente). Es más, tiene las ideas clarísimas respecto a lo que quiere, y su planteamiento, siempre de una coherencia indiscutible, está construido de forma irreprochable, con un total dominio de los recursos sonoros y expresivos de la orquesta, y una idea también cristalina respecto a balances y gradación de tensiones y contrastes.
El resultado es siempre de gran intensidad y altísimo interés. Lo fue también ayer, sin la menor duda. Muerte y Transfiguración es uno de esos poemas sinfónicos de Strauss que ponen los pelos de punta desde el siniestro y ominoso comienzo, fiel reflejo de una balbuceante agonía. El juego constante de contrastes entre las exaltadas pasiones y los dolorosos sufrimientos asegura una tensión mantenida. La consiguió sobradamente Currentzis, con un comienzo estremecedor y un clímax sabiamente elaborado, aunque, pese al emocionante desvanecimiento final, pueda echarse de menos el irrepetible éxtasis que conseguía Celibidache en su casi inacabable conclusión. La Primera de Mahler echó chispas por todos los poros. Desde el evanescente comienzo hasta el jubiloso y apasionado clímax (de nuevo exquisitamente construido) del primer tiempo, Currentzis nos llevó por la senda del entusiasmo y del colorido sonoro y expresivo, siempre claro en las texturas. Como es su costumbre, resaltó los extremos, con un rubato decidido en el comienzo del scherzo y una lírica traducción del trio. Aunque pueda pensarse que en algún momento hubo demasiado glissando, lo cierto es que esos glissandi están ahí, y muchas veces bastantes de ellos se evitan. Currentzis ayer no omitió ni siquiera el detalle de levantar a los trompas en el pasaje del último tiempo (c. 657 y siguientes) donde Mahler así lo demanda.
Preciosa la elaboración del tercer tiempo, con descarado rubato y adecuado acento en la parte de sabor eminentemente judío. Y magnífico, explosivo el último movimiento, con un exquisito canto de la cuerda en el pasaje en el que Mahler demanda exactamente eso: “sehr gesangvoll”. Una intensa coda, sin concesiones, arrolladora pero sin desorden, culminó una interpretación de alto voltaje. Como siempre, a Currentzis hay que aceptarle con sus extremos. A mí, personalmente, no me cuesta nada. Estupendo concierto.